Una zarabanda de corte barroco |
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La exquisita dirección artística de esta adaptación de un clásico de la literatura hubiera hecho pensar en la simultaneidad de piezas clásicas ad hoc como mero acompañamiento… Para realizadores como Kubrick se trataría casi de una exigencia de estilo. Declan Donnellan y Nick Ormerod, sin embargo, decidieron confiar en un joven creador melocinematográfico de Sri Lanka, Lakshman Joseph De Saram, la partitura de esta adaptación a la gran pantalla de la obra Guy de Maupassant, rodada en Hungría y con producción anglo-italiana.
De Saram goza de un sucinto reconocimiento como compositor de bandas sonoras en su país natal, pero nunca antes se había aventurado a componer para una gran producción occidental de corte histórico.
Para garantizar un producto bien acabado, los productores de Bel Ami apostaron, eso sí, por la tutoría de un referente inapelable –más aún, en películas históricas de corte clásico-: la oscarizada Rachel Portman.
Se nota la influencia de Portman en toda la película, especialmente en su tema central y en los ajustes orquestales, pero De Saram navega en estas aguas con inusitada libertad creativa, muy puesto en el carácter clasicista y preciosista de la película, recurriendo a timbres y tonos muy propios del barroco inglés.
El tema central y sus variaciones constituyen una zarabanda de ritmo variable, en función de las vicisitudes emocionales del protagonista.
La zarabanda es una danza originalmente derivada de melodías sarracenas para tiempos lentos de tres por cuatro o tres por dos, caracterizada por una segunda nota de la melodía alargada que otorga gravedad y majestuosidad al movimiento. En tiempos del relato (finales del siglo XIX) las zarabandas eran muy requeridas en los músicos de las cortes más aristocráticas de Europa.
Amor rapaz
Bel Ami es el sobrenombre impuesto a Georges Duroy por algunas de sus amigas, un vividor de tres al cuarto que ha acumulado riquezas viviendo a costa de las mujeres que lo han amado.
De origen muy humilde, Duroy llega al París milochocentista sin un céntimo en el bolsillo y después de prestar el servicio militar obligatorio en África.
Protegido por su compañero de la mili, Forestier, Duroy se hace pasar por periodista de lances aristocráticos y pasa a formar parte del diario La vie française, propiedad de un magnate judío muy influyente de la ciudad.
Duroy, sin embargo, se dedica a explotar sus habilidades como seductor y atrapa de lleno a Clotilde de Marelle, a quien considera meramente una amiga ocasional.
Muerto Forestier, la ambición y el morbo de Duroy le llevan a casarse con la viuda de su amigo, Magdalena, a pesar de que ella ostenta una amistad muy informal con el conocido conde de Vaudrec.
Magdalena, tan ambiciosa como Duroy, explota las habilidades periodísticas de su nuevo marido para tejer una oscura red de influencias. Duroy, a cambio, comparte con Magdalena la cuantiosa pensión que hereda del conde de Vaudrec.
El judío Walter admira el talento de su reportero Duroy, ignorando que éste, carente en absoluto de escrúpulos, corteja descaradamente a la mujer y la hija del magnate…
Se trata de una historia intensa de seducción, obsesiones y traiciones que exigen siempre un pago cuantioso, difícil, tal vez imposible.
De Saram, con la ayuda de Portman, aborda la película de un modo parecido a como Fenton planteó sus Amistades peligrosas, pero sin concesiones a Haendel ni Vivaldi, sacando músicas barrocas a cual más de su propia chistera.
Bautismo de fuego
Poner música a Bel Ami no es tarea fácil. Se trata de una producción de carga erótica con fuertes tintes de ambición, crítica del poder y las desigualdades sociales de la época.
Aunque nacido de baja cuna, el protagonista salta de alta cama a cama más alta con extraordinarias piruetas y una ambición exenta de remordimiento.
Sexo y poder marcan la brillante actuación de Uma Thurman, Kristin Scott Thomas y Christina Ricci, cuyos devaneos dejan poco espacio a las palabras y mucho a la música.
Pese a su origen singalés, De Saram ha cursado estudios en la Julliard School of Music de Nueva York y es fundador (a la vez que director) de la Sociedad de Música de Cámara de Colombo. Su madre, maestra de música, le educó de pequeño en la ejecución de pianos, violines, flautas y clarinetes en base a partituras occidentales.
De Saram admite que, en realidad, le resulta mucho más sencillo componer un vals que una pieza típica de su país como el dhrupad.
El productor de Bel Ami, Umberto Pasolini, conoció a De Saram rodando una película en Sri Lanka. El músico, no obstante, reconoce que esta costosa superproducción no tiene nada que ver con sus anteriores trabajos para el cine: “Aquí se trata de componer una serie de más de 60 minutos con temas perfectamente orquestados en los estudios Angel de Londres, con músicos de la Orquesta Sinfónica de Londres, o de la St. Martin in the Fields… Me sentía muy cohibido y Rachel Portman fue mi intermediaria y principal aliada en este trabajo.”
De Saram subraya la necesidad de que orquestadores, compositores y arreglistas trabajen codo con codo en la confección de las bandas sonoras. “Tengo entendido que en The Artist colaboraron al menos nueve…”
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