Un solitario sentimentalismo «sencillamente genial» |
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La vacía sensación de no escuchar nada nuevo. Así se siente uno cuando, con cierta (o mucha) ilusión (tras la última gran y ejemplar producción de los estudios: Inside Out), presta su tiempo en la audición de esta obra. La partitura, sencilla en extremo (analizaremos esta cualidad más adelante), parece presumir de buena inocencia infantil cuando, por el contrario, carece de ella y se planta directamente en un ámbito que tristemente no posee apenas nada, quizá una mínima ternura o los pequeños matices celtas o folks (“Chores”) que aparecen dispersos en toda la composición.
Un tema central recurrente (“Homestead”), demasiado presente escena tras otra y que, desafortunadamente, adjetiva la atmósfera global pero deja sin personalidad propia muchos instantes importantes. Igualmente, durante bastantes minutos de la obra parecieren sonar variados artistas y obras animadas anteriores, desde matices de Broughton en Los rescatadores en Cangurolandia (“You Are Me and More”) hasta David Newman en Ice Age (“Hello Arlo”), pasando por las intenciones de Giacchino en Inside Out.
Sencillamente genial, diríamos a la partitura de Michael Giacchino para Inside Out, obra magistral que crece hasta la excelencia por tratar la sencillez de forma exquisita y artística. “Sencillamente genial”, entrecomillada expresión, escribiríamos para comentar la presente The Good Dinosaur, pretendiendo seguir los pasos del gran compositor de Jupiter Ascending pero, estrepitosamente, quedando muy lejos de configurar una obra simple y buena.
Un filme infantil no requiere de una música tan fácil que hasta los mismos niños y niñas caigan en la desgana por unas notas en exceso triviales. Si pusiéramos a varios de ellos delante del tema de Giacchino sobre el amigo fantástico de la protagonista (“Chasing the Pink Elephant”, en la edición discográfica de Inside Out), todos ellos abrirían ojos y boca y quedarían entusiasmadamente alegres e impactados. Probemos lo mismo con “Make Your Mark”, de los hermanos Danna para la presente cinta. La respuesta sería bien distinta, marcado el fragmento por una “sencillez genial”.
Encontramos en esta partitura de Jeff y Mychael Danna un error importantísimo que condiciona su evolución y el cuerpo final de la obra, golpeándola de forma fortísima: el ritmo. La música se “pega” bien a las imágenes y consigue una belleza interesante, fundamentalmente (y con intensidad meritoria) en la parte final (“Goodbye Spot” y “Homecoming”), pero parándonos a pensar y olvidando la ternura y emoción que la música nos ofrece en estas secuencias, cualquier amante y seguidor del arte en forma de música de cine podrá darse cuenta de la facilidad de los fragmentos que los hermanos proponen.
Por tanto, una película ya de por sí marcada por las referencias a otras del género (El rey león, Ice Age) y con un ritmo argumental lentísimo, queda estrepitosamente frenada por la composición que escuchamos durante un minutaje muy amplio de la obra. Aspecto importante en el que la partitura falla sin lugar a dudas.
Concluyendo, obra menor en la filmografía Pixar y en las creaciones de los hermanos Danna, compositores serios y con trabajos verdaderamente destacados. Una banda sonora que sí consigue instantes de mérito, sobre todo en los pausados entre Arlo y su pequeño amigo Spot (“Unexpected Friend”) y los activos referidos a las bestias voladoras (“Sky Sharks”). No obstante la belleza y calidad de estas piezas, los escasos segundos de su aparición en pantalla y la vuelta presta a la normalidad hunden definitivamente un trabajo que podía haber sido notable. |
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