El Niño

Cuando las distribuidoras internacionales vieron en Cannes la última película de Daniel Monzón todas le dijeron lo mismo al realizador mallorquín: «Es imposible. No puede costar ese dinero». Sí, ya sé que los 6 millones de euros de presupuesto de El Niño son un presupuesto alto para un film español, pero para una película hollywoodiense de este tipo es una miseria. Así pues, ante el resultado ofrecido por el director español ante el público internacional no es de extrañar que la mayoría le comentaran que la película estaba realizada de una manera espectacular. Fruto de ello fue la multitudinaria venta internacional (Inglaterra, América, Asia, Francia, Alemania…) del film tras su proyección. Y es que El Niño está hecha intentando ser fiel al cine de acción que se hacía antes, fuera de los efectos especiales, siendo un cine más artesano que transmita al público de la mejor forma posible todo el suspense, la acción e interpretaciones de los actores de la cinta… Ahí radica el secreto del éxito de la segunda película en recaudación de la taquilla española en este 2014 que se nos acaba. En eso y en intérpretes como Luis Tosar, Eduard Fernández, Barbara Lennie, Sergi López y donde destaca, por encima de todos, la tremenda apuesta y acierto de Monzón como gran cineasta que es: Jesús Castro como personaje protagonista. O mucho me equivoco o el Goya a actor debutante lleva su nombre grabado tras su estupenda interpretación surgiendo de la nada, dándole un realismo y autenticidad total a su personaje.

Aquí los narcotraficantes no son tipo Al Pacino, disparando a diestro y siniestro a todo aquel que se cruce en su camino, sino tres chavales de los que nos podemos cruzar por la calle a diario, con sus problemas e ilusiones, con el atrevimiento, osadía y ese grado de irresponsabilidad que conlleva esa edad. Son gente como nosotros, en circunstancias que perfectamente podrían llevar a más de uno a tomar ese camino ante la facilidad del dinero. Es este acercamiento al espectador, al margen de las fantásticas escenas de acción a lo largo del triángulo España-Gibraltar-Marruecos y el estupendo estudio que hizo Monzón durante un año de la situación del tráfico de droga en esta zona, lo que hace que la película tenga un mayor calado y por ende el éxito anteriormente comentado. ¿Y con todos estos ingredientes que le podría faltar a una película de Monzón? Pues claro está, la música de su inseparable Roque Baños.

Luz y oscuridad: ritmos étnicos y electrónica… el score de El Niño

Así es como Baños ha construido su quinta colaboración con Monzón, dividiendo en dos vertientes musicales (las cuales confluirán en ciertos momentos de la banda sonora) la narración, dependiendo de lo que se está viendo en la pantalla: temas étnicos y luminosos cuando la historia se centra en los chavales, sus correrías y trapicheos entre Marruecos y España. Y como contrapunto, temas oscuros y tensos representados por la electrónica cuando se sigue las andanzas de los inspectores de policía y su investigación en Gibraltar. Esta vertiente es la primera en aparecer en la película y en el CD, en el tema «Número de contenedor«, donde sonidos muy metálicos al principio (perfectos para el escenario de la escena), seguidos de música atmosférica, misteriosa y opresiva, acompañada de acordes de guitarra eléctrica, que le confiere con mucho acierto el aire de investigación que se está llevando a cabo. La contrapartida nos aparece en el segundo tema y presentación del personaje principal: «El Niño» es un tema que se alimenta en su práctica totalidad de la música magrebí. Con la voz de India Martínez como prolegómeno, el mizmar y la darbuka junto a las cuerdas del oud y la intensidad de la guitarra eléctrica son los encargados de hablarnos de esas tierras de las que está regresando el personaje. Unos acordes de guitarra flamenca al final son los que sitúan la procedencia del protagonista.

Fusionándose oud y guitarra flamenca en su comienzo para que los sonidos electrónicos sean los que  tomen el mando junto a la percusión de la darbuka y violín árabe en el desarrollo del tema, «Persecución en la noche» es el primer tema de acción que nos encontramos en la partitura y que funciona como un reloj con la escena. Asimismo es el primer ejemplo de unión de las dos vertientes musicales que comentaba al principio de la reseña.

En «Siguiendo al inglés» Roque da la pausa necesaria con el sonido del piano a toda la parte electrónica y de suspense, haciéndonos ver el juego del gato y el ratón que hay entre el personaje de Tosar y McShane. Un breve tema que muestra la gran capacidad para narrar del jumillano en una escena en la que el diálogo brilla por su ausencia.

Vuelve a aparecer la voz de India Martínez y vuelve la luz a la historia. En«La llamada de África» nuevamente la darbuka y el oud junto a la guitarra eléctrica nos transportan a esas exóticas tierras tan cercanas y lejanas a la vez, a las que el protagonista cada vez tiene más apego tanto en lo «laboral» como en lo sentimental. Dicho apego sentimental aparece en «Amina», donde la guitarra flamenca expresa de una manera muy acertada la belleza de la joven marroquí y el amor que surge entre ella y el Niño en el transcurso de sus encuentros y que termina de una bellísima manera con la aparición de sección orquestal de cuerdas para unirse a dicha guitarra, así como también se consuma la unión de la pareja.

Son también los acordes de la guitarra flamenca,, con una pequeña variación del tema del personaje y algo de sonidos electrónicos de fondo los que acompañan a la creciente fortuna del trío de chicos con sus idas y venidas por el estrecho. Un breve track titulado «Somos ricos».

La oscuridad vuelve asociada al personaje de Luis Tosar en «Van a por ti», música opresiva y atmosférica de la que Baños se sirve para representar el peligro en el que se ve envuelta la vida del policía, para más adelante darle también ese toque de humanidad y despojarlo de esa presunta frialdad con las notas del piano, lo que hace que también sintamos empatía con dicho personaje.

Y es en este punto, a mitad del score donde encontramos el punto álgido de la película y de la música creada por Roque: «Tumban el helicóptero» es un temazo de más de ocho minutos que parte de una bulería y que junto a los sonidos de sintetizador, guitarras e instrumentos étnicos, destacando percusión y cuerda, nos ofrece un auténtico festín audiovisual durante la enorme escena que se marca Monzón a pie de helicóptero y lancha fueraborda. Uno de los mejores temas que le he escuchado a Roque en toda su carrera sin lugar a dudas.

El suspense va acrecentándose con el devenir de la historia y con el empleo de la guitarra eléctrica junto a la electrónica en «Se lo han llevado todo» y sumándole la percusión a estos elementos musicales en «Acorralados» se nos transmite la desazón y sensación de peligro en la que se han visto metidos el Niño y sus dos compinches.

«Cebo por el compi»nos trae nuevamente la acción a la partitura. Percusión, electrónica y guitarra flamenca a los que más tarde se une la sección de cuerdas dan el tono perfecto y nos sumergen en la última correría del protagonista fuera de la ley hasta su crescendo final que termina con la evocadora voz de India Martínez. Otro muy buen tema del jumillano.

Para mostrar el alivio y a la par pesar del personaje de Tosar por todo lo acontecido a su alrededor son dos los elementos que el compositor utiliza: en primer lugar el violín para mostrar la liberación que le ha significado el encontrar lo que tanto tiempo andaba buscando junto a su compañera y por otro lado el piano traslada la tristeza que también siente en ese momento al verse confirmadas sus sospechas.

Y así entramos en el epílogo de la historia y la partitura con los dos últimos temas: «Visita en la cárcel», donde la guitarra eléctrica al comienzo y guitarra flamenca a su finalización le da ese toque de luz y esperanza tanto al futuro de el Niño como a su relación con Amina a pesar de las circunstancias y por último es la electrónica nuevamente junto a la percusión la que nos devuelve a la realidad de esos puertos con miles de contenedores almacenados y esos secretos fuera de la ley ocultos en tantos de ellos. La historia de El Niño es solo una mota de polvo en un enorme desierto en el que contrabando, corrupción y ley siguen yendo juntos de la mano en ese estrecho separado tan solo por diez millas marítimas. Una historia que el binomio Monzón-Baños ha sabido reflejar con gran acierto en este trabajo.