Una historia sobre amor y muerte |
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Una historia sobre amor y muerte. Creo que es la mejor definición que los dos creadores implicados en esta banda sonora, su compositor y el director de la película, han utilizado para definir Lo imposible.
Amor, el tremendo amor que une a las personas, que les empuja a estar unidas y a superar cualquier tipo de adversidad. La muerte, que da aún más valor al amor. Porque al fin y al cabo nada importa si el espacio de tiempo desde que naces hasta que mueres no lo ocupas con aquellos que quieres.
Lo imposible es un doloroso cuento confeccionado por un joven artesano con espíritu de genio cinematográfico consagrado, que rinde homenaje a una historia que, por increíble, a veces imposible, no ha sido menos cierta.
Y esa historia, ese cuento, no ha dejado indiferente a nadie, pues en verdad cuenta algo muy cercano a nosotros: el miedo a perder el amor, por la muerte. Tal vez el sentimiento mas demoledor para un ser humano.
Al igual que películas como Braveheart o Avatar funcionan comercialmente, pues cuentan historias que están ligadas a la superación personal, a la lucha por nuestros principios, por la libertad, por nuestros sueños, películas como Titanic o Lo imposible son veneradas por masas de gente gracias a que tocan ese otro tema tan universal y tan personal como la perdida y la lucha por que esta no sea permanente.
Lo imposible es especial para mí por muchos aspectos. El primero, porque he tenido la suerte de saber del proyecto desde hace años. Fue hace más de tres años, durante el tránsito de un Festival de Música de Cine a otro. Bayona había estado con Fernando Velázquez presentando en Úbeda una suite de El orfanato y desde entonces ha sido un habitual del evento. Más como fan que como autor. Así es Juan Antonio, una persona humilde que parece no haber conseguido nada. Pero recordemos que El orfanato es una cinta de bajo presupuesto que luce como una producción con capital americano. Y su éxito comercial fue evidente. Así que para mí era bastante evidente que como director iba a hacer algo grande en la historia del cine español. Pero que fuera a través de una historia de catástrofes, pues sinceramente no lo veía.
La primera vez que Juan Antonio pudo hablarme más del proyecto fue justo antes de la sexta edición del Festival de Música de Cine. Él estaba hasta las cejas de trabajo y me llamó para decirme que, si no pasaba nad,a quería estar en el Festival compartiendo grandes momentos con Michael Giacchino, que en aquel entonces fue el Presidente de Honor del evento y con el que había hecho muy buenas migas en la anterior edición. Fue un año que no olvidaré jamás, pues fue un punto de inflexión para mí y el Festival, y el año en que España ganó por primera vez el Mundial de fútbol (ver a Michael con una bufanda de la selección española dirigir a la orquesta fue impagable).
Juan Antonio me trasladó que la película iba a ser diferente. Que no iba a ser una película de catástrofes al uso. Que iba a ser muy diferente. Yo no dejé de creer en su palabra, pero ya sabéis, esa parte mezquina que tenemos cada uno pensaba que eso lo decían todos los creadores. Para ellos sus obras son únicas. Pero había otra parte de mí que decía: «recuerda que a buen seguro tiene razón y te dejara descuadrado en el sillón del cine mientras la ves».
Al final el tiempo fue pasando y conversaciones con Fernando Velázquez me reafirmaron en que efectivamente esta no era una película de catástrofes al uso. Nada de un tío en camiseta blanca de tirantes, totalmente llena de churretes, liberando al mundo del tsunami diabólico causado por mercenarios del espacio (que por otra parte, era una historia que tampoco me hubiese desagradado ver, y menos de parte de Bayona).
Fernando era categórico: «Ni por asomo te imaginas como será»
El caso es que el momento llegó. Fui al estreno. La sala de cine repleta. Nada de crisis para películas que saben venderse. Apagan luces. Proyectan la película. Encienden luces. Miro a mi mujer… pañuelo en mano. Mi situación no era mejor.
«Jota, Fernando, os odio». Eso es lo que pensé. Sin lugar a dudas. Viendo Lo imposible había pasado alguno de los peores minutos de mi vida. Había sido absorbido por una manera de narrar frenética que no me había soltado en ningún momento y que me tenía atrapado ante un drama personal que de real, de TAN real, me supo a propio. Al salir del cine abracé a mi mujer con toda mi alma. A veces es bueno ver este tipo de películas. Es la única manera de dejar de relativizar, de dejar de ser absorbido por una cotidianeidad enfermiza que no nos hace darnos cuenta de que en la vida hay que valorar lo que tienes en su justa medida cada día, y que en un click, en un pantallazo, en un pum, en un abrir y cerrar de ojos, todo, absolutamente todo, puede llegar a desaparecer. Lo que más quieres. Lo que más amas.
Pude leer criticas posteriores donde hablaban de que la película estaba muy bien rodad,a pero que se cebaba demasiado en el drama humano, buscando la lagrima fácil. Durante la película solo tuve la percepción de que eso pasaba en una escena en concreto. El rencuentro del padre con sus tres hijos. Ahí sí que vi ciertamente forzada la situación. Pero era el momento de actuar así, qué demonios. Si tienes un drama entre manos, ¿no vas a aprovechar esas oportunidades? Sería como tener una casa en la playa y no bañarte ni una sola vez en el mar.
El resto de la película me sorprendió por su crudeza. Nada del típico tratamiento descafeinado del Hollywood actual. La historia narra una catástrofe que causa muertes, que deja a niños sin sus padres, que deja a gente mutilada o al filo del abismo física y mentalmente. Bayona sabe captar todo eso y consigue, desde mi punto de vista, hacernos partícipes del drama hasta niveles que personalmente no deseaba. No tanto. Gracias, Jota, pero fue demasiado para mí. Demasiado dolor, demasiado demoledor.
Su forma de rodar es propia de un creativo que lleva décadas en la industria. De una madurez asombrosa. La escena del tsunami es magistral. Está narrada con una genial simplicidad que esconde una complejidad que en verdad solo conoce el equipo de producción de la película. Sus planos son medidos y sabe dotar al relato de una narración con un tempo perfecto. Aparte, destaca no solo por su labor técnica, que nada tiene que envidiar a las superproducciones hollywoodienses. Es además un tremendo director de actores. Ya se comprobó con El orfanato y ese brutal papel que realizo Belén Rueda. Aquí saca lo mejor de dos actores que, en algunos casos, tal vez demasiados, parecen haber actuado con el piloto automático, más por la necesidad de trabajar con grandes directores (Lucas, Jackson, Polanski) que por sentirse implicados artísticamente en el proyecto. Ewan McGregor se sale (atención al momento de la llamada de móvil, uno de los mejores momentos como actor que ha dado en toda su carrera) o Naomi Watts, casi siempre actriz de papeles fríos o frívolos que aquí adopta un sentir dramático y enérgico que personalmente me dejó descolocado. Y qué decir del descubrimiento de la película, Tom Holland, un actor que esta llamado a hacer cosas muy grandes si sigue siendo igual de bien dirigido como lo ha hecho Bayona, y que aventuro va a recibir una nominación al Oscar más que merecida.
Bien, pero… ¿y la música?
Este es un proyecto que ha tenido a Fernando Velázquez muy absorbido. Pienso, aunque no soy nadie para asegurarlo, ha estando pensando en el proyecto hasta cuando aún no había nada con lo que empezar a componer. Cuando un proyecto pide tanto de ti, el resultado podrá gustar más o gustar menos, pero seguro que es autentico.
Sobre gustos no hay nada que hacer. Hay gente que ha pensado que la música servía para potenciar aún más la sensibilidad del espectador y captar la lágrima fácil. Un ejercicio simple y directo que muchos han llevado a cabo y que suele ligarse con la incapacidad del creativo de buscarse algo más trabajado. Vamos, de currárselo más.
Cada cual es libre de pensar lo que quiera, pero eso no quita para que lo haga erróneamente. Según versa el texto del libreto interior del CD -que no reproduciré aquí en su totalidad porque tenéis que compraros el disco y contribuir a que nuestra industria cultural no se vaya aún más a la mierda de lo que ya lo está-, Fernando hizo hasta diez versiones del tema principal. Conociéndole habría hecho veinticinco. Una persona que tiene tal implicación no busca la vía fácil.
Y es que encima me parece irónico que la banda sonora sea tratada por muchos de excesiva, cuando, salvo ese momento al que me referí anteriormente del reencuentro, la partitura hace gala de una sutilidad inaudita. Muchísimos momentos despuntados musicalmente mediante un instrumento solista, mayormente por un piano, que a veces me recordaba la genial música que Michael Giacchino presentó para la serie de culto Lost. Un tratamiento tan sutil y tan presente durante el metraje de la película que realmente se desmarca como la espina dorsal de su composición.
También en el libreto se describe cómo Bayona buscaba con la música decir aquello que las palabras no decían. En parte, por eso se puede justificar ese exceso musical en el encuentro entre padre e hijos. La felicidad desbordada que por palabras no puede llegar a describirse y que la música lo llega a hacer perfectamente.
Nada de elementos heroicos a nivel musical para reforzar aquellos triunfos que puedan tener los protagonistas, y que, vamos a ser sinceros, tampoco son tantos a lo largo del metraje. Eso queda meridianamente claro y no hay atisbo de ese tipo de excesividad durante toda la partitura.
Pero si esta banda sonora será recordada por algo, tengo por seguro que será por haber presentado uno de los mejores temas principales que ha dado el cine español en su larga historia. Un temazo principal, asignado a la familia que, desarrollado en toda su plenitud conmueve al más pintado. Fernando ha creado ese tipo de tema principal que uno asigna a grandes compositores como John Williams.
Fernando está llamado a ganar muchos premios con esta partitura. Es algo que veo tan claro como aquella vez que conocí por primera vez a Bayona y supe que iba a ser alguien grande en la industria del cine. Ya lo ha logrado, y con tan solo dos películas. Fernando ya era un grande. Gracias a su tremendo trabajo a lo largo de su carrera que lo ha llamado a ser el compositor de Lo imposible, Su mejor partitura hasta la fecha y por la que será recordado por muchos años.
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Concierto de Fernando Velázquez Festival de San Sebastián 2012
LO IMPOSIBLE
Sección Oficial del Zinemaldia Estreno Mundial de la Banda Sonora de la Película Kup Taldea, Coro/Abesbatza Orquesta Sinfónica de Euskadi/Euskadiko Orkestra Sinfonikoa Fernando Velázquez Director-Compositor/Zuzendaria-Konposatzailea 22 de Septiembre 2012 Sede de la Orquesta de Euskadi, Miramón (Donostia)
Como uno de los puntos fuertes de la edición 2012 del Zinemaldia Donostiarra, y ya en el segundo día del Festival, encontrábamos como aliciente ineludible para acudir a la Bella Easo la presentación mundial en concierto de una suite de media hora de Lo imposible, dirigida por su propio compositor, Fernando Velázquez, e interpretada con maestría por la Orquesta Sinfónica de Euskadi, acompañada por el coro que grabó originalmente la partitura, el Kup Taldea, ganándose una merecidísima ovación por parte del respetable en un recinto lleno hasta los topes para la ocasión, la sede de la Euskadiko Orkestra Sinfonikoa, en Miramón.
Junto a la partitura de este film, se realizó un repaso musical a la carrera del director J.A. Bayona, con diferentes suites que recogían las composiciones de Velázquez para El orfanato y El hombre esponja.
Nos centraremos, sin embargo, como procede a esta reseña, en la parte correspondiente a The Impossible (título para el mercado anglosajón del film), a la que dio paso directamente una breve, sentida y muy emocional presentación de Bayona, quien accedió al escenario para hablarnos de la experiencia de grabar la composición en Abbey Road, y de cómo María Belón, la mujer y madre en que están basadas las experiencias del film se dirigió a la London Metropolitan Orchestra para explicarles que hay instantes y vivencias, sentimientos y emociones que no pueden ser expresados con palabras, pero el Arte sí puede, y ellos iban a ser los encargados de trascender con su interpretación, y hacer llegar a cada espectador, íntimamente, esta historia.
La descripción musical del amor familiar, de la unión entre un padre, una madre y sus tres hijos, se nos despliega, “Beautiful World”, con una sentida entrada del cello, para describirnos con puntuales incursiones de arpa, violines y piano, el amor de una familia y su inquebrantable espíritu, pese a lo que el destino iba a depararles, con un crescendo a las cuerdas que conduce al despliegue total del tema central del film, de una desgarradora, intensa, fascinante belleza, hasta que todo se ve truncado por la llegada de una ola gigante que arrasará con todo.
El tema “Riada”, no presente en el film en su totalidad, pues se decidió acertadamente no incluir música con la llegada de la ola y descartar este instante (aunque bien merecería su inclusión futura en algún disco), se abre con un especie de zumbido creado por el coro, que va creciendo hasta convertirse en un grito conjunto desgarrador de la masa coral ante la entrada de cuerdas, metales y percusión, mostrando como la fuerza de la Naturaleza arrasa todo a su paso, hasta que tras la destrucción, llega la paz tras la tragedia. Inmenso lo que Fernando consigue con este tema, de aparente simplicidad, que no sencillez, llevándonos al corazón mismo del drama.
La ayuda desinteresada y generosa de los nativos del lugar se nos muestra con una variación del tema central, “Aldea Thai”, que se abre a una melodía de talante étnico por la orquestación, y lirismo en sus resultados, breve pero hermosa, dando paso a la búsqueda que Lucas hace en el hospital de campañaen Tailandia ayudando a quienes han perdido a alguien, representado con la sección de cuerdas en notas alargadas, dando pie a un pizzicato y a la entrada de piano y cello, ambientando su investigación y desembocando en una nueva variación del tema central, “¡Ayuda a la Gente!”, de hermosa y acuciante belleza, prosiguiendo con “Haber Podido Encontrar a Alguien” y la vibrante aportación de un sencillo en su desnudez de orquestación, tema principal, que nos lleva a la emoción de “Henry Buscando”. Los caminos se cruzan y descruzan, el tema quiere llegar a unirlos, pero no lo logra, la melodía se desgrana, las cuerdas la tornan apremiante, el oyente está expectante ante el surgimiento del tema central, pero violines y cellos no llevan a él, aún, hasta que un grito resuena incluso sin escucharlo, con inolvidable resolución, “Dad?”, y las notas se tornan elegíacas, de un lirismo tan hermoso y sentido, que casi duele, llegando al alma de cada oyente y derramando las primeras lágrimas cuando el tema de la familia surge de nuevo en toda su gloria y sabes que lo que espera, aún siendo duro, lo afrontarán unidos, todos juntos, de nuevo.
Y la suite concluye con el tema de “Lo Imposible” con la suntuosidad de las cuerdas haciendo trascender una creación musical, elevándola a otro plano, alcanzando el corazón de todos los presentes, que con la explosión orquestal final consiguió que ni un solo ojo, incluyendo el de quien esto suscribe quedase seco, en toda la platea, dando lugar a una de las ovaciones, puestos en pie, más emocionantes que yo creo he vivido nunca en toda mi vida. Y doy fe, de que lo mereció.
Lo Imposible Suite:
“Beautiful World” ”Riada (no utilizada en el film)” ”Aldea Thai” ”¡Ayuda a la Gente!/Haber Podido Ayudar a Alguien” ”Henry Buscando/Dad?” ”Lo Imposible”
Como excelentemente señaló María, hay cosas que no pueden explicarse con palabras, pero el Arte, con mayúsculas, SÍ puede. Fernando nos recordó esa inolvidable mañana de septiembre la total certeza de esas palabras, pues él mismo, con su creación musical, con su trabajo, con su talento, nos había contado una historia, nos había hecho sentir, entender, sufrir, emocionarnos, conmovernos, llorar, y finalmente, junto a la orquesta, ser uno con aquellos personajes, con aquella familia, con su historia, sin haber visto ni un solo fotograma del film. Es la magia de la música, es la brillantez de un trabajo al que no le ya falta mucho para entrar en la historia, es la importancia del arte hecho vida. Gracias, Fernando.
Asier G. Senarriaga
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