Braveheart

Entre 1990 y 1995 James Horner escribió gran parte de sus partituras maestras. Como ejemplos basta citar The Rocketeer, Fievel goes west, Swing Kids, The Man Without a Face, The Pagemaster, Legends of the Fall, Casper, Balto y, por supuesto, Braveheart.

Pese a estrenarse en mayo, lo cual suele ser sinónimo de olvido de cara a las nominaciones de los Oscar, la magnífica película de Mel Gibson fue la gran triunfadora de la ceremonia de 1996, aunque el soberbio score de Horner no recibiera un más que merecido premio. Músico y director ya habían colaborado con anterioridad en el primer proyecto de Gibson, The Man Without a Face, y desde entonces, salvo The Passion of the Christ y la serie Complete Savages, sus carreras han ido de la mano.

Braveheart es fiel al estilo del compositor californiano en el que priman las melodías contenidas y, a la vez, intensas. Horner, autor además de las orquestaciones principales, profundiza en la tragedia de William Wallace mediante el empleo de música escocesa en simbiosis con la más tradicionalmente sinfónica, dando como resultado una pieza orquestal de aires profundamente líricos.
El carácter poético de la música casi siempre se ha visto vinculado a producciones de corte romántico. Sin embargo, en Braveheart, aunque dicho componente es obvio en la relación sentimental entre Wallace, su prometida Murron y la princesa Isabelle, parece pasar a un segundo plano en favor del lirismo trágico en el que desemboca la historia.