El regreso a un sonido de cine negro |
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Cómo me gusta hablar de películas y bandas sonoras que tocan mis géneros favoritos. El cine negro es uno de ellos. Y la verdad es que en la actualidad echo muchísimo de menos esa atmósfera, esos personajes, esas historias, esa fotografía y su música. Muchos dicen que son “cine negro” y no pasan de ser thrillers normalitos. El cine negro tiene mucho más elementos detrás, y en la actualidad no es fácil encontrar historias que sigan dichas pautas. Pero Scott Frank es uno de esos directores y guionistas de Hollywood que sí persigue dicho género. Para quien no le suene es el guionista de películas como Dead Again, Malice, Get Shorty, Heaven’s Prisoner o Out of Sight, entre otras. Por lo que el terreno del thriller lo tiene más que manejado. Y en todas ellas siempre han estado muy presentes ciertos elementos muy cercanos al cine negro. Con su primera incursión en la dirección con The Lookout también empezó mostrando que su manejo de ese terreno era aún más cercano al género. Pero con esta adaptación de la novela de Lawrence Block lo deja bastante más que claro.
El detective Matthew Scudder acepta el trabajo de encontrar quién es el responsable del secuestro y asesinato de la esposa de un señor de la droga de Nueva York. Especialmente cuando todo parece que no es la única vez que ha ocurrido algo parecido. El resultado es la creación de uno de esos personajes míticos de novela que tan bien encarna Liam Neeson (alejado del puro héroe de acción de Taken), en una historia oscura y dramática. Actualmente es el tipo de historias que suelen venir acompañadas de la clásica partitura moderna y urbana, con muchos elementos modernos, electrónicos y percusión. James Newton Howard es un auténtico maestro en estas lides. Sin embargo, en esta ocasión nos vamos a llevar una agradable sorpresa con un recién llegado.
Carlos Rafael Rivera, a pesar de su nombre, que es herencia familiar, es un músico y compositor norteamericano que se enfrenta por primera vez al trabajo de componer una partitura para cine. Se presenta como un protegido de Randy Newman (incluso con crédito de agradecimiento a este en el libreto de la banda sonora) y miembro de diversas orquestas en Estados Unidos. Sin embargo, ya os aviso que su música no guarda ningún parecido con lo que podríamos esperar del propio Newman. En este caso la partitura es muy comedida (tanto en estilo como en presencia, ya que apenas supera los 30 minutos) y sombría. Una música que nos trae bastantes recuerdos a la clásica música de thriller de los años 70 que podíamos esperar de compositores como Jerry Fielding o Michael Small. Todo un tour de force dramático y oscuro que le proporciona el tono adecuado a la historia que acompaña.
El resultado es una banda sonora que puede no aportar el brillo o la espectacularidad de otras partituras de películas del género, pero a cambio lo llena de personalidad y profundidad. Lo principal es que en su conjunto aporta una atmósfera tremendamente dura y opresiva. Incluso en las escenas diurnas, la sensación es realmente dramática, de ahí el fuerte carácter que proporciona la música a la historia. Se adapta perfectamente a lo que nos quiere contar y a lo que acompaña. En muchos momentos la banda sonora nos llena de tensión y anticipación. Momentos como “Red Hook”, con ese desgranado premioso y lento de las notas en las cuerdas, el ritmo en los timbales y la participación del waterphone de una manera totalmente diferente a la habitual, con notas que van cayendo como gotas agua. Y todo ello con una sensación de gravedad que va en aumento según va avanzando la pieza. Incluso en ocasiones acompañadas de cierta distorsión en la acústica como en “Ray and Albert”, creándonos una atmósfera incómoda e inquieta. Y en otras de manera más clásica con piano, cuerdas y waterphone en “Matt Follows Loogan” o “Finding Loogan’s Shed”. Dentro de su contención y estilo, la música sabe mantenerse en el mismo, pero ofreciendo variedad en su orquestación y evolución. La atmósfera se mantiene, pero no estamos escuchando continuamente el mismo sonido o motivos, que suele ser lo habitual en partituras tan atmosféricas. Todo un acierto.
En su parte final, la gravedad llega niveles realmente importantes. Una de sus piezas centrales, “Among the Tombstones”, eleva la carga dramática a los niveles más altos de toda la banda sonora. Pero el sonido es tan oscuro, especialmente con la incorporación de las voces de esas tumbas que parecen estar dirigiendo al protagonista, que nos es difícil sentir que estamos en uno de los momentos claves de la historia. La tensión se va cargando poco a poco, pero sin dejar de crecer, hasta que llegamos a “Kenny in the Basement”. La música aún más premiosa. Con las cuerdas entrando y saliendo muy lentamente, incluso con silencio entre ellas, consiguiendo que la sensación de tensión se vaya acrecentando. Las voces y orquesta comienzan a intervenir, cargando la melodía de una cierta tristeza interrumpida por el sonido de una guitarra distorsionada que da paso a la tensión de nuevo. Creciente, sin freno. Hasta generar una especie de cacofonía controlada entre el sonido de esos “fantasmas” que le hablan y la orquesta. Drama con mayúsculas, resuelto de una manera magnífica por Rivera.
La efectividad de esta atmósfera tan negra y cargada no viene dada simplemente por la presencia de tensión y drama en la música, sino también por la presencia de un motivo central sobre el que gira toda la banda sonora y que está presente en buena parte de ella. Una melodía tremendamente seria y con carácter cuya primera presentación es durante los “Main Titles” tras una intro de las cuerdas y voces que se abre a este tema principal. Esas notas brillantes que se van desgranando como gotas de agua y que contrastan con el sonido oscuro de las cuerdas y las voces. La pieza es una variación del tema del protagonista que escuchamos en “Matt Scudder”, sólo que la presentación en este track es más brillante, emocional, con un tono triste y melancólico. Pero a lo largo de la banda sonora, dicho tema permanece invariable en su desarrollo, sirviendo como de apoyo emocional a la partitura, en todos los momentos en que aparece. “Kenny’s Story” incluye un ritmo en timbales que aporta una sensación más animada a la partitura. “Ray Cases the House” añade la guitarra y las voces en su desarrollo, aportando algo más de misterio. “Drive to the Cemetery” añade la guitarra y una distorsión, lo que proporciona un carácter evocador a la pieza, el recuerdo de todos los que se encuentran presentes en dicho lugar. Pero el motivo en sí no varía. Es tremendamente sencillo, bien es verdad. Pero su desarrollo es el mismo, es la orquestación que le rodea lo que proporciona variedad en su sonido y atmósfera.
“Aftermath / Reprise” es la muestra perfecta que resume la banda sonora. Presentando el motivo principal, así como los diferentes elementos orquestales y atmósfera de la misma. Evidentemente, la música no es una partitura o una composición alegre y divertida. Deliberadamente quiere ser oscura y todos los comentarios que he realizado en ese sentido los hago con un sentido positivo en cuanto a la valoración de la banda sonora. Por supuesto que este tipo de música, a menos que nos encontremos en un estado semidepresivo, no es la que habitualmente vamos a tener escuchando de continuo. Otras bandas sonoras más emotivas o de acción seguro que garantizan una mayor escucha continua de su música. Y por ello es un tipo de música que puede ser más atractiva para aficionados de mi estilo. Con un sonido que recuerda a trabajos de compositores como Christopher Young o Marco Beltrami, el debut Rivera es realmente muy interesante. Su sentido del drama, la composición, la orquestación y la contención en este trabajo le hacen merecedor de mucha atención.
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