Hook

Wendy, Campanilla, los Niños Perdidos, el País de Nunca Jamás, el Capitán Garfio y, por supuesto, Peter Pan forman parte del imaginario cultural del siglo XX. Su creador fue el escritor escocés James M. Barrie, quien en 1905 estrenó en teatro Peter Pan y Wendy, una arriesgada y ambiciosa, para la época, producción dramática que contaba la historia de una niña, Wendy, apasionada de las narraciones en las que los piratas, las hadas, las sirenas y hasta los indios son los protagonistas.

Pero en ellas se encuentra un personaje que destaca por encima de los demás: Peter Pan, un niño que no quiere crecer. Wendy tiene dos hermanos pequeños, John y Michael, a los que les cuenta dichas aventuras; pero lo que desconocen es que Peter escucha sus historias junto con el hada Campanilla. Una noche Pan pierde su sombra y Wendy la encuentra. Peter se presenta en su casa y ella le cose la sombra a sus pies para que ya nunca más le abandone. Es entonces cuando él la invita a su hogar, el País de Nunca Jamás, para que sea la madre de los Niños Perdidos. En ese maravilloso lugar descubrirá un mundo fantástico en el que los personajes de sus cuentos cobran vida de manera mágica, y en el que tendrán que enfrentarse al malvado Capitán Garfio (Hook), eterno rival de Peter Pan.

Debido al enorme éxito de la representación teatral, Barrie decidió publicar seis años después, en 1911, una adaptación novelada infantil, que recreaba de forma mucho más sutil el mundo casi onírico de Nunca Jamás.

En 1924 el realizador estadounidense Herbert Brenon adaptó para la gran pantalla las aventuras de Barrie en la película muda Peter Pan, en la que el personaje de Pan era curiosamente interpretado por una actriz: Betty Bronson. Casi 30 años después, Walt Disney Pictures produjo su particular versión animada, dirigida para la ocasión por Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske, la cual constituyó un sonoro éxito de taquilla, siendo quizás el principal referente generacional desde su estreno a mediados de los años 50.

Otras adaptaciones cinematográficas y televisivas son, por ejemplo, Peter Pan, dirigida por Roz Phillips para la televisión australiana en 1988; Peter Pan: La gran aventura, realizada en 2003 por P.J. Hogan y que constituye la más fiel adaptación de la obra de Barrie; Neverland, una curiosa versión indie de Damion Dietz; Descubriendo Nunca Jamás, realizada por Marc Forster un año después y que narra la gestación de la propia obra teatral; la reciente Pan (Viaje a Nunca Jamás) (2015), de Joe Wright, y que fue un importante fracaso comercial y crítico; o, finalmente, la serie de cuatro producciones animadas Disney, desde 2008 a 2011, que tenían como principal protagonista a Campanilla (Tinker Bell).

Sin embargo, de todas las adaptaciones, una sobresale de manera muy especial: la estrenada en 1991 y dirigida por Steven Spielberg, Hook: El Capitán Garfio. Se trata de una especie de secuela ficticia de la obra de Barrie en la que Peter ya no es un niño sino un adulto que ha olvidado su pasado en Nunca Jamás. Sólo vuelve a recordarlo cuando el malvado Garfio (Hook) secuestra a sus dos hijos. Con ayuda de Campanilla regresa a su país de origen, en el que tendrá que enfrentarse de nuevo a su principal adversario.

La gestación del guion sufrió durante años diversas variaciones, siendo el firmado por James V. Hart y Malia Scotch Marmo el que aparece como finalmente acreditado, aunque en él también colaboraron Nick Castle, el director de la mítica Starfighter: La aventura comienza, y hasta la actriz Carrie Fisher.

Hook fue desde el principio un proyecto cargado de dificultades de todo tipo, esencialmente económicas y de desarrollo de guion. De hecho, el mencionado Castle llegó a ser contratado para la realización de la película, hasta que la productora TriStar Pictures decidió dejarlo en las manos más expertas del director nacido en Ohio.

Hook: El Capitán Garfio supone la duodécima colaboración entre Steven Spielberg y el compositor neoyorquino John Williams tras Loca evasión, Tiburón, Encuentros en la Tercera Fase, 1941, En busca del Arca perdida, E.T. El extraterrestre, Indiana Jones y el templo maldito, la serie Cuentos asombrosos, El Imperio del Sol, Indiana Jones y la última cruzada y Always: Para siempre.

Todo empezó en 1973 cuando Spielberg conoció en un almuerzo, a la edad de 23 años, y gracias a la mediación de un ejecutivo de Universal, al que por aquel entonces era el compositor con más proyección: John Towner Williams. El músico neoyorquino se estaba forjando una más que merecida reputación en la industria de Hollywood gracias a su Oscar por El violinista en el tejado (adaptación) y a sus cinco nominaciones por El valle de las muñecas, Adiós, Mr. Chips, Los rateros, Images y La aventura del Poseidón. Así que Spielberg no dudó un instante en hacerse con los reputados servicios de Williams para la que sería su primera producción para la gran pantalla: Loca evasión. Desde entonces han trabajo conjuntamente en todas las películas del realizador estadounidense, excepto en dos: El color púrpura (1985) y El puente de los espías (2015).

La partitura de Hook se sitúa cronológicamente entre la navideña Solo en casa y la comprometida políticamente JFK: Caso abierto. Su gestación, al igual que el largometraje, sufrió desde el inició importantes vaivenes. De hecho, en un principio, en concreto en 1985, iba a ser una obra musical para Broadway en colaboración con el letrista Leslie Bricusse (Doctor Dolittle, Scrooge), con el que Williams ya había trabajado anteriormente en la adaptación de Adiós, Mr. Chips en 1969.

El proyecto se canceló, por desgracia, tras haber sido escritas diez canciones y fue entonces cuando entraron en escena, respectivamente, Castle y Spielberg, teniendo en mente una versión cinematográfica que recordara a los musicales de los años 60. De hecho, en la versión definitiva estrenada en 1991 nos encontramos con dos de dichas canciones,«When You’re Alone» y «We Don’t Wanna Grow Up», dos náufragos de un barco que podría haber llegado a buen puerto. No obstante, la evolución del proyecto dejó de lado la idea inicial para desembocar en un filme de aventuras familiar más tradicional.

Según palabras del propio Williams, “usé una música que podría denominarse teatral o de ballet. Cuando Peter Pan vuela, la orquesta interpreta una música que nos recuerda la agilidad del ballet clásico. Lo mismo sucede en la escena de la batalla final. La música sigue el ritmo de la imagen y subraya la acción. Si algún personaje realiza un movimiento enérgico, la orquesta, en concreto la sección de cuerda, le acompaña con énfasis. Si alguien sueña, la orquesta describe el significado del sueño. En otras palabras, mi música para la película no se diferencia demasiado de las historias animadas, donde la música se ciñe como un guante a las imágenes”.

Con esta descripción Williams muestra con enorme claridad el propósito temático y tonal de su obra, una creación de más de dos horas de duración que constituye no sólo un virtuoso ejercicio de composición cinematográfica, sino también un modélico score en el que encontramos toda una amalgama de géneros (drama, acción, fantasía, épica, comedia) que, en su conjunto, forman una simbiosis de perfección inusual.

Desde el prólogo inicial, que fue el motivo principal del tráiler internacional, Williams ya expone sus intenciones orquestales: conceder el protagonismo al modelo más académico. Así, dicho preámbulo es una evocación de la tradición decimonónica, en especial Strauss y Tchaicovsky, en perfecta cohesión con las creaciones de Korngold, Newman y Steiner.

Pero Hook no se supedita a los cánones mencionados sino que los toma como elementos que enriquecen su desarrollo, aplicando su personal e intransferible estilo, en el que el protagonista esencial, como él mismo exponía, es la confluencia entre los temas que subrayan la historia y aquellos que describen a los personajes principales.

En muy pocas ocasiones a lo largo de la historia del cine nos hemos encontrado con un ejemplo tan notable de score que brille por su lucidez tonal. Todos y cada uno de los temas que conforman la partitura, en especial aquellos que describen los momentos más emocionales y los que se centran en el dibujo de las escenas de acción, constituyen un conjunto musical que va más allá del tono pueril de las imágenes, pues parecen tener como fuente principal la obra original, la historia en la que la fantasía nos sumerge en el mundo de los sueños.