Coulais animado y sinfónico |
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Salvo por los teclados (Bruno Coulais), las «voces silbantes» (Sofia Coulais) y la dirección musical (Laurent Petitgirard), se diría que esta es una banda sonora de factura típicamente inglesa. Vientos y cuerdas muy bien orquestados, grabados en los estudios Air de Londres, poderosas percusiones mezcladas con ahínco, sugieren la música de una producción de Dino de Laurentis con Patrick Doyle en su partitura… Nada que ver. Estamos ante una moderna entrega de dibujos animados bien arropada por la crítica cinematográfica que fabula las aventuras de un pequeño fauno por velar la luna y proteger la Tierra.
Coulais ha trabajado a estas alturas en casi todos los géneros cinematográficos y se diría que los dibujos animados y los documentales guardan pocos secretos para él. El compositor galo sabe crear temas cortos que exploten las emociones de escenas íntimas del microcosmos o de leyendas con vocación infantil. Digamos que en lo pequeño y lo corto se siente fértil y a gusto; no tanto en las suites o en los tratamientos melocinematográficos más complejos.
El teórico tema central, el del poderoso guardián, no detenta pese a su título una vocación épica, sino lírica. Empieza lento, como un dulce pianissimo, que desvela ráfagas de cuerda a modo de cortinas por las que la música se sumerge en un mundo de ensoñación. Coulais caracteriza al pequeño fauno Mune como un héroe griego clásico, sobrio, sin demasiados contrastes. A partir del segundo tema y la entrada en escena de Sohone y Cire, la música de Coulais despierta el tono épico de la cinta, se anuncia una misión, una aventura.
Abonado a la paleta de colores con que Debussy pintaba siempre sus historias y leyendas musicales, Coulais se recrea en el cromatismo musical de las escenas, en la temperatura emocional. «Cire and the Sun» es un corte cálido que contrasta con la música fría y lunar, melancólica, de Mune.
Sohone apoya su metálica fuerza en un xilófono y en los coros infantiles de la Cardinal Vaughan Memorial School, dirigidos por Scott Price, con el sello característico del compositor. «Le nouveau gardien de la Lune», al igual que «You Are the New Guardian», son dos temas que apelan a la responsabilidad.
En «Hello» Coulais viste su sección de metales a modo de gran banda de jazz, pero «La Danse de Cire» devuelve al espectador el tono melancólico y triste. A partir de aquí, las evoluciones musicales de Mune siguen un compás trágico semejante al de un péplum sobre Jasón y los argonautas. El tono debussiniano se vuelve mucho más stravinsquiano. Coulais en los teclados despista al juego de querer sonar como Miklos Rosza, reconduciendo la partitura hacia su parcela más intimista y minimalista.
Aseguran los dos realizadores de Mune que Coulais empezó a trabajar sobre la idea diseñada antes incluso de leer el guión, lo que significa que, como compositor, confió en este proyecto propósitos muy anticipados. Coulais había explorado con anterioridad historias de guardianes de la luna equipados con harpas mágicas, pero su idea se encaminaba no tanto a las instrumentaciones insólitas a las que nos tiene acostumbrado, sino a una música mucho más coral, de estudio de grabación (más que un laboratorio de sonoridades).
Se trata de una banda sonora rara, como no podía ser de otra manera, pero con sonoridad poderosa, laboriosa y eficaz. No hay en esta ocasión guiños étnicos celtas ni contumaces experimentos (salvando «Les Sifflotins») y sí, en cambio, un homenaje no sé hasta qué punto intencionado a las bandas sonoras de biopics históricos muy a la inglesa en la línea de Doyle o de John Scott; tal vez por el hecho de que se trate de una partitura francesa ejecutada por ingleses. |
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