En 1993, Steven Spielberg hizo realidad su sueño de llevar a la pantalla grande el holocausto judío, en esta ocasión la novela de Thomas Keneally Schindler’s List (La lista de Schindler). Fue a la postre su primer Oscar como director y el cuarto de Williams como score original (quinto en su totalidad).
La odisea protagonizada por Oskar Schindler, un empresario alemán que acaba redimiéndose de su avaricia al ayudar de una muerte segura a cientos de judíos, se relata desde el punto de vista musical a través de melodías de clara influencia hebrea, pero sin desdeñar un bucolismo que hace de la banda sonora un auténtico referente de la música de profundas raíces poéticas. Su tema principal («Theme from Schindler’s List»), protagonizado por un lánguido y lastimero violín interpretado de manera primorosa por Itzhak Perlman, es una pieza de increíble sensibilidad y belleza que ha acabado convirtiéndose en un himno de la cultura judía.
Muy similar resulta su emotivo epílogo, «Remembrances», que lo secunda en claro contraste con la mayor parte del resto de la partitura que, aunque no parece querer abandonar la línea melancólica del tema central, se decanta por sonoridades más dramáticas que simbolizan musicalmente el horror; pero no se trata de un subrayado previsible sino de una detallista visión de una etapa de nuestra historia reciente que nunca deberíamos olvidar.
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