Son los nuevos parias de la tierra, los intocables, los marginales, los subordinados al peso de los subsidios, la ley o los dispositivos sociales de dependencia. Personas a quienes “no se puede dejar solas” y que, a su vez, soportan la soledad más atroz…
Es la fórmula perfecta para muchas películas de éxito: ¿qué pasaría si…? Intocable acierta a la hora de emparejar a un buscavidas inmigrante en paro con un filántropo multimillonario y paralítico. Sin dinero, todo son problemas. Sin una vida que vivir, el dinero es basura. Eric Toledano y Olivier Nakache firman la realización de la película más taquillera de la historia en Francia, basada en una historia real de tintes trágicos y cómicos como la vida misma.
No es la primera vez que el cine reivindica el valor social de los cuidadores en pantalla. Al otro lado del Atlántico la cosa suele presentarse con tintes más épicos. Aquí y ahora se nos presenta casi un documental, en el que el personaje de Omar Sy arrastra con sus canciones a vivir y a gozar sin otra moraleja que la de disfrutar la vida; mientras que el silencio de François Cluzet y los planos generales de los barrios marginales e París sirven a Ludovico Einaudi de paleta para un retrato muy intimista, azul, algo triste, como una furtiva lágrima.
El piano contemplativo
Poco a poco se va lejos, es cierto. Einaudi es un compositor que no tiene prisa. Autor de una docena de bandas sonoras para el cine y la televisión, este piamontés de Turín goza a sus 57 años de una confortable reputación como compositor minimalista. Odia las etiquetas, que le encasillen como músico de películas difíciles. Le habría encantado, por ejemplo, escribir una banda sonora para el Blade Runner de Ridley Scott… Odia las etiquetas, insisto, que no la etiqueta. Viene de familia buena. Su abuelo, Luigi Einaudi, fue el segundo presidente de la República Italiana. Su padre, Giulio Einaudi, fue un erudito editor, amigo personal de escritores como Italo Calvino o Primo Levi. Su madre le inculcó el amor por la música, particularmente por el piano, y tuvo por maestro a uno de los compositores más sobresalientes del siglo XX: Luciano Berio. Cuando Einaudi define el minimalismo en la música recurre tan sólo a dos sustantivos: “elegancia y sinceridad”.
Ha compuesto música de cámara, ha editado discos junto a renombrados solistas como Djivan Gasparyan (duduk) o Ballaké Sissoko (kora). Ha dirigido, incluso, la Royal Liverpool Philharmonic Orchestra, pero fue a partir de 1996 que se dedicó a recorrer el mundo con tan solo un piano por montera. Lo hizo partiendo de una obra, Le Onde, inspirada en un texto de Virginia Wolf.
Aquella música le valió numerosos premios y elogios de la crítica, atenta a su nueva búsqueda de un lenguaje musical más libre y personal a través del piano. Einaudi insiste en que la música no es sólo una forma artística, sino también una manera de sentir, pura y antigua, cuyas raíces descansan en el folklore.
En el Reino Unido, el actor y director Jonathan Moore requirió en 1997 la música de Einaudi para un trabajo multimedia a propósito de Edgar Alan Poe, y su capacidad para apoyar los recursos de pantalla quedó sobradamente expuesta.
En Intocable, frente a su piano, aparece el Ludovico Einaudi que muchos aficionados han visto tocar en La Scala, el Centro UCLA para las Artes o el IRCAM de París; el hipnótico tañido que también ha paseado por salas españolas en sus giras, sin ropajes, sin estridencias… Un piano que fluye como un manantial escondido, de noche, a la luz de la luna. Más en www.einaudiwebsite.com.
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