Que el cine está hecho de la materia de los sueños es mucho más que un tópico, una frase hecha. En todo el proceso creativo de una película, del guión mismo a la banda sonora, debe estar presente este desafío, este vínculo onírico, subconsciente, imposible…
En el 2006, Paul Torday escribió una novela que parecía destinada a poner a prueba la imaginación del más atrevido guionista: Un jeque disparatado (Amr Waked) cree que todos los poblemas de la vida se solucionan si uno se acostumbra a la pesca del salmón a la escocesa, con mucha paciencia y algo de astucia, para lo cual decide plantificar la piscifactoría mayor del mundo en pleno desierto de la península arábiga e importar diez mil salmones de las tierras altas escocesas…
El guionista Simon Beaufoy (The Full Monty, Slumdog Millionaire, 127 Hours y The Hunger Games) tenía servida una trama deliciosa a la que debería consagrarse en cuerpo y alma, buscando fundamentos científicos, perfeccionando muchos cabos sueltos del libro para que la película resultara creíble y al gusto del espectador no necesariamente aficionado a la pesca de río. El resultado es casi perfecto, y Lasse Hallstrom (The Cider House Rules) puso la guinda con un final fiel a su estilo, sorprendente, trascendental. Todos somos soñadores, todos somos pescadores de salmón, cautivados por la emoción y la belleza de determinados ríos.
Dario Marianelli acierta con una partitura de corte muy romántico, recurriendo en piezas como “Big Projects” a tonadas irlandesas encubiertas (The March of the King Of Laois) con flautines e instrumentaciones folclóricas.
La película, insisto, va más allá del libro. Kristin Scott-Thomas representa a la jefa del prensa del primer ministro inglés, terciando en el juego del jeque yemení: “Necesitamos una buena historia en Oriente Medio que no vaya de explosiones ni revueltas”. Al tiempo que Ewan McGregor encarna a un ictiólogo escocés, funcionario del gobierno británico, para quien todo esto es una barbaridad, un crimen ecológico y una costosa locura. Su sobriedad es puesta en juego por la representante del jeque, Harriet Chetwode-Talbot (Emily Blunt), que entabla con el científico un romántico y entrañable juego de despropósitos y certezas.
El mayor mérito de la película consiste en hacer creíble una trama de lo más estrambótico, y lo consigue. Hallstrom se esfuerza en que la ficción adopte un aire casi documental, lo que obliga a Marianelli a un planteamiento tal vez demasiado contenido, demasiado ad hoc.
El espectador acaba informado de cómo conseguirían sobrevivir los salmones en un clima tan alejado de las tierras altas escocesas, de cómo la gente del Yemen acataría la locura de su jeque. El argumento está muy trenzado, nada es dejado al azar, todo acaba teniendo sentido; pero Hallstrom plantea una subtrama romántica que queda huérfana en lo cinematográfico y también en lo musical. Falta tensión sexual, no hay tema de amor, no hay intimidad pura entre los dos caracteres principales.
Aunque no ha sido rodada en Yemen, sino en Marruecos, Londres y las Highlands escocesas, el director de fotografía (Terry Stacey) guisa el sueño con escenas de impactante belleza.
Un pisano en Londres
Dario Marianelli avanza hacia el medio siglo de vida más ubicado en la metrópolis londinense que en su Toscana natal.
Formándose aún en la Guildhall School of Music and Drama, ya ejerció como presidente de la Sociedad Contemporánea de Música y recibió una beca de composición y coreografía en la Fundación Gulbenkian con Judith Weir y Lloyd Newson como profesores. Una serie de trabajos sobre la música de cine europea le valieron asimismo un puesto en la National Film and Television School, graduándose en 1997.
Durante diez años hizo de todo: radio, publicidad, televisión. También dirigió la Orquesta Sinfónica de la BBC y el grupo coral BBC Singers, y colaboró también con la Royal Shakespeare Company.
https://www.youtube.com/watch?v=BI0fbGOlRIY |
No hay comentarios