Equilibrio y linealidad, ¿para bien o para mal? |
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Ant-Man o cómo originar dudas. Así definiría el trabajo del compositor canadiense de la exitosa Frozen para esta nueva producción de superhéroes de Marvel, sin demasiado éxito en taquilla pero con una presencia realmente interesante, minimalista y firme.
Beck sella su figura con una autoridad incuestionable, en pantalla ante todo y durante un minutaje importante y, sin duda, con un estudio de lo que va a presentar bien concebido y, posteriormente, aplicado.
El inicio de la aventura, musicalmente hablando, resulta verdaderamente atractivo y esto, sobre todo, por la novedad a la hora de presentar la figura de un “todopoderoso” personaje, habitualmente empleando el tema principal en cualquier ocasión que se prestara (y no menos en los títulos iniciales). No es así, el autor bucea por los entresijos del argumento planteando una descripción de situaciones sutil, bien practicada (apoyando ese humor nada ridículo, aspecto éste muy complicado hoy en día), con mínimas pero intencionadas referencias al que será su tema y, finalmente, explotándolo literalmente en su uso como cuerpo potente en la extraordinaria escena de la escapada de la cárcel (“Escape from Jail”).
Ofrezco un paso adelante y, entre la dualidad planteada de linealidad y equilibrio compositivo para bien o para mal, quien esto escribe se decanta por la vertiente positiva, analizando todo el conjunto de la película precisamente en esta secuencia. La contención de Beck hasta el momento ha sido absoluta, ciertamente fría (yo diría inteligente) pero con la única intención de provocar la explosión de adrenalina (musical y visual) en el conjunto que presenciamos y que, personalmente, creo que consigue.
A partir del momento citado, finalizado el primer tercio de historia, el artista se sitúa visiblemente en primer plano y sus pretensiones, hasta entonces coloristas y de apoyo, pasan a una función narrativa absoluta, brillando en cambios de registros sin descansar, detalle que no se aprecia en la edición en CD de la obra, pero que en pantalla llama la atención de cualquier aficionado a las bandas sonoras. Su perfil no es tremendo, potente o sentido, no; pero sí técnicamente absorbente, sin duda, y con detalles numerosos que pegan literalmente su música a los personajes, dígase esto del tipo de percusión clásica y limpia y con toques continuos y nada prolongados que hacen referencia a las hormigas (“I’ll Call Him Antony”), asociadas también con la percusión metálica que marca, en muchas ocasiones, los ritmos (“Old Man Have Safe”). Toda la partitura, sin grietas, está centrada en el mundo diminuto que vamos a contemplar durante la historia. El otro, el aspecto a tamaño real de las cosas, descansa en el ámbito más experimental, ligero y libre de varios de los temas.
En la parte central y final de la composición, el autor mantiene la misma línea y su equilibrio jamás se pierde, aspecto este en el que brilla especialmente. Un par o tres de secuencias magníficas (Ant-Man conoce a las que serán sus compañeras, las hormigas; la lucha contra Falcon, llegando a los almacenes Howard Stark y el desarrollo del superhéroe con sus compañeras a lo largo de una fuerte corriente de agua) sellan los fragmentos más importantes y balancean la partitura mediante estables episodios que, no obstante, se apagan ligeramente llegando el final. Su punto más flojo, sin ninguna duda: aquí descansa toda la posible franja negativa de la linealidad de la composición; en un desenlace necesitado de fuerza y, quizá, cambios, Beck mantiene sin ningún tipo de variación su línea estructural (“Ants on a Train”)
Concluyendo, una partitura muy atractiva e interesante, con un tema principal (versionado con acierto durante la obra) muy atractivo (“Theme from Ant-Man”) que gana un cuerpo estable, sin duda, al escucharla asociada a las imágenes y ejemplifica con claridad cómo se puede componer una buena obra acudiendo a la técnica de ejecución. |
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