Djawadi un poco más arrogante |
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Ramin Djawadi tal vez sea el discípulo (casi ahijado) más sobresaliente y aplicado de Hans Zimmer. Alemán como su mentor, aunque de ascendencia iraní, Djawadi tiene un abanico tan amplio de gustos y recursos musicales que podría abarcar de Tchaikovsky a Rage Against the Machine. Sin embargo, su casi exclusiva ubicuidad hasta ahora en proyectos televisivos lo ha hecho muy circunspecto, elemental, reiterativo. La posibilidad de «abrirse» aunque sea con proyectos cogidos un poco por los pelos, como es este Dracula Untold, permite a Djawadi desmelenarse un poco y elevar el listón de sus planteamientos musicales, hacerse un poco más arrogante.
El planteamiento del director Gary Shore para esta película se aproxima mucho más al 300 espartano que al precursor Dracula de Coppola. El característico (y nunca sabremos si necesario) tratamiento digitalizado de las imágenes obliga a que la música se ajuste a un meticuloso sampleado de tiempos y tonos, muy en la línea de la factoría Zimmer: hay orquestas, voces, instrumentos étnicos y otros recursos de laboratorio, pero todo se supedita a los requisitos informáticos, cibernéticos… El «montaje» de la música prima sobre cualquier otro planteamiento. Más que la emoción suscitada, manda el efecto sonoro resultante.
La cuestión es que Ramin Djawadi se doctora cum laude en esta doctrina y con esta partitura. Una música, si se permite, mil veces más perfecta que la propia película y que debe atraer la atención de los aficionados a las BSO sobre este talentoso compositor con mucho más futuro que pasado, un músico etiquetado con Game of Thrones pero al que tanto vale un barrido como un fregado, siempre que se empuñe la herramienta en cuestión a modo de espada invencible.
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