Once Upon a Time in Kung Fu |
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Hace unas cuantas semanas se estrenó por fin en nuestro país la última y esperada película de Wong Kar Wai. Su principal atractivo era la entrada de un director tan especial, onírico y delicado como él en los terrenos del moderno cine de artes marciales. Para los que no se hayan acercado a verla, una descripción breve: es una película de Wong Kar Wai, para lo bueno y para lo malo. Es decir, su sentido del ritmo pausado, su elevado grado de esteticismo, inunda la pantalla.
La cuestión es que la historia de Ip Man, el considerado maestro del Kung-Fu, queda enfocada bajo su prisma tan especial, que es mejor que nadie piense que se va a encontrar con una moderna Matrix o una clásica película de Bruce Lee, por recurrir a tópicos que sirvan de descripción de la película. Pero curiosamente, el contar esta historia que ya ha sido narrada en diversas ocasiones, sí que aporta algo diferente. Se trata de un mayor énfasis en su relación personal con Gong Er. Con ello el director consigue incorporar ese aura de poesía, delicadeza y personajes en busca de una cierta redención que se representan en todas las películas de Wong Kar Wai.
Estos elementos salpican al resultado de la música como era de esperar. Y personalmente, como algo muy positivo. Para los que no conozcan anteriores trabajos del director, es uno de los que no suelen trabajar de la manera tradicional. Sus películas suelen tardar bastante tiempo en ser realizadas, es muy cuidadoso en todos sus detalles, y la música es uno de ellos. El problema es que eso hace que el compositor no componga la música de la manera que tradicionalmente conocemos. La música suele estar compuesta incluso antes de comenzar el rodaje, y normalmente van desarrollando temas y música en un contexto genérico, que posteriormente el director utiliza a su manera en el montaje final.
Esto que podría parecer a priori algo malo, proporciona resultados interesantes. Aunque Wong Kar Wai, al igual que otros directores actuales como Tarantino o Malick, utilizan música de diversos estilos y preexistente (sea en gran parte o en la totalidad de sus películas), Kar Wai lo hace con un sentido claro de lo que quiere conseguir y que transmite directamente a los compositores con los que trabaja. En esta ocasión vuelve a colaborar con Shigeru Umebayashi como ya hizo anteriormente en 2046 o In the Mood for Love, sólo que se añade un nombre más. Se trata del francés Nathaniel Mechaly, al que estamos acostumbrados a escuchar con su música seca y percusiva para Taken o Colombiana, pero que en esta ocasión se pliega al sonido aportado por Umebayashi y adecuado a la película.
La parte principal de los temas desarrollados en la banda sonora son los compuestos por Umebayashi. El director claramente está intentando construir una banda sonora que, por un lado, acompañe las diferentes épocas reflejadas en la historia, pero por otro, que represente los dos elementos principales de la historia. Esos dos elementos son: el carácter de Ip Man (serio, concentrado, experimentado, centrado en sus artes), y ese amor no realmente expresado, que la música se encarga de plasmar sin palabras en la historia. Este último es el que consigue que una banda sonora tan especial como esta, se pueda recomendar.
La labor de Mechaly parece estar más centrada en la colaboración conjunta con Umebayashi y los aspectos técnicos de la mezcla, orquestación y arreglos. Bueno, y algo más, es el solista de piano y chelo, los dos instrumentos son el alma principal de la música que vamos a encontrar en el disco. Y la verdad es que el resultado de su labor es también parte importante del resultado final de la música que escuchamos.
Evidentemente, las piezas en el disco son bastante independientes, tal vez sea el principal problema de la banda sonora. No existe un desarrollo, no existe un guion musical. Es simplemente un conjunto de temas y piezas compuesto con un objetivo diferente y específico. Por un lado nos encontramos con música que esperas encontrar para una película de este tipo. Percusión en madera, ritmos secos junto con las cuerdas. La música que crea la tensión y la acción en la película. No hay ningún tema de acción desenfrenada. Ni la película lo necesita ni es lo que se persigue en la partitura. Pero sí es evidente que esos elementos puramente orientales aparecen. Piezas como “The Gold Pavilion” o “Manchuria Express” son el mejor ejemplo. Esa percusión, el sonido en los vientos de marcado carácter asiático, nos sitúan geográfica y estilísticamente en la historia. Ritmos continuos, marcados y repetitivos pero no intensos ni descontrolados, como ocurre en ocasiones en el cine de acción moderno. Muy de agradecer y que ayuda a disfrutar de la música la ausencia de elementos electrónicos muy evidentes.
Uno de los aspectos de los que nos vamos a dar cuenta es que esta acción tiene un carácter de baile, de danza coreografiada (lo que es en realidad, para que negarlo). “Manchurian Bolero”, alguna de las mencionadas, anteriormente o uno de los temas principales “Main Theme IV – The Sacrifice” podrían utilizarse en una sala de baile sin problemas.
Ahora que menciono el tema principal, hay varios claramente identificados en la banda sonora (por cierto ¿nos han robado el “Main Theme III”?). Los mismos mantienen ese aire oriental, pero con un tono serio y melancólico, y un punto misterioso. Como identificándose con el protagonista. Percusión de madera y chelo (que no erhu, curiosamente, que sería lo más habitual), con esos añadidos flautas y ligerísima electrónica. Bonitas melodías y base del sonido de la banda sonora.
Por cierto, hablaba antes de la afición de Kar Wai a utilizar música preexistente. Pero no lo hace “Tarantino-style”, sino que tiene un propósito específico y además adaptado al estilo general de la partitura. Aquí nos encontramos desde música de otro proyecto de Umebayashi (“Sorekara”, un drama del año 1985 y ambientado a principios del siglo XX), ópera, y Ennio Morricone. La selección realmente es de alta calidad. Aunque las piezas sean muy conocidas, aportan también ese carácter de romance y delicadeza que persigue la banda sonora. Además, son arreglos específicos para la película, por lo que aunque la orquestación y el estilo son ligeramente diferentes, no da una sensación de “grandes éxitos”, sino que funciona con mucha fluidez. Además, seamos serios… el tener la oportunidad de escuchar momentos como el piano de “La Donna Romantica” de Morricone, es un auténtico placer. El mismo que para el director, que la ha incluido como homenaje al propio Morricone y a Sergio Leone, a los que considera como favoritos personales. Eso sí, programad el CD para sacar de la escucha esa horrenda (lo siento para los que les guste la ópera china, pero yo no soy uno de ellos) “Si Lang Tan Mu”.
Pero donde está el punto destacado es en el elemento romántico. El tema de amor es uno de los más bonitos que he escuchado en los últimos meses. A pesar de que sus títulos parezcan indicar que hay más de uno, el tema es único. Umebayashi lo presenta a piano y chelo en “Love Theme I”. Pero es el “Love Theme II” el centro de la partitura. Desgranando el tema de manera delicada y en sólo piano en su inicio. Poco a poco regresa el chelo y la orquesta, aumentando la intensidad del tema. Con ello consigue que esa sensación de romance, con su punto de melancolía y delicadeza, alcance su punto más alto. Si además se completa la banda sonora con música como el “Deborah’s Theme” de Morricone para la película Érase una vez en América, podéis imaginar que aquí es donde se centra el punto fuerte de la partitura.
En conjunto, una banda sonora deslavazada pero disfrutable. Con muy buenos momentos. Pedazos, ideas y retazos de composición que reflejan en temas las ideas del director, expresadas a través de los dos compositores. El resultado final refleja todos los puntos buenos y malos de este tipo de enfoque de producción audiovisual. Pero es evidente que la producción y el concepto ejecutado, está mucho mejor pensado que si se tratara de una simple recopilación de “grandes éxitos”. Ahí es donde se encuentra la principal diferencia a destacar de esta banda sonora.
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