Dario Marianelli se reencuentra en Anna Karenina con su director “fetiche”: Joe Wright, director tanto de Pride and Prejudice como de The Soloist o Atonement (que valió al compositor italiano un Oscar en el 2008).
Esta película, cuyo estreno en España se prevé para marzo del año que viene, tiene en la música uno de sus puntos fuertes, una partitura casi perfecta pero exenta de nervio; impresionante, pero inexpresiva.
La banda sonora ha sido compuesta por Marianelli y orquestada por él mismo junto a su habitual colaborador Benjamin Wallfisch. Destacan en el pleno y ostentoso elenco orquestal los solistas Jack Liebeck (violín), Caroline Dale (cello), Eddie Hession (acordeón), Matthew Hunt (clarinete), Aruhan Galieva (vocal) y el propio Marianelli muy aplicado al piano.
Se trata de una adaptación algo libre (guión de Tom Stoppard) de la novela que León Tolstói escribiera en 1877, recreándose más en la vida interior de sus principales personajes que en sus circunstancias sociales e históricas. Marianelli resucita una vieja canción popular cosaca como tema “ruso” central, de ambiente, pero la precisa coreografía de muchas de las escenas le obliga a buscar piezas de ritmo fijo y fácil: valses en su mayoría, e incluso alguna aria operística.
Hay un abuso de los interiores. Tanto es así que la película no se ha rodado en Rusia, sino en un desvencijado teatro de las afueras de Londres adaptado a la ocasión. El director prefiere el estilo a la sustancia, rehúye todo rigor costumbrista para plantear una especie de Moulin Rouge muy moderno, a la inglesa, apoyado por algunos de sus colaboradores más habituales: Jacqueline Durran en el vestuario, Sarah Greenwood en el diseño de producción, Seamus McGarvey en la fotografia, Melanie Ann Oliver en el montaje, Sidi Larbi Cherkaoui en la coreografía y, por supuesto, Dario Marinelli frente a una orquesta inusualmente holgada en cuanto a presupuesto.
Marianelli tiene esto: siempre resulta eficaz. Sabe sacar provecho a los recursos de que dispone y en Anna Karenina anda sobrado. El resultado es una partitura ambiciosa, grandilocuente, con guiños a los trabajos clásicos de Richard Rodney-Bennett, pero también a los más dicharacheros trabajos de Nicola Piovani o el zíngaro Goran Bregovic.
Sin punto de vista
Los críticos destacan el trabajo de Marianelli como una de las virtudes del film. No obstante, critican que Wright plantee la novela de Tolstói como un espectáculo puramente visual, coral, ideado más para gustar que para adentrarse en las verdaderas motivaciones del novelista ruso y la naturaleza de su ambiente.
La protagonista, Keira Knightley, parece más una modelo desfilando en una pasarela que una mujer atormentada como la que Tolstói invoca en su novela y que Vivien Leigh, Greta Garbo o Sophie Marceau espabilaron en versiones cinematográficas anteriores.
Marianelli reviste con su música alguna que otra escena rodada en exteriores con bucólicas granjas o yermos paisajes helados, pero el grueso de la historia transcurre en las distancias cortas, por medio de escenas tan coreografiadas que no dejan casi espacio a la emoción o a la trascendencia, a ese silencio narrativo que es la circunstancia de la música de cine pura.
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