Soul Surfer nos ha revelado lo que puede hacer Marco Beltrami en un género que no acostumbra a ser su terreno habitual. Es una banda sonora variada, rica, emotiva y por momentos brillante. Sin duda, una de las mejores del 2011.
No hay edición discográfica normal. Únicamente se puede descargar o bien pedir por encargo un CD-R.
El tema principal cuando suena espectacular. Los instantes musicalmente más intensos son aquellos en que vemos a la chica haciendo lo que más desea, surcando las olas. Así, podemos elegir entre varios, desde el final de “Turtle Bay Surfing” al de “Back in the Water” o desde el esperanzador “Half Pint Boards” hasta el triunfal “Bethany’s Wave”.
Beltrami desencasillado
Desencasillado, que no fuera de sus casillas. Estamos acostumbrados a que el nombre de Marco Beltrami se asocie por lo general a producciones de terror y oscuras historias de misterio. En ellas se ha labrado un reconocimiento y ha demostrado de sobras su talento, pero también han provocado un cierto encasillamiento en su carrera. Digo “un cierto” porque también es verdad que ha tocado otros géneros ajenos a la oscuridad: acción en Live Free or Die Hard, ciencia-ficción en Yo, robot, comic en Hellboy, drama bélico en En tierra hostil e incluso western en 3:10 to Yuma. Son solamente unos pocos ejemplos para confirmar que Beltrami sabe tocar muchas teclas.
No obstante, creo que la mayoría estaremos de acuerdo en que en su filmografía abundan más las texturas y sonoridades oscuras que las melodías agradables. También las hay de estas últimas y cualquiera podría poner unos cuantos ejemplos, desde el emotivo final de Knowing hasta el bello “Father’s Funeral” de Hellboy.
En cualquier caso, sorprende que veamos asociado el nombre de este compositor a una película como Soul Surfer y que, además, haya conseguido con ella una de las mejores bandas sonoras del pasado año. El mundo de la música de cine nos proporciona este tipo de gratas sorpresas de tanto en tanto. Recordemos que Beltrami ganó el Satellite Award al mejor score original por esta partitura, uno de los poquísimos premios que se le escaparon a Ludovic Bource por The Artist.
Lo cierto es que Soul Surfer es una de esas películas de superación personal inspiradas en una historia real de las que hemos visto infinidad de ejemplos, a menudo entre cabezada y cabezada en el sofá un domingo por la tarde. ¿O es que nadie se acuerda de aquellos telefilms de Estrenos TV? No es el tipo de película que me atrae, pero los aficionados a la música de cine tenemos tendencia a tragarnos, exclusivamente por escuchar la música en su contexto, películas que nunca veríamos por otros motivos. Lo he hecho muchas veces y lo seguiré haciendo, porque también es verdad que estas historias de superación suelen tener scores muy agradables de escuchar. No son arriesgados en su concepto, puesto que en ningún caso lo pretenden, ni tampoco acaban siendo obras maestras que dejan huella en el recuerdo, salvo contadas excepciones, caso del Rudy de Jerry Goldsmith.
Pues bien, en este caso Beltrami ha escrito una gran banda sonora. Desde luego, no me atrevería a llamarla obra maestra, pero sí un trabajo excepcional en su ámbito en el que se aprecia el grado de implicación del compositor con idea de hacer bien las cosas y no cumplir simplemente con un encargo más.
Vayamos con la historia. Dirigida por Sean McNamara, nos narra cómo Bethany Hamilton (AnnaSophia Robb), una chica de Hawai de 13 años apasionada por el surf, sobrevivió y recuperó su pasión por cabalgar las olas después de que un tiburón le arrancara el brazo a la altura del hombro. Con ayuda de sus padres –Dennis Quaid y Helen Hunt-, sus hermanos y amigos, la joven volvió a subirse a su tabla, a competir e incluso a ganar. Imágenes de la auténtica Bethany Hamilton aparecen acompañando los créditos finales y ha participado ayudando tanto en el rodaje como en la promoción de este film, que llegó a los cines de España el pasado abril con más de un año de retraso respecto a su estreno en Estados Unidos.
La partitura de Beltrami colabora en el desarrollo de la historia mediante la combinación de múltiples ideas que refuerzan el drama, la pasión o el triunfalismo. Este viene de la mano de un poderoso tema principal que escuchamos a menudo a lo largo de la película, sobre todo cuando vemos a Bethany sobre su tabla encima o en el interior de las olas, sonando de manera espectacular.
Ese tema principal lo escuchamos ya en los “Main Titles”. La voz en off de la protagonista relata su pasión por el mar y por el surf, al tiempo que se muestran imágenes de su infancia. En este corte inicial, después de un canto étnico hawaiano –mele-, el piano interpreta suavemente el tema principal con acompañamiento de guitarra y posteriormente de las cuerdas, para desembocar en una interpretación épica del tema cuando vemos a la chica, ya adolescente, deslizándose sobre las olas.
Otra versión de carácter épico y triunfal la encontramos al final del segundo corte, “Turtle Bay Surfing”, cuando Bethany agarra una buena ola que le permite ganar un campeonato.
Una de las versiones más impactantes de este tema central la tenemos en “Back in the Water”. Ya amputada por el tiburón, la chica intenta por primera vez hacer surf bajo el estricto control de sus padres y hermanos. Las notas del tema principal suenan primero con flauta y la música se va animando poco a poco con arpegios de guitarra y la entrada del piano. Tras varios intentos infructuosos, Bethany consigue ponerse en pie sobre la tabla, lo que da lugar a un crescendo cargado de optimismo y a una emotiva aparición del tema principal a lo grande, con toda la orquesta.
En la misma línea encontramos otro de los highlights, “Bethany’s Wave”. Se sitúa hacia el final de la película, con la joven participando en el campeonato nacional esperando y alcanzando la gran ola. La intervención de los coros y cantos hawaianos proporcionan a este corte una mayor profundidad dramática.
Sin embargo, el empleo del tema principal, aunque muy asociado a la relación de la protagonista con el mar y el surf, no se reduce a los momentos más triunfales. Tiene su vertiente calmada y melancólica. Suena así en “Bethany and Dad”, acompañando una conversación de la chica y su padre durante un atardecer en la playa, en lo que podríamos considerar una versión desarrollada y completa del tema.
También de forma tranquila, pero con un sentimiento más cargado de esperanza, lo escuchamos en “Half Print Boards”, interpretado con piano, ukelele y guitarra hawaiana, ese típico sonido de glissandos que se consiguen deslizando un tubo de vidrio por las cuerdas del instrumento colocado horizontalmente. En la escena, Bethany ha ido a Tailandia a ayudar a las víctimas del tsunami de 2004 y juega en la playa con una niña. Los coros infantiles transmiten la alegría de vivir mientras vemos imágenes de la gente saltando y riendo en la orilla del mar.
El ukelele también acompaña al piano en la última versión del tema principal que oímos en “Bethany Gives Thanks”, corte en el que también entran los coros y la guitarra hawaiana dotando de optimismo al final de la historia.
Otro elemento fundamental en el score de Soul Surfer es la voz humana. Los meles o cantos hawaianos salpican buena parte de la banda sonora en muchos momentos y tienen una importante función narrativa, aunque no lo sepamos apreciar si no nos lo explican convenientemente. Beltrami reunió a un pequeño grupo de cantantes, hombres y mujeres, que interpretan esos cantos con letras que hacen referencia a Hawai, al océano, al surf e incluso al tiburón que se zampó el brazo izquierdo de la protagonista.
En este último caso se usa voz masculina grave y gutural que escuchamos en varios momentos de “Shark Attack”. Ya sabemos que las disonancias inquietantes arropadas por percusiones variadas constituyen uno de los medios en los que mejor se mueve el compositor.
El corte está cargado de tensión, aunque hay que matizar que el ataque en sí corresponde al principio del corte. Todo el desarrollo de este track de más de seis minutos de duración acompaña el traslado de Bethany al hospital, las reacciones de su familia y, finalmente, la pérdida de conocimiento, con la visión de una luz blanca al final del tubo que forma una ola, momento para el que Beltrami crea un bello tema con cuerdas, arpas y coros.
Encontramos más cantos hawaianos en “Main Titles”, “Homecoming”, “Paddle Battle” o “Bethany’s Wave”. Aunque algunos han sido creados expresamente para la película, letra incluida, otros son preexistentes y el compositor se ha encargado de integrarlos y fusionarlos con su propia música. Es el caso del primero que oímos en “Main Titles”, un canto titulado “E Kuini E Kapi`olani” que aparecía en un disco de música folklórica lanzado por la asociación Kulia I Ka Punawai.
También es el que se utiliza en “Bethany’s Wave”, ensamblándose magistralmente con el tema principal.
La vertiente melódica dramática ocupa otros cortes del score. “Fireworks” es una pieza breve, de poco más de medio minuto, que suena realmente bien. “Alana Visits Bethany” comienza con largas y tristes notas, formando series de tres acordes, un adagio que gana en emotividad con la aparición del arpa. “Dark Day” nos sumerge en la desesperanza de Bethany tras su regreso a casa, cuya voz en off habla de sus dificultades para desenvolverse con una sola mano. Guitarra y piano en tono melancólico, con momentos de acompañamiento electrónico, desarrollan este conseguido tema.
“Pukhet” muestra la llegada de Bethany y sus compañeras a Tailandia en misión humanitaria, con referencias al tema principal, aunque variando sus notas. Pero uno de los platos fuertes de la partitura en este contexto dramático-emocional es “Hymn for Bethany”. Toda su primera parte es de guitarra acústica, pero al cabo de minuto y medio entran toda orquesta y coros infantiles, desarrollando la misma melodía que escuchábamos con la guitarra. Es un canto de esperanza que en la película coincide con la invitación que recibe Bethany para participar en los campeonatos nacionales de surf.
Esa vertiente dramática la encontramos también en “Awards”, otro adagio de cuerdas que se transforma en el tema principal con acompañamiento de guitarra.
La banda sonora se redondea con algunos momentos de acción. Además de la tensión que emana “Shark Attack”, encontramos un interesante fragmento que mezcla pizzicatos, metales y extraños sonidos que suenan como pájaros en “Homecoming”, para una escena en la que la familia de Bethany escapa en coche del enjambre de periodistas que la esperan cuando la traen de vuelta a casa desde el hospital.
Cortes más movidos son “Welcome to the Nationals”, sobre todo en su segunda mitad, “Big Drum Competition” y “Paddle Battle”. Los tres corresponden a distintos momentos de la competición final y las percusiones adquieren la mayor parte del protagonismo, aunque compartiéndolo con los cantos étnicos en el último de los tracks mencionados.
Aparte de lo mencionado, a lo largo de la película suenan unas cuantas canciones, un par interpretadas por Britt Nicole y otras de Brian Setzer, Francesca Battistelli o Natalie Rogers. Por tanto, existe también el inevitable disco de canciones que recopila algunas de ellas, pero no todas, puesto que ni siquiera aparece en ese disco la más famosa, el “Gimme Some Lovin” de Steve Winwood.
En conjunto, Beltrami nos ofrece una banda sonora grata para el oído, pero compleja en su construcción, variada y que conecta emocionalmente con el espectador en un buen puñado de buenos momentos. El compositor abordó este proyecto con profesionalidad y puso de relieve el lado de su talento que más nos ha escondido a lo largo de los años. El problema de muchos compositores cinematográficos es que acaben encasillados. Los hay que no se desmarcan casi nunca de las comedias, otros están anclados en el terror y otros únicamente parecen capaces de escribir música para dramas. En algunos casos una sola película desmarcada de su género habitual es capaz de demostrar al mundo que hay compositores mucho más versátiles de lo que Hollywood se cree. Y en el caso de un profesional consagrado como Beltrami, una sencilla película, convencional y con un presupuesto limitado ha servido para que destapara el tarro de las esencias y nos dejara uno de los mejores trabajos de su carrera.
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