El sonido puramente Bond y del cine de espías sesentero adaptado por Margeson y Jackman con virtuosismo inusitado, percibiéndose que se lo están pasando en grande en el proceso, y con ello haciendo que nosotros disfrutemos con ellos. El apoteósico tema central y sus múltiples variaciones a la acción, comedia, drama, tragedia o romance durante la vibrante trama, “Pick a Puppy”, “Skydiving”, el final de “Eat, Drink and Paaaaarty”, la acción frenética de “Calculated Infiltration” o la conclusión de “Finale”. Como 007 diría, “We’re All Time High!”.
La recurrencia en ocasiones al sobado, por reutilizado y machacón, sonido Remote Control y al uso de disonancias y diseño de sonido enervante para definir al villano, mal en el que reincide Mr. Jackman tras su pésimo tratamiento musical del Soldado de Invierno en su previa Captain America: The Winter Soldier (casos de “Valentine” o “An 1815 Napoleonic Brandy”), pero afortunadamente en el caso que nos ocupa son las menos y la frescura acaba imponiéndose.
Es fácil: el soberbio tema de los Kingsman cada vez que aparece, pero especialmente por desprender pura adrenalina y emoción desatada en cada nota, el paroxístico tour de force abracadabrante de “Calculated Infiltration”, y por culminar con una impresionante crescendo lleno de fastuosidad épica, “Eat, Drink and Paaaaarty”. Ahora recuerden, si la ilusión les vence y ustedes también desean llegar a ser un Kingsman, pidan el “Oxford, sin Picado”.
BSOSpirit opina
Nota media: 7,71
Fernando Fernández (8), Asier G. Senarriaga (9), Óscar Giménez (8), David Martínez (8), Antonio Miranda (7), Jordi Montaner (7), David Sáiz (7)
Tras Kingsman se esconde una Sociedad Secreta Internacional de espías millonarios, reunidos con la sana intención de salvar al mundo de todo villano megalómano que se tercie y de toda amenaza que nuble el futuro de la humanidad. Es un grupo de agentes británicos comandados por un Michael Caine en estado de siesta perpetua -pese al inmenso talento de este intérprete aquí se nota que se pasó sólo por el cheque- encarnando a un firme defensor de mantener la etiqueta y la flema británica incluso cuando el fin del mundo está en juego, y encabezado por un atildado en apariencia y letal en acción Colin Firth, y que recuerda a una especie de Caballeros de la Mesa Redonda de nuestros días. Incluso sus nombres en código responden a denominaciones de paladines de la Leyenda Artúrica, Lancelot, Galahad, Merlín,Perceval…
Samuel L. Jackson incluso comenta con su pachorra habitual que llegó al rodaje con la actitud y la mentalidad de un supervillano. Nos lo creemos, Sam, nos lo creemos tras haber disfrutado tu desprejuiciada, histriónica y sin remilgos creación perversa (un duro competidor desde ya para la mítica Némesis de Austin Powers, el Doctor Maligno, aunque no estamos seguros de que la intención de Jackson haya sido competir en esa misma liga, sencillamente se le fue la mano con la sal gorda). El actor interpreta a Valentine, una creación jactanciosa, diletante y egocéntrica que cecea y suelta gracietas sin ton ni son, vestido con atuendos hip-hoperos chillones a cada paso, y obsesionado como buen “malo” con llevar a cabo su “destrucción masiva” cueste lo que cueste.
En este mundo de espías y coolness (“Groovy. Baby!”) entrará con pie destructor un joven de la calle, un carismático, encantador y caradura Taron Edgerton, cuyo padre salvó la vida del personaje a quien encarna con joie de vivremuybritish, ColinFirth, quien tutelará al joven para convertirse en el Kingsman más grande de todos los tiempos (un Obi Wan no Jedi para su Luke particular), y conseguir la redención por cierto error del pasado, salvando al mundo “con estilo”.
Basado en el irreverente y adictivo cómic de Mark Millar, Kingsman está dirigida con el apabullante talento para la puesta en escena y la dirección de actores de un Mathew Vaughn desatado, aplicado a la consecución de un ritmo imparable de mil demonios. Y a fe que lo consigue haciendo que se disfrute en pantalla cada centavo de sus 105 millones de dólares de presupuesto. Mientras, del acompañamiento musical se encargan repitiendo en una producción Vaughn -tras Kick Ass 2-, Mathew Margeson y Henry Jackman, creando a cuatro manos un brillante homenaje moderno a la música de espías de los sesenta, con Matt Helm y Mr. Flint a la cabeza, recordando u homenajeando a uno de los más grandes, como es Jerry Goldsmith, con la virtud de no tomarse a sí mismos demasiado en serio en su desarmante ligereza y retentividad, culminado con un toque Bond perfecto para dejar la partitura de Kingsman como una de las más divertidas y entretenidas de este inicio de 2015.
Kingsman Secret Service and Proud Score: The Jackman & Margeson Mission
Si bien esta partitura no es precisamente un catálogo inabarcable de temas y leitmotivs (tiene los justos), sí posee uno en concreto, megautilizado a lo largo del desarrollo del score (y en este caso eso es algo bueno, muy bueno) que convierte a esta composición en una obra destinada a perdurar, un tema que por su fuerza, prestancia, ductilidad, resonancia y retentividad, además de por su condenada magia, para qué vamos a negarlo, otorga a esta obra una calificación por encima de la media, y muy merecidamente además. Porque si de lo que se trata es de encontrar un tema central solemne, cautivador, que lleve a cabo sus funciones para resaltar la épica, pero a la vez el joie de vivre del film, pero además la tragedia, pero además el romance, pero además la acción, definiendo al héroe y a su organización al mismo tiempo, y a la par, poniendo esta composición entre las más vibrantes de los últimos años, entonces…
es que estamos hablando de un trabajo excelente.
No obstante, está lejos de ser una obra maestra (aunque ni lo pretende, ni falta que le hace), debido a un par de inconsistencias, perdonables entre la gozosa diversión del conjunto. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que es la mejor creación del cada vez más solicitado Henry Jackman en toda su carrera y, asimismo, no podía ser de otro modo, del recién llegado Matthew Margeson, quien en solitario ya nos dejara una notable pieza para un film olvidado y olvidable como Skyline hace unos años. Ambos compositores ya crearon a cuatro manos, hace un par de años, otro magnífico score para otro vehículo de diversión notable como fue la segunda entrega del universo de Kick Ass, con quien Kingsman comparte relación, por tratarse de Mark Millar el creador en ambos casos de los cómics originales en que se basan ambas historias.
Si Jackman y Margeson se convierten con el tiempo en los nuevos John Powell y Harry Gregson-Williams, que colaboraron allá por los noventa en una serie de films con bandas sonoras que variaban desde lo notable a lo sobresaliente en todos los casos, y son recordadas con mucho cariño ahora por el aficionado, eso es algo que sólo el tiempo nos podrá aclarar. De lo que no hay duda es que tienen mimbres para ello si siguen el buen camino.
Ya desde la introducción, con una apoteósica declaración de intenciones (“Los modales hacen al hombre”), el tema principal se despliega con todo su poder, carisma, impresionante fastuosidad (a pesar de percibirse demasiado sampleo de elementos que le restan un pelín de fuerza), pero es que el tema supera todo eso con imparable robustez y prestancia, “Manners Maketh Man”. Lo dicho, para crear un buen score, empieza por un buen tema, compañero, que ya llevarás un buen trayecto andado. Kingsman lleva esta máxima a su apogeo.
“The Medallion”, adaptación a solo de piano del motivo, le otorga una candidez, incluso ternura, deliciosa, acompañado de unos tenues coros de fondo de raíz oscura e inquietante que preceden a la definición del carácter del personaje central, Eggsie, cuando se lanza a convertirse en aquello que ya fuera su propio padre, un Kingsman, concluyendo el tema con un emocionante e intenso crescendo épico.
En su composición para el villano Jackman recae (quien esto suscribe tiene que reconocer que no es muy aficionado a estos temas disonantes más de diseño sonoro que musicales que el compositor es muy dado a crear) en uno de los males actuales de la música de cine: imponer el diseño sonoro sobre la composición per se. Si bien el tema concluye con una impoluta ejecución del motivo de los Kingsman, la representación del megalómano “Valentine”, a base de texturas sintetizadas, loops y capas y más capas de vacío, incluso un scratch, arruinando la entrada melódica en cierto instante, dejan como fallido este intento de originalidad. Incluso en el film queda extraño el conjunto, pareciendo que la mezcla tiene algún fallo o error.
Sin embargo, pasado ese momento, la montaña rusa ya no va a parar hasta el final, y con la excepción de la recurrencia de este estilo en “An 1815 Napoleonic Brandy”, donde un buen trabajo a las cuerdas de tensión es interrumpido por una miríada de efectos electrónicos que no van a ningún lado ni se desarrollan en ningún instante, con la salvedad de un coro femenino que de forma curiosa intenta asemejarse al sonido que pudiera hacer un theremin.
La variante emocional del tema de los Kingsman adquiere su más bella y dulce representación en el elegíaco “To Become a Kingsman”, culminando en un portentoso crescendo que define a la perfección la visión del protagonista ante el mundo nuevo que se descubre ante él y la confianza de su nuevo mentor, Harry Hart, para hacer de él el mejor agente que nunca ha existido. El entrenamiento al que los jóvenes reclutas son sometidos y su elección de un pequeño cachorro canino al que entrenar como ellos son entrenados («Pick a Puppy»), y al que cuidar, es acompañado por los compositores con una solemne entrada del motivo central y un desarrollo extraordinariamente bien orquestado, exponiendo la melodía con frescura y ejerciendo un tenso contrapunto de texturas a violines, violas, chelos y bajo que ponen la emoción en el espectador ante los avances de los futuros agentes.
Tras la mezcla entre las capas de diseño sonoro del villano y el tema de los Kingsman en tonos apagados en “Drinks with Valentine”, nos encontramos con otro de los momentos por antonomasia de la composición, el adrenalínico y fastuoso alarde de emoción y grandeza “Skydiving”. Los sintetizadores adaptan el tema central dando paso a una furibunda, épica y vibrante entrada de la orquesta apoyada en una sincopada percusión, explotando en la más gloriosa variación del motivo hasta este instante, hasta que la batería, las guitarras eléctricas y la sección de cuerdas al completo explotan y aumentan el ritmo a mil por hora, para describir y hacer saltar del asiento al espectador en acompañamiento de una de las mejores escenas paracaidísticas cinematográficas desde los ya lejanos noventa y la maravilla de Kathryn Bigelow para Le llaman Bodhi. Apasionante temazo el que se marcan los compositores.
El mundo musical Bond y sus señas de identidad para el suspense en un mundo de espías y peligros se encuentran extraordinariamente representados en los subsiguientes cortes, “Shame WeHave to Grow Up” (muy David Arnold en su uso orquestal, entrada de la trompeta con sordina y metales, atentos a sus 45 últimos segundos, 007 parece fuera a aparecer al doblar la esquina)…
…“Kentucky Christians”, con su suspense musical mezcla de sintes y cuerdas orgánicas…
… y “Out of Options”, con una variación del “Manners Maketh Man” para la totalidad de la orquesta, llena de raigambre y fuerza contagiosa, culminando en una explosión sinfónica de primera magnitud muy bondiana.
El suspense, en este caso un tanto menos conseguido musicalmente, de “Curious Scars & Implants”, dominado por las texturas electrónicas que tanto gustan a Jackman, sí nos ofrece en este caso un momento para el recuerdo, en la definición del plan de Mr. Valentine para dominar el mundo. La música dota del apropiado tono como fuera de este mundo al malvado y quizá hasta inquieta al espectador por un instante cuando al final sucede algo totalmente inesperado y contra natura…
Un emocionante homenaje a los Kingsman tiene lugar, y el tema central en tonos trágicos ocupa el espectro sonoro en “Toast to a Kingsman”, y la emoción nace en el espectador al darse cuenta de que nadie está a salvo, y que más pérdidas pueden esperar en el siguiente paso dado, incluso entre aquellos a quienes más hemos llegado a apreciar.
Desde este instante, la acción se apodera de todo, e incluyendo un par de tributos al cine y la música del pasado (Jerry Goldsmith y su Flint estarían orgullosos), llega “Eat, Drink and Paaaaarty”, otro de los temazos del score, con un sublime crescendo de niveles paroxísticos, pura emoción desaforada, explotando en el siguiente track en los juegos constantes a las cuerdas y las mil y una variaciones del tema de los Kingsman en multitud de versiones gloriosas, de “Calculated Infiltration” (atención a los tonos bondianos, de nuevo, a partir de 1:08, muy Arnold de nuevo, e incluso el 007 de Barry),
…crescendos a los metales, a las cuerdas, coros masculinos, variaciones sin cuento… Una delicia en suma en la se percibe que Margeson y Jackman se lo están pasando a lo bestia, hasta culminar pasado el ecuador del track, en la resolución final musical de todo lo planteado y el uso de todos los recursos en sus manos, consiguiendo que cada variación supere a la anterior y a un ritmo mucho mayor, hasta que el crescendo definitivo conduzca apoteósicamente a un minuto final para paladear una y otra vez sin mesura, donde a la totalidad de la orquesta se incorporan guitarras eléctricas, percusión y coros, que se dejan llevar hasta el punto más alto, para finalmente caer ante la entrada del tema de los Kingsman en versión maxi heroica.
Como ya hemos indicado, el nuevamente muy 007 “Out of Options” prosigue de manera poderosa la acción a base de ritmos imparables y una sección de cuerda de cuyos arcos no me extrañaría acabara saliendo humo, hasta que los juegos sintéticos de “Hand on the Machine” cierran la aventura en un crescendo final que conduce sin falla al tema de los Kingsman en versión triunfal, y a un post-scriptum inquietante previo a la conclusión definitiva.
Los Kingsman han triunfado y una variación nueva y más atronadora y electrónica, con voces y orquesta, da por finalizada la historia con “Finale”, no sin que antes el recuerdo de los temas y variaciones creadas, Valentine, Skydiving, To Become a Kingsman, cierren la suite, dando pie a unas tremendas voces corales, y a la reducción a chelo y límpidos violines del tema central, ahora ya, el tema de Eggsie, el tema de una nueva generación de Kingsmen.
Para concluir no podemos dejar de reseñar, que la edición de La-La-Land Records de la partitura recoge algún extra con respecto a la que se puede adquirir en iTunes, incluyendo una recopilación final de ideas para desarrollar el motivo de Valentine, ideas que, curiosamente, son bastante más acertadas que la conversión final a disonancias y reverberaciones y efectos del resultado en el film, se percibe todo más orgánico y claras las intenciones de los compositores. Sirva, ya que estamos, para agradecer a esta compañía discográfica su estupendo trabajo a lo largo de los años y continuo crecimiento, y por hacer llegar al aficionado dentro de sus cuidadas ediciones, instantes como este, para hacer entender al oyente el proceso de creación de un compositor, y de donde parte en ocasiones el resultado final de una partitura.
Pero lo más importante, cuando vayan a una sastrería, no empiecen a tocar los espejos con cara de asombro, porque nunca deben olvidar, que los modales hacen a un hombre, un Kingsman siempre está alerta, y “¡Maldita zea, no aguanto ver ni una gota de zangre, por Diozzz!”. Oh yeeeeeaaah!!!!
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