La secuela de la frikada de serie B |
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Sé que lo estabais deseando. No os podía dejar con los dientes largos. De los nuevos lanzamientos de Lakeshore sé que el que os importaba no era el de la partitura para la anterior película de la que ya hemos hablado. Tras disfrutar de su estreno en cines y televisión estabais deseando que llegara el momento en que habláramos de la gran película… la siguiente…: Sharknado 2: The Second One.
Evidentemente no se va a llevar el premio al nombre de secuela más original (tal vez sí el de más evidente, o más tonto, muy cerca del de clásicos de similar enjundia como Aullidos III: Los Marsupiales o Breakin’ 2: Electric Bogaloo…). Pero hay que reconocer a The Asylum, productora especializada en este tipo de títulos y responsable de lo que será una larga saga “sharknadense” (y si no… al tiempo, en verano del 2015 nos llegará Sharknado 3: Super Nova), que han sabido coger lo que podían ser únicos elementos de gracia de una historia tan tronada como esta y elevarlos a la máxima potencia.
Pues lo mismo podéis aplicárselo a la música. El director, Anthony C. Ferrante, sabía que contaba con bastante más margen de trabajo y que iba a jugar con la existencia de la anterior y su éxito como mejor baza. Por ello, y como buena secuela, se creció a lo grande, con la partitura como principal muestra. No es que hayan contado con 10 veces más presupuesto, ya que es similar al de la primera parte, pero sí en ambición. Si encima le sumamos que uno de sus referentes a la hora de ofrecerles material a los aficionados ha sido Aterriza como puedas, el resultado es una combinación ganadora. Y quien no se crea lo de Aterriza como puedas, que no se pierda especialmente el primer cuarto de hora de la película.
A lo importante, la música. Lo primero a destacar es el cambio de responsables en la composición. Desaparece Ramin Kousha, que no hizo un mal trabajo para la primera parte, y aparece el nombre de Chris Ridenhour, un veterano en estas lides de series B con títulos tan increíbles en su haber como Mega Shark vs. Giant Octopus, Two-Headed Shark Attack o Nazis at the Center of the Earth. Evidentemente el tema de los tiburones no le es extraño, y la verdad es que el resultado en Sharknado 2 no es nada malo. En esta ocasión, además, está acompañado por su amigo Chris Cano, otro compositor versado en estas historias y con créditos como Mega Shark vs. Crocosaurus, Mega Phyton vs. Gatoroid o Titanic II. Cano ya le acompañó en alguno de los títulos anteriormente mencionado. La verdad es que en los créditos no se especifica de qué manera se reparte su labor compositora, pero el resultado, teniendo en cuenta la película y temática de la que estamos hablando, es más que entretenido.
En esta ocasión la partitura se olvida de la creación de ambientes y atmósferas, que era la base de la primera. En su lugar contamos con una música mucho más directa y, probablemente, mucho más cercana de lo que a priori esperaríamos de un título así. La paleta es mucho más expansiva y más grande, como la propia historia, y cargada de acción a raudales. Ese puede ser su principal atractivo, y al mismo tiempo su principal problema. Y es que estoy hablando de una banda sonora de casi 75 minutos, en la que el 90% de la misma es pura acción desenfrenada. Hay momentos de respiro, de suspense y tensión. Pero la banda sonora tiene claro que es lo que se espera de ella para acompañar a los 90 minutos de duración de la película.
El sonido es grande y orquestal. Cuerdas, metales, percusión, e incluso con la aparición de voces en algún momento puntual. Sí que es verdad que la falta de profundidad y fuerza de la misma, parece indicar un trabajo con bastante cantidad de samplers. Teniendo en cuenta la amplia utilización también de electrónica, haciendo aparición en momentos determinados, incluso de manera muy prominente, no parece que estemos muy desencaminados de pensar así. Pero el resultado no es para nada artificial. He escuchado supuestas bandas sonoras con orquesta real que suenan más sampleadas que Sharknado 2. Los compositores saben proporcionar una buena sensación de “masa” orquestal, que contraponen frente a momentos más acústicos y tranquilos. Aunque estos últimos sean pocos, sí que los reparten bien a lo largo de la duración de la banda sonora.
El grueso en sí de la música de la película se divide en dos partes. Por un lado, la que acompaña a las secuencias inicial y final de la película, y que representan cerca de 28 minutos del total la música sólo entre ellas dos, probablemente sean lo más destacado de la misma. Y ya sólo su inclusión hace que la edición de la banda sonora valga la pena. Por otro lado, las 20 piezas centrales son la actual banda sonora que desarrolla la historia propiamente dicha de esta película.
Estas últimas son las que, básicamente, nos presentan un tema de acción detrás de otro sin ningún tipo de respiro que supere más allá de los 30 segundos. Alguna de ellas cuentan con una mayor carga de electrónica en percusión, y algún que otro motivo, como pueden ser “The Call and Goodbye”, “The End is Near”, “The Subway”, “Taking Out the Garbage” o “Tastes Like Chicken”. En otras, es la orquesta la que inunda todo, como “Stadium Attack”, “Jumping the Sharks” o “Samurai Sharks”. Pero el resultado es una música que no parece tener límites ni freno. Probablemente la única que se pueda definir como tranquila es “Elevator and Bike Run” con piano y electrónica. El resto es puro asalto sensorial. Ahí radica el problema que mencionaba antes, y es que la música es sólo eso. Lo cual la hace perder muchos puntos por falta de personalidad y no querer aportar algo más.
Dicho esto, sí que es verdad una cuestión. Tanta acción hace que resulte difícil darnos cuenta que SÍ hay un motivo heroico que va desarrollándose a lo largo de la banda sonora. Aunque sea de manera muy simple. La primera vez que lo escuchamos es en una de las piezas destacadas y que abre la película y el disco. “Fin in the Clouds” es la música que acompaña a un prólogo de la historia, a lo película de James Bond, con que comienza la misma. Es el momento de mayor referencia a Aterriza como puedas (vedla, y ya me contaréis) y en sus 12 minutos aprovecha para mostrarnos todas sus cartas. Fuerza orquestal repentina con coros, para irse apagando y mantenerse en un nivel ambiental muy tranquilo. Superando los 2 minutos, unas delicadas notas en teclado hacen su aparición creando un motivo muy pegadizo. Son 20 segundos, muy delicados. Pero sirven para presentárnoslo.
Toda esa primera parte tiene un estilo muy clásico de película de suspense y acción, con un referente claro (sin ser nunca una copia) que sería Jaws. Incluso lo raro es que no hiciera referencia al clásico de cine de tiburones por antonomasia. Pero es simplemente una pequeña referencia de estilo, que no vuelve a utilizar. Luego es ya en la segunda mitad de la pieza, a partir de los 7 minutos cuando se desata la acción sin freno, que es el carácter posterior de toda la banda sonora.
Ese motivo heroico es una de las razones de interés de la banda sonora. Al tener ese carácter de acción, la aparición del motivo hace que la música vuelva a fijar nuestra atención, ya que los momentos de “descanso” presentan el motivo o variaciones del mismo. A veces incluso difíciles de apreciar. Por ejemplo, en la parte final del prólogo, cuando vuelve a aparecer en un par de ocasiones, interpretada por toda la orquesta, consigue que la pieza gane un brillo y luminosidad que le proporcionan resolución a la misma. Cuando el protagonista gana presencia y resolución en la historia es la música quien se lo está proporcionando. Sólo tenéis que fijaros en las puntuales apariciones del motivo a lo largo de la partitura. Comenzando con “Stadium Attack”, se van encadenando una serie de piezas de acción en las que Ridenhour y Cano van preparando el crescendo de la intensidad de la tensión. Llegando a “The Subway”, electrónica y orquesta continúan peleando por hacerse con el control, hasta que en la parte final introduce una breve aparición del motivo totalmente finalizando la acción y en un tempo mucho más lento.
Por cierto, la atención que proporciona este motivo también va a hacer que nos fijemos en una cosa muy extraña e incluso desagradable de la producción de la banda sonora: finales abruptos, incluso como si se bajara el volumen de repente de los temas. Es muy extraño, con algunos cortes realmente incomprensibles y súbitos como en “Elevator & Bike Run” o “Samurai Sharks”, que luego reenganchan en el comienzo del tema posterior.
La verdad es que esta banda sonora, a diferencia de la anterior, va a gustar no sólo a los fans de la serie de películas sino también a los no fans. Para cualquiera que disfrute con una buena música de acción sin freno, con un momento definitivo detrás de otro y poco respiro, aquí tiene una buena muestra. Evidentemente, le falta el presupuesto de trabajar con una gran orquesta real detrás, y que no cuenta con un desarrollo de historia o temático destacado, lo que hace que termine siendo algo impersonal en su conjunto. Pero desde luego está bastante más trabajada de lo que muchos otros proyectos de similar categoría lo están (incluso algunos supuestamente de más categoría). Además, como ya mencionaba, sólo por ese prólogo; y luego el guardarse lo mejor para el final con la grandiosa “The Big Ending” y su utilización destacada del único motivo memorable de la partitura, tenemos suficiente para disfrutar con ella.
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