Música para expresar la frustración |
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La señora Pitt y su esposo decidieron un buen día retirarse a una cala secreta de Malta para rodar allí un dramón de tomo y lomo. Pocos actores, muy desapercibidos, cargando las tintas en los dos protagonistas de la historia: un escritor en crisis y una bailarina rota, caídos desde los Estados Unidos del Plan Marshall a la casi todavía virgen Costa Azul francesa… Buen emplazamiento, buena fotografía, pero una pega enorme: la luz de la película nunca consigue retratar la magia de los amaneceres y los atardeceres de la Costa Azul francesa. Ni hablando francés, ni conduciendo un Citroën, ni bebiendo pastís, ni comprando docenas de baguettes en un pequeño economato consigue la realizadora Jolie su obsesión absurda de afrancesar la película.
—¡Ajá! Nos queda la música. Seguro que Yared nos salvará los platos con un poco de bandoneón…
Ni así. Yared, excusad mi atrevimiento, sabe más de cine que la Angelina (que sigue estando estupenda y no hace ascos a los desnudos frente a cámara). Yared exprime el potencial interpretativo de la Jolie y el Pitt en un drama intimista perfectamente planteado e interpretado con independencia del dónde y el cuándo. Jolie se obstina ciegamente en que sea el sur de Francia a principios de los sesenta; Yared hace caso omiso. Su música no busca salvar ambientaciones, sino adentrarse en una emoción que muy pocos compositores de cine han tratado en sus partituras con éxito: la frustración.
La música de By the Sea es una música de frustración, una emoción que se conjuga a partir de las tensiones del enojo y la tristeza. Yared bordó esta emoción en The Talented Mr. Ripley y aquí, aunque de forma mucho más discreta, remata aquel esfuerzo. Los protagonistas son guapos, famosos, ricos, libres… Y trágicamente solos, tristes, frustrados. Podría ser ahora y en Marbella, o hace diez años en Hawai, el drama íntimo no exige ambientación alguna y sí, en cambio, contraste.
Habría sido la leche que Jolie confiara tanto en Yared como para cederle la batuta de todo el apoyo musical de la película. Yared, sin duda, habría sabido poner en solfa los pequeños chistes, la música de bailes de salón, la ambientación tabernera y el rigor impuesto en las escenas de carretera. Los diálogos son muy buenos, pero el guión parte de una pareja cuyos miembros ya ni se hablan y sólo ahogan su discurso en el alcohol… La Jolie rellena insoportables silencios con músicas francesas, sin dejar que el maestro Yared ponga orden y concierto en las escenas más cojas (en parte lo hace, puesto que tanto el preludio de Chopin como la canción de Jane Birkin sobre ese mismo preludio exigen un profundo conocimiento de la música que no me casa, a riesgo de estar equivocado, con Angelina ni con Brad).
Sintetizadores, el clásico oboe, una minúscula orquesta de cámara y un piano bastan al compositor libanés para terciar en una película sumamente arriesgada y frustrada. By the Sea tiene tanto de película marinera como Truman de perruna. El mar es una excusa, un mero límite, una frontera metafórica cuya serenidad Yared apoya en los rasgos del violonchelo. No es un mar agitado, ni misterioso. Es un mar muerto, casi una piscina. La luz de Malta mata los recovecos oscuros que la película precisa y para la que los pinares del sur de Francia real hubieran resultado perfectos. Yared intenta oscurecer silencios con sus tonalidades más litúrgicas.
Hay un momento sublime en la película al que Jolie no saca punta y del que Yared podría haber sacado mucho partido: la protagonista visita en plena crisis personal una pequeña iglesia. La cámara se centra en su marido aguardando fuera solo, triste, fumando un pitillo, perdiendo la oportunidad de que la oscuridad impuesta de una iglesia y los devaneos ravelianos de Yared impongan la necesaria oscuridad a esa crisis de pareja.
En cambio, el compositor explota al máximo el voyeurismo furtivo de la pareja vecina en el hotel. Los temas “Will You Watch With Me?” y “Outsides Matches My Insides” concentran, recogen, abrigan la oscuridad de una relación demasiado expuesta a la luz fuerte del Mediterráneo. Yared sabe contrastar, sabe destilar la angustia de las emociones, de la vergüenza al miedo y la ira.
Polanski no habría permitido jamás que una historia de amor tan íntima tuviera un final feliz. Como Hemingway, Polanski sabe que ninguna historia de amor tiene un final feliz (salvo que entendamos la muerte como tal), algo que Jolie puede que aún ignore. Yared rehusa insuflar alegría a su música, a la historia planteada, y la Jolie recurre de nuevo al repertorio de la chanson; a modo de reclamo turístico para un lugar que en realidad no es el que figura ser, a modo de happy-end para una mentira final que insulta la verdad del amor… Haced la prueba escuchando el disco sin las canciones (lúgubre, triste), y luego con los temas añadidos (divertimento al estilo de un anuncio de mon snack Président).
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