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  My Old Lady

 
Mark Orton
     
Año:   2014
Sello:   Deux Chevaux & BBC
Edición:   Descarga digital
Nº Tracks:   23
Duración:   40 minutos
     
Ficha IMDB
 
Web del Compositor
 
 

Reseña por:
Jordi Montaner

 
1. The Return
2. Exploring
3. You Parlez to Me?
4. Merci Beaucoup
5. The Blood of Paris
6. Liaison/The Hunter
7. Going to Brocante
8. Don Giovanni – Variation 1
9. Viager
10. The Other Woman
11. Asterisk
12. Old Photos
13. I’m Not Impressed
14. English Lesson/Chloe’s Invitation
15. You’ve Been Warned
16. Childhood
17. Reminiscence
18. The Comet
19. Not Family
20. Don Giovanni – Variation 2
21. Mathias & Chloe
22. Cow & Pig
23. The Repatriated Gable
 


La polifacética instrumentación de que se sirve Orton para adjudicar el timbre preciso de una guitarra, un acordeón, un violoncelo, un «waterphone» o un piano a cada tipo de emoción suscitada.


Uno empieza a estar algo harto de que los músicos de cine acudan siempre al inefable acordeón para ilustrar escenas en París.


El violín de Carla Kihlstedt diseccionando fragmentos aislados de la ópera Don Giovanni (Mozart) a través de dos variaciones.

 

 
Música sencilla, barata y eficaz
 

altMark Orton se perfila como un psicoanalista de las bandas sonoras. En Nebraska (2013) coció una simplista partitura para evocar el quijotesco viaje en blanco y negro de un padre anciano y demente junto a su hijo por las desérticas rutas del Oeste americano.

En My Old Lady el viaje es algo más turístico (París) y en color, pero la muerte del padre y una elíptica dependencia edípica de la madre roturan al protagonista, Mathias Gold (Kevin Kline), y exponen el espectador ante la morbosa intuición de Mathilde Girard (Maggie Smith) y su hija Chloe (Kristin Scott Thomas). La capital francesa lo es también de toda suerte de historias de amor en el cine, pero en esta cinta el porqué manda sobre todo qué, quién, cuándo, dónde y cómo.

altMy Old Lady no es una película almibarada de amor explícito, así a lo tonto. Lo más importante es absolutamente intraepidérmico, prisionero de las convenciones, la realidad y el sentido común. La música de Orton trabaja sobre todo el subconsciente, las emociones más íntimas e inabordables que, en forma de sonido de un instrumento particular -como Prokofiev proponía en Pedro y el lobo– dan forma a vergüenza, temor, soledad, atractivo, tristeza o gozo… Lo malo es que Orton no es un compositor sinfónico y la partitura pierde toda unidad, toda estructura narrativa.

altSe trata de una fórmula que funciona y que va a más: cine nuevo de jóvenes realizadores que basan toda la fuerza de sus relatos en la emoción/tensión entre protagonistas; música sencilla, barata y eficaz que proporciona ambientes sonoros idóneos al montaje resultante.