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  Big Bad Wolves

 
Frank Ilfman
     
Año:   2013
Sello:   MovieScore Media
Edición:   Normal
Nº Tracks:   18
Duración:   54:20
     
Ficha IMDB
 
Web del Compositor
 
 

Reseña por:
Antonio Miranda

 
1. Big Bad Wolves: Main Theme (04:15)
2. Hide and Seek: Opening Titles (04:10)
3. The March (02:00)
4. Scream for Me (03:16)
5. The Chair of Horror (02:41)
6. The Phone Call (01:46)
7. The Chase (03:15)
8. Help Me (02:38)
9. Saved by the Bell (02:45) 
10. A Story about a Little Girl (04:16) 
11. Hammer and Bones (01:55)
12. Man Rides a Horse (01:35)
13. The Truth Will Set You Free (02:42)
14. The Green House (03:53)
15. Now Talk (02:00)
16. Bike vs Car (02:37)
17. The Last Breath (03:48)
18. The Missing Girl and Epilogue (04:48)
 
 

«Big Bad Wolves: Main Theme»

«The Chair of Horror»

«Saved by the Bell»

«The Last Breath»

 


La irrupción directa y poderosa de las secuencias violentas, con unas notas basadas en los graves que chocan directamente, y a su favor, con las partes cómicas inmediatamente previas. 


La parte en la que Ilfman centra su empeño en la narración de las secuencias humorísticas y el carácter demasiado exuberante de la percepción global de la banda sonora.


El inicio de la secuencia de las uñas de los pies en «Saved by the Bell». Portentoso.

 

 
Variedad exquisita, calidad compositiva limitada
 

altOcurre pasados los diez minutos de historia; un inicio algo titubeante, tanto de argumento como de partitura (la primera parte se mantendrá en un hilo de indefinición atractivo), mas no sin falta de una interesante intención. Compositor y director optan por dibujar una introducción de carácter absoluto («Hide and Seek: Opening Titles») y en ella se trazan ya las líneas premeditadas del filme y de la música, con esta dando forma a una pieza principal de carácter clásico dentro del género de terror, no demasiado atractiva pero sí con fuerza y presencia. A punto de llegar al cuarto de hora inicial, como he dicho, y tras algún toque humorístico que no luce demasiado el principio de la obra, la secuencia que presenciamos, impactante y directa y en aparición de la imagen de las piernas ensangrentadas, nos desvela en qué mundo musical vamos a movernos («Scream For Me»). Un apoyo de escenas muy atractivo que, si bien alguna que otra vez se decanta por seguir el tono burlesco y cómico de lo que vemos, en la mayoría de situaciones se dedica a reflejar la situación dramática que por momentos parece quedar escondida (u olvidada; repito, intencionadamente por la tendencia a la comedia negra de la película).

altLa partitura de Frank Ilfman para Big Bad Wolves desprende una variabilidad exquisita. Aquí radica su potencial y no tanto en la calidad compositiva, que la tiene, pero limitada; seguramente acotada por la función que el director ha querido: la narración descriptiva, una cualidad de la música para cine encumbrada por el genial Bernard Herrmann (incuestionable dominio de tal faceta en Vertigo). Así pues, la línea narrativa que adopta Ilfman desde este lado más de apoyo secuencial, prolongado, pausado…se convierte en adjetivo constante en la historia, escuchándose continuamente y adoptando desde matices clásicos hasta otros más en segundo plano y ligeramente electrónicos, que mezcla con los primeros de forma hábil e interesante.

altLa unidad compositiva no sobresale en Big Bad Wolves, de hecho, estudiándola en profundidad, vemos cómo en el primer tercio de metraje van apareciendo pequeñas piezas que cambian de forma y únicamente mantienen los sonidos tipo. La trama evoluciona y se forma y, así parece ser, la partitura sigue el mismo camino. No obstante, el matiz narrativo otorga a la falta de globalidad una presencia conjunta adquirida desde este ámbito. El artista consigue unas cotas protagonistas muy altas y mantiene una tensión argumental él solo, llevándonos hasta pensamientos macabros sin necesidad de presenciarlos en pantalla. Es más, los momentos de humor negro irán creciendo (parte en la que la composición baja considerablemente el nivel) y el sentido dramático de las acciones será presentado, principalmente, por la música.

altAproximándonos a la mitad de la historia la composición da un salto en intenciones. Su cuerpo central se mueve hacia un cariz más dramático. Nos situamos en la secuencia en la que el policía destituido inicia la investigación como civil, el sospechoso prepara el cumpleaños de su hija y el padre de la niña asesinada prepara el sótano de su recién adquirida vivienda. La unión de estos tres personajes es conseguida con gran ingenio y no menos mérito se aprecia desde la composición. Las notas que inician esta escena son poderosísimas, de lo más alto en nivel de sensaciones de todo el filme («The Chair of Horror»). A partir de aquí, el trabajo de Ilfman crece, ya no en cantidad de apariciones, que siguen siendo numerosísimas, sino en la seriedad que muestra. Imágenes y director mantienen, a ratos, el punto grotesco de los personajes (nunca en detrimento de la severidad de lo que se cuenta y sucede, gran mérito por otro lado), mas el compositor israelita traza con destreza líneas de personalidad seria, un contraste éste que hace crecer la película cada vez más pero que, comprobado poco más tarde, se enquista y no evoluciona, manteniendo un equilibrio de temática ya en el recinto donde se terminará de desarrollar todo.

altLlegamos a una escena crucial, larga, intensa y que va a aglutinar en torno a ella absolutamente todas las intenciones hasta ahora presentadas, desde el terror más sádico hasta la situación más absurda, pasando por instantes algo ridículos. La partitura acompaña esta situación de principio a fin y la seriedad que había adquirido es sustituida por el mencionado compendio de intenciones hasta ahora suscritas.

La segunda parte del filme, en la que ya nos encontramos de lleno, es, como he apuntado, un compendio alocado y genial de infinidad de situaciones, sensaciones y contrastes. He de admitir que no soy fiel seguidor del humor insertado en creaciones de cierta seriedad pero, igualmente, acepto la maravillosa mezcolanza de idas y venidas de tal género y el choque absoluto que se produce con los momentos de violencia y sadismo. Trasladado a la música, opinaría lo mismo y, de similar forma, ocurre con ella lo comentado. Ilfman apoya las secuencias de humor con combinaciones algo triviales pero, al cambiar repentinamente a los cuadros dramáticos, consigue un entusiasmo tal que el concepto general de su obra aumenta. Así ocurre en el otro instante mayúsculo de la obra: el padre se dispone a desatar el zapato del supuesto asesino para arrancarle las uñas de los pies. Las notas suenan espeluznantes, horrorosas y aparatosas adornadas cruelmente con las cuerdas agudas («Saved by the Bell»).

altLlegada la parte final, la estructura de la banda sonora ha quedado fijada. Un planteamiento en forma de A-B-AB, en la que A queda formada por el primer tercio, algo difuso y revuelto, con ideas muy distintas y temas variados; B, establecida como la parte más seria y digna y AB como el compendio final de las dos primeras estructuras y que dibuja el cuerpo principal de la obra, con un equilibrio de intenciones y un contraste entre los simplones momentos humorísticos (siempre musicalmente hablando) y las potentes apariciones de sadismo.

En conclusión, una partitura de comedia negra interesante que propone, curiosamente, toda su fuerza en la parte seria y que debilita bastante su consideración en la humorística. Trabajo muy elaborado pero presente, quizá, en exceso y que le lleva a, ella misma, ser protagonista en la trama ligeramente por encima de lo que hubiera sido necesario.