Gladiator

Cuando en el 2000 se estrenó la película del británico Ridley Scott con más gloria que pena (fue un auténtico rompetaquillas), pocos imaginaban que su banda sonora iba a despertar tan diversas opiniones.

Unos idolatraban a un compositor que, surgido del mundo del pop, era capaz de presentar una partitura intensa, fuerte, épica, con grandes y retentivos motivos y  con claros elementos modernos directamente captados de sus orígenes como músico.

Otros echaban pestes por lo que suponía de ruptura total con el sonido clásico, ya adoptado como canon de sonido romano, creado por Miklos Rozsa en un buen puñado de producciones de la década de los 50-60.

Con el paso del tiempo parece claro que todos los elementos negativos que se le achacaban a la partitura se han convertido en activos. Incluso ese más que evidente homenaje a Los Planetas de Gustav Holst, en su momento esgrimido para atacar al músico y su obra, es ahora una de sus argumentos más destacados para revalorizarla. (¿Que banda sonora fan-favorite no tiene su clara influencia en alguna pieza clásica?)

Gladiator es una de las obras capitales de Hans Zimmer. Magníficamente adaptada a las imágenes, es sorprendentemente madura al limitar todos los excesos que el compositor incluso lleva a cabo en alguna de sus últimas partituras.