Dubstep o cómo componer acción electrónica sin freno |
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Tengo que reconocer que, en ocasiones, el mercado cinematográfico norteamericano no deja de sorprenderme. Pero tengo que reconocer también que cuando se les mete algo en la cabeza lo persiguen sin cesar. Que una serie se origine en una película, que realmente no tuvo un éxito importante, y que llegue a su cuarta película a estas alturas realmente es de locos. No sé si de locos buenos o de locos malos, pero de locos. Y eso que personalmente yo soy de los que se lo pasó muy bien con aquella primera película. Las otras no he tenido la suerte (tampoco sé si buena o mala) de poder verlas. Lo que sí considero que es una suerte (en este caso buena) es que han contado con buenos compositores, y con resultados realmente aceptables y muy válidos, especialmente para los proyectos que eran. Los aficionados a las partituras de acción han disfrutado de tres estupendas muestras de buena música. Don Davis realizó uno de sus últimos trabajos antes de prácticamente desaparecer en Tras la Línea Enemiga. A continuación fue una joven Pinar Toprak quien realizó uno de sus primeros trabajos con Tras la Línea Enemiga: El Eje del Mal. Y finalmente el veterano Joseph Conlan fue el encargado de poner su sello en Tras la Línea Enemiga: Colombia.
Ahora nos llega Tras la Línea Enemiga: Comando de Élite. Una película mucho más moderna e hiperactiva en cuanto a estilo. Fotografiada, escrita y dirigida por el holandés afincado en los Estados Unidos, Roel Reiné, todo un experto en continuaciones de sagas. No en vano es responsable de Death Race 2, Death Race 3, The Scorpion King 3, 12 Rounds 2 y la pendiente de estreno The Man With the Iron Fists: Sting of the Scorpion. Casi nada. Me da incluso hasta cierto miedo acercarme a ellas, especialmente pensando que la última película completamente original ha sido ni más ni menos que Dead in Tombstone. Con este temible curriculum, sin embargo, vuelve a sorprenderme que para un proyecto de estas características la serie vuelva a contar con un compositor que está poco a poco ganándose un cierto nombre, como es el sudafricano Mark Kilian.
La película vuelve a contarnos una historia de soldados abandonados en un entorno hostil, en esta ocasión el Congo, en el que deben enfrentarse a sus enemigos y los peligros del propio terreno. Un proyecto en el que prima la acción continua, junto con el estilo videoclipero e hipercinético del director, necesita una música que sea capaz de adaptarse al mismo. Para ello Kilian ha decidido no comedirse lo más mínimo y se ha lanzado a la locura hiperactiva electrónica. Sin embargo, se nota la diferencia de contar con un profesional de cierta calidad y experiencia incluso en este tipo de proyectos, a contar con profesionales que podría haberse decantado por el sonido impersonal típico y tópico habitual de este tipo de subproductos en la actualidad.
De primeras, y para que sirva como aviso a los que quieran aventurarse en esta partitura, su carácter es de acción electrónica dura y agresiva. No se trata de electrónica ambiental. Esta es un asalto total a los sentidos, con más de una línea aprendida del trabajo de Zimmer para Black Hawk Down. Ahora bien, el compositor consigue que el resultado sea variado y completo durante la hora de duración de la misma. En el fondo estoy siendo un poco malvado. La música no es totalmente así, aunque sí es verdad que es el carácter de gran parte de la misma. El propio compositor comenta que estaba muy interesado en experimentar con el sonido “dubstep” y que este proyecto le pareció ideal para dejarse llevar.
Para los que no sepáis que esto del “dubstep”, es un derivado de la música electrónica. Específicamente del denominado estilo “drum and bass” que se comenzó a utilizar mucho a principios de este siglo. Por intentar definirlo de una forma sencilla se trata de composiciones formadas por series de “loops” bajo las que se desarrollan líneas de bajo muy potentes y patrones rítmicos reverberantes, “samples” troceados y elementos vocales ocasionales. Actualmente es un estilo que mucho pop moderno utiliza. Bueno, terminada la clase de teoría musical, esa descripción que he hecho es perfecta para que entendáis cuál es el sonido de los elementos y piezas de acción que vais a encontrar en la banda sonora. Ritmos muy marcados en la electrónica, con multitud de efectos, “reverb” y otras manipulaciones.
La primera pieza, a modo de intro, ya nos lo deja claro. “On Tonga’s Trail” introduce un motivo solo vocal precioso que nos sitúa claramente en el continente africano, para inmediatamente empezar a cargar ritmos de diversos tipos de “samplers” en un asalto electrónico cargado de efectos y distorsiones, con esa línea de bajo machacón que os comentaba. La fuerza y dureza de la acción es muy evidente y esta característica le aporta un carácter muy duro a la situación que acompañe a la película. Además es que Kilian, sigue el estilo al dedillo. Incluso incluyendo los habituales “drops”, “rewinds” y “reloads” característicos del “dubstep”.
Y esto es sólo el comienzo. La verdad es que la música que acompaña a los múltiples momentos de acción sigue esas características, incluso elevando su potencia y velocidad aún más. Por ello Kilian, no entra a desarrollar un motivo o tema en estos momentos de la banda sonora. Simplemente se limita a marcar carácter a la música y mantenerlo, dentro sus múltiples variaciones, como acompañamiento. “Bridge Attack” es otro nuevo asalto. En ella apreciamos además, dos elementos que si utiliza el compositor para darle un cierto carácter personal. Por un lado una guitarra eléctrica que parece sacada de un grupo de “trash-metal” y una base de cuerdas que acompaña y sirve de base a la electrónica. Piezas como “Dam Busters”, “Shake It to the General” y toda la parte final desde “To the Tallest Building” son de auténtica descarga adrenalínica. Evidentemente no es material para todos los gustos, pero insisto en que Kilian consigue darle la suficiente personalidad y elementos para hacerlo interesante.
Ese interés viene marcado por el intento del compositor de aportar ciertos motivos reconocibles a la música, que son los que hacen que la misma tenga esa personalidad. Pero también, equilibrarla con momentos introspectivos y emocionales que le proporcionan interés a la banda sonora. En cuanto a los motivos, Kilian utiliza diferentes elementos. Por un lado le da a la guitarra eléctrica unos arreglos a desarrollar en ella y que no se convierta en un simple solo de distorsión (“Street Mob with Guns”). También aprovecha para dar mayor presencia a la orquesta en mitad de la acción (“Kamikazi with a Twist”). En otras ocasiones aprovecha para introducir un elemento árabe-africano con el sonido del duduk y similar instrumentación étnica (“What to Do With the Mine” o “Three Seals Down”). E incluso le proporciona un motivo a los malos de la película, al más puro estilo oeste con guitarra acústica (“Ethnic Standoff” o “One Man’s Terrorist”). Es decir, que desde luego trabajo y variedad tiene.
Eso sí, tengo muy claro cuál es el punto de atención para cualquier aficionado: los elementos y motivos emocionales principales de la banda sonora. El más destacado es esa voz solista masculina que va a apareciendo a lo largo de toda la partitura. Su presencia parece identificar el sufrimiento de ese continente plagado de guerras y mercenarios, con los que sus habitantes parecen condenados. Su utilización habitualmente permite darnos algo de respiro en el ritmo de la banda sonora, y habitualmente suele venir acompañado por una mayor presencia orquestal y una guitarra acústica, que permite unirla en estilo al resto de la partitura. El resultado es realmente bonito. Momentos como “Almost Dead in Africa” con ese piano en su introducción o “All Over the Place”. “Join the Peace Corps”, en el que la voz solista aparece acompañada por un coro de voces que parece darle su apoyo y presencia, siendo aún más memorable su presencia en “From Africa with Torture”. En esta última realizando incluso una mezcla de ambos mundos de la banda sonora que desarrolla en “Falling for the Wrong Gal”. Pero el momento para el aficionado es la ruptura de la emoción que se produce en mitad de toda la parte final de la banda sonora con “Killing Zoe” y el precioso y emotivo tema que aparece brevemente en mitad de la pieza.
Por resumir, una banda sonora de carácter muy especial y agresivo, por la utilización del sonido “dubstep” que no va a ser adecuado para todos los paladares. Pero a la que es innegable la capacidad de tensión y acción que proporciona. Si le sumamos el buen trabajo de Kilian a la hora de aportar también emoción y personalidad a la música, el resultado es bastante más interesante de lo que la gran mayoría de estos subproductos directos a video suelen aportar en ese campo. Esa es la diferencia de contar con un compositor de mayor carácter y calidad. Es dura, es difícil y no es fácil de escuchar. Pero, insisto, merece la pena valorar lo que aporta a la historia a la que acompaña.
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