1. The Danish Girl (02:12)
2. Lili’s Dream (05:24)
3. Watching Ulla (02:08)
4. Gerda (02:00)
5. Make-up & Costume (03:17)
6. Watching (03:29)
7. The Mirror (03:57)
8. Einar Returns Home (01:38)
9. To Dresden (02:23)
10. Aggression (03:37)
11. Radiation (02:23)
12. Gerda In The Rain (04:03)
13. Fonnesbech (01:44)
14. Schizophrenia (02:03)
15. One Step At A Time (03:58)
16. Lost Blood (02:17)
17. Lili’s Death (04:45)
18. Roses Of Picardy (04:39)
19. Danish Waltz 1 (Bonus Track) (01:50)
20. Danish Waltz 2 (Bonus Track) (01:41)
«The Danish Girl»
«Lili’s Dream»
«Lili’s Death»
En las distancias cortas, como un buen perfume, la música de Desplat gana eficacia. Las películas intimistas son su baluarte.
Lo bello y lo triste subvierten la parte dolorosa y dura del argumento. Desplat no acierta en el tono patético imprescindible de esta historia.
«Lily’s Dream». De hecho, es el tema principal de la partitura, por más que otro corte se asocie al título. El piano se hace dueño del registro central, como en un concierto.
BSOSpirit opina
Nota media:7,80
David Doncel (7), Fernando Fernández (8), Asier G. Senarriaga (9), Óscar Giménez (9), Ignacio Granda (7), Juan Ramón Hernández (7), Antonio Miranda (8), David Martínez (7), Jordi Montaner (8), David Sáiz (8)
La película me resulta sorprendente. Me ocurrió algo parecido con The Queen. Un tema en apariencia frívolo y prosaico se presenta bajo un prisma de enorme temperatura poética. En The Queen, la escena en que la reina sorprende a un ciervo en mitad de un camino. En The Danish Girl, un pañuelo de Lily que el viento pierde en un vals sin solución de continuidad. La erótica del paisaje, según Barry, explota la distancia y la profundidad. Desplat hace justo lo contrario; se recrea en lo más íntimo, lo que sólo admite la metáfora visual.
A Tom Hooper le preocupaba especialmente la metamorfosis del pintor danés Einar Wegener (una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre). Envió a Desplat muchas tomas de la transformación de Eddie Redmayne para que la «feminizara» con su música. Pero Desplat sabiamente entiende que la historia admite la ternura sólo en clave de fracaso. Eddie Redmayne se esfuerza en vano por ser Lily, y lo romántico es sólo romántico en la medida que acaba mal, del peor modo posible.
Desplat, en consecuencia, se centra en el tono melancólico, en esa sonrisa forzada, ese gesto exageradamente cursi, esa timidez insólita de un Eddie Redmayne muy contenido. Mejor que en muchas otras partituras suyas, Desplat (con la inestimable ayuda de Rael Jones) trata de poner voz a los abundantes silencios forzados del guión. Para tal fin se sirve de una reducida orquesta y de un disquisitivo piano. El compositor tuvo la tentación de orientar su partitura hacia los devaneos musicales de la época, rescatando composiciones de Erik Satie o Kurt Weill, muy ad hoc. Pero el ambiente hace aquí a la par de «feo» y de «malo», relegando toda «bondad» a la descabellada idea (en los años 20 del pasado siglo) de que un reputado caballero se transforme en grácil bailarina…
Desplat agita bailes de salón, tiempos de vals, a modo de tempestad en la que se estrella el sueño de Wegener y también de su esposa, impecablemente interpretada por Alicia Vikander (pese a que su apellido parezca inventado por Chiquito de la Calzada). De hecho, la esposa, Gerda, es la verdadera protagonista de la película. Ella es quien se inventa el personaje de Lily que acaba adoptando su esposo. El dolor, la frustración y la ansiedad de Gerda devoran el celuloide con mucha más pasión que las poses de Redmayne (pese a que este último asuma el protagonismo interpretativo), y la música de Desplat se construye asimismo a partir de Gerda, de su punto de vista.
Aun lejos de pasar pasar por un desplatista inveterado, sostengo que este compositor galo tiene la rara virtud de fijar temas propios, identificables, fáciles de retener en la memoria, cuando se recrea en historias más intimistas. Siempre trabaja mucho y deprisa. The Danish Girl no es una excepción. Desplat compuso su partitura a toda leche cuando Hooper preparaba ya su presentación en el circuito de festivales europeos. Ocurrió algo semejante con el último trabajo de Wim Wenders, pero con resultado bien distinto. Desplat está acostumbrado a freír bandas sonoras como churros. Algunas compiten con nominaciones al más alto nivel, otras pasan casi desapercibidas; sin embargo, hay una trayectoria en marcha de la que todos esperamos «churros» y «porras» a mayor satisfacción del paladar musical.
En temas como “Watching Ulla», “Gerda»,“To Dresden” y “Gerda in the Rain”, el piano cede protagonismo a cuerdas, arpa y vientos. El piano -y éste es un rasgo muy desplatiano- adopta en estos casos un aire percutivo intenso que retrotrae títulos com Girl With a Pearl Earring o The Painted Veil.
“Watching», “Radiation” y “Lost Blood” se desenvuelven en un registro más melancólico.
La rabia, el dolor y la fuerza pugnan en “Einar Returns Home”, “Aggression” o “Schizophrenia” aunque no con la contundencia que dichos estados de ánimo reclaman.
“Make Up and Costume”, al igual que “Fonnesbech”, se ofrecen a modo de divertimento, de paréntesis, de alivio dramático.
Por último, el tema “The Mirror” ejerce un efecto poético parecido al de la voz femenina en Morricone o los coros infantiles en Coulais… Es la música del descubrimiento, la revelación, la epidanía: Einar ve en el espejo su naturaleza invisible, la voz de un sueño… No sé qué pensaréis, pero a mí me da que en esta aventura Desplat se ha mirado en más de una ocasión en el espejo de su directora artística (y esposa) Dominique Lemonnier, especialista además en arreglos de cuerda.
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