Testosterona a manos llenas |
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La idea de Stallone de reunir a míticos -y no tan míticos famosos- del cine de acción funcionó más o menos bien con The Expendables en 2010. Aquella película consiguió amasar unos 100 millones de dólares en la taquilla norteamericana, unos 20 más de los que costó. Si sumamos la recaudación internacional, parece claro que la apuesta fue beneficiosa y que una segunda entrega iba a caer más pronto o más tarde.
The Expendables 2 ha contado con un presupuesto algo mayor que la primera –unos 100 millones- y, aunque la recaudación al otro lado del charco es todavía inferior a la prevista, la película ha elevado el nivel en ciertos aspectos.
Uno de ellos ha sido reclutar para la causa a algunos iconos del cine de acción que no salían en la primera entrega, caso de Chuck Norris y de Jean-Claude Van Damme. Además, Schwarzenneger y Bruce Willis adquieren un papel más activo y no tan marginal como el que tenían en el film de dos años atrás.
Otro punto acertado es el humor. Se ríen más de ellos mismos y de su propio proyecto. Las apariciones de Norris son impagables y algunas frases del guión están bastante conseguidas en este sentido, caso de ese “Rest in Pieces” que da nombre a uno de los tracks del CD. También el comentario sarcástico del ex gobernador de California a la frase de Stallone sobre el avión que le acaban de regalar: “Debería estar en un museo”, “¡Como nosotros!”, es más que significativo. De hecho, los dos tienen ya edad de estar jubilados. Más aún el septuagenario Chuck Norris, otro que también se ríe de sí mismo y de su fama de duro. La película desprende unas cantidades de testosterona excesivas para esas edades si no hay tratamiento médico de por medio, y los excesos de las escenas de lucha, por exagerados, se aceptan como cómicos en sí mismos, lo cual es una forma digamos que positiva de desdramatizar la violencia que se refleja en la pantalla.
Asimismo, el hecho de que el director sea Simon West, y no el propio Stallone, ha favorecido un conjunto más presentable y estructurado. La verdad es que estos aspectos han hecho que crítica y público hayan valorado mejor esta segunda entrega que su predecesora.
El argumento es simple como el mecanismo de un fuelle. El grupo comandado por Barney Ross (Stallone) recibe un encargo del personaje de Bruce Willis, aparentemente sencillo en un principio. Pero las cosas se tuercen y uno de sus hombres es asesinado por otro grupo dirigido por un tal Jean Vilain (Van Damme), que ejerce, tal como indica su poco rebuscado apellido, como malo de la función.
El ansia de venganza mueve a los mercenarios de Barney a “buscar, encontrar y matar” al tal Vilain, y ya de paso salvar al mundo, puesto que los malos no pretenden otra cosa que obtener un montón de plutonio en una mina de Albania, haciendo currar hasta la muerte a los hombres del lugar.
Sobre esta premisa, la banda sonora de Brian Tyler desprende tanta testosterona como la película y sus protagonistas. El trabajo del compositor bebe en abundancia del material temático que escribió para la primera entrega. Sus temas principales y secundarios perviven en esta segunda, sonando con frecuencia a lo largo y ancho del disco.
No obstante, da la sensación de que el resultado final está un poco más logrado que el de la primera BSO de los mercenarios. Uno de los logros, en mi opinión, es que su menor duración (unos 57 minutos respecto a los 71 que tenía la edición de la primera película) implica que se han suprimido piezas o fragmentos más prescindibles e incluido las partes más apetecibles para que la escucha del disco sea satisfactoria. Por otro lado, da la sensación de que la orquestación y el sonido son más limpios, menos atropellados. Gran parte de la BSO está ocupada por temas de acción contundentes en los que la percusión, los metales y las cuerdas se desbocan y juegan entre sí, pero nunca dando sensación de caos sonoro como sucede con cierta frecuencia en otros scores. Aunque hay que matizar que esto es así en el disco, ya que en la película, al añadir todos los efectos sonoros de disparos, explosiones, puñetazos, cuchilladas y golpes de todos los colores, la música queda tapada en muchos momentos a pesar de su potencia.
Hay quien opina que la edición discográfica está mejor estructurada que la de la primera película. Tal vez cabe considerarlo así en cuanto a la distribución de tipos de piezas para que la escucha no sea repetitiva y cansina, pero no en cuanto al orden cronológico del film, puesto que las pistas están tanto o más desordenadas en esta edición como lo estaban en la de la primera entrega. Baste como ejemplo que el segundo corte, “Fists, Knives and Chains”, corresponde a las tortas del final entre Stallone y Van Damme, o que el último, “Escape”, se utiliza en la huida de Nepal, que pertenece a la secuencia de apertura de la película.
El tema principal es el mismo que abría el corte “The Expendables” del primer disco, un leitmotiv de aire bastante goldsmithiano que emana cierta nobleza. En el score de esta segunda entrega Tyler lo utiliza y reutiliza –lo “recompone”, podría decirse- de bastantes maneras. En el CD aparece por primera vez al principio de “Track ‘Em, Find ‘Em, Kill ‘Em”, interpretado por una trompa solitaria en clave fúnebre, acompañando la despedida del compañero caído. La muerte de ese miembro del grupo también tiene como música de fondo el tema principal, recogido en la parte final de “Respect” también con carácter dramático.
En otros momentos suena en clave triunfal, por ejemplo al final de “Escape”, cuando el avión que pilota Stallone junto a Statham consigue elevarse sobre una presa en su huida de Nepal. En este caso constituye la guinda de la edición discográfica. Lo podemos encontrar al final de “Preparations”. De hecho, este track es el último que se escucha en la película antes de los créditos finales. También escuchamos el tema principal en “Countdown”, “Dueling Blades” o con una trompeta solitaria en “Bad Way to Live”.
Existe un tema secundario que también procede de la primera banda sonora. Suele tener carácter heroico para resaltar ciertas acciones de los protagonistas y aparece con frecuencia a lo largo de la cinta. Los metales lo presentan en el primer corte, “The Expendables Return”, pieza que, esta vez sí, es la primera de la película. Lo podemos escuchar también integrado en uno de los mejores tracks de acción, “Party Crashers”, que es el que se desarrolla al final del film cuando todos se lían a tiros en el aeropuerto, así como en los momentos finales de “Vilain” y “Dueling Blades”.
Otro de los puntales del score es lo que podemos llamar marcha de los mercenarios. Reutilizada también de la primera película, es la que abre el CD en “The Expendables Return”, con la entrada del grupo en la base de Nepal donde tienen como misión rescatar a un chino secuestrado. Tiene un inconfundible ritmo marcial, anticipando próximos momentos de acción desbordada. La misma función tiene en “Party Crashers”, con la llegada de vehículos al aeropuerto donde lloverán las balas, mientras que al inicio de “Respect” lo que anticipa es la resolución del primer cara a cara de los hombres de Barney (aunque también hay una mujer) con los de Vilain, en este caso sonando como un tema dramático de cuerdas graves.
Un motivo que ya aparecía en la primera banda sonora y Tyler utiliza profusamente en la segunda es una serie de cuatro notas –acordes más bien- que emplea a veces aislado en clave dramática o incrustado en temas de acción, incluso en la propia marcha de los mercenarios. Encontramos numerosos ejemplos: “The Expendables Return”, “Fists, Knives and Chains”, “Making an Entrance”, “Preparations”, “Party Crashers”, “Rescue”, “Bad Way to Live” o “Escape”.
Por lo que atañe a temas nuevos, casi todo se resume al ominoso leitmotiv creado por el personaje de Van Damme. Obviamente, lo tenemos repetido varias veces en “Vilain”, así como en algún momento de “Party Crashers”.
Por lo demás, tenemos mucha acción, muchos cortes en los que Tyler hace crecer la intensidad de la música consiguiendo la extenuación de los intérpretes, con cambios constantes de los tonos, los patrones rítmicos y los ostinatos de cuerdas y metales.
Al margen de ese predominio de frenéticas piezas de acción, la BSO está salpicada por algunos fragmentos de carácter más dramático o solemne. En este contexto, cabe destacar el himno que abarca toda la parte central de “Preparations”, utilizado tal como ya se ha dicho en la escena final de la película en recuerdo por el miembro fallecido.
The Expendables 2, lo mismo que su predecesora, no tiene más pretensiones que las de entretener y mostrar que las viejas glorias aún tienen cabida en el cine de acción de Hollywood. En cuanto a la banda sonora, el mérito del compositor reside, sobre todo, en su apuesta más que decidida de escribir una partitura orquestal -con apoyo electrónico muy contenido y casi nunca protagonista-, cuando otros músicos actuales hubieran optado por un “diseño de sonido” basado en anodinos ritmos electrónicos y bucles sonoros de carácter atmosférico con escasa o nula melodía. Ejemplos de esto los tenemos a puñados. Por el contrario, aun siendo eminentemente música de acción, la partitura de Tyler busca la complejidad a través de variaciones de los recursos orquestales, forzando constantemente la máquina y rehuyendo la monotonía, lo cual es siempre de agradecer.
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