Clint Eastwood se enamoró del jazz de Tierney Sutton en su feudo de Carmel (California), durante un concierto de gira. El actor-realizador-compositor contactó a continuación con la cantante y le aseguró que algún día Sutton y sus músicos actuarían junto a él en algún proyecto…
Ahí quedó la cosa, hasta que Eastwood contactó de nuevo con ella por teléfono dando a Sutton 48 horas para presentarse en los estudios de grabación y trabajar en una banda sonora. Algo deconcertados, la cantante y su banda se unieron a Eastwood en espera de instrucciones y creyendo que el realizador, a la par que compositor de algunas de sus bandas sonoras, tendría ya una pauta musical a seguir… Contra todo pronóstico, Eastwood explicó a los músicos de jazz que no tenía nada en mente y que se sintieran libres para poner música a las escenas, tocando a su bola. Aun sin experiencia previa, el pianista de Sutton, Christian Jacob, se cargó de responsabilidad y recreó ambientes jazzísticos muy decantados a lo intimista, al primer plano afectivo y tratando de rendir tributo a trabajos anteriores del propio Eastwood.
Sin poner peros ni enmiendas, Eastwood dio por bueno su trabajo y se limitó a incluir sólo dos anotaciones: el tema de Sully merecía una canción-himno en tono poético, y la banda sonora se merecía una suite de jazz con arpegios vocales muy al estilo de las partituras que Morricone creó para la voz de Edda dell’Orso en los años setenta. Tierney Sutton y su banda, encantados. Tanto es así que incluso animaron a Eastwood para que, a partir de ahora, se convierta en letrista oficial de la banda, más dada al jazz instrumental… El pianista y compositor Christian Jacob, por su parte, pidió consejo a Eastwood sobre qué punto de vista debía adoptar a la hora de poner música a los sentimientos. Eastwood le explicó lo típico del contrapunto musical y que, pese a que el personaje central de Tom Hanks robara casi todas las escenas con sus gestos faciales y sus meditaciones, la música debía imponer a la película un aire de realismo, de reacción de los 155 pasajeros que, aquel día de enero del 2009, pasaron en pocos minutos de verse muertos a resucitados.
La conocida aventura del comandante Chesley “Sully” Sullenberg al aterrizar su Airbus en el río Hudson de Nueva York no tiene en esta película ninguna ínfula épica. La música es la propia de una vieja cava de jazz de los años sesenta con olor a tabaco, canela y ron. A modo de anécdota, el grupo estadounidense de rock Electric Youth compuso un tema épico dedicado al Sully real –“A Real Hero”-, que Cliff Martinez utilizó en su banda sonora para la película Drive.
En la música de Sully destacan temas como “Sully Doubts”, en la que la voz aterciopelada de Sutton y el piano de Jacob se buscan mutuamente. Solo hay algo de música atonal y percutiva en “Simulation”. El tono siempre melancólico de la cinta, la reivindicación del factor humano en un mundo excesivamente tecnificado, se resuelven a modo de baile lento salvo en cortes un poco más tensos, como “F4 Malfunction” o “Vindication”. El piano de Jacob brilla también en la postal sonora “Grey Goose with a Splash of Water”.
A modo de conclusión, esta es la banda sonora más “jazzy” de Clint Eastwood, y puede que la mejor de todas las que ha compuesto, pese a que la participación musical del realizador en el proyecto haya sido sumamente limitada y espontánea.
LO MEJOR: Una buena banda sonora de jazz requiere una muy buena entente entre compositor y relizador. Eastwood, en esta ocasión, ejerce más de lo segundo que de lo primero y es la Tierney Sutton Band la que pone música a las escenas.
LO PEOR: Lo bueno si breve… Aquí, demasiado breve. Muy poca música, que en el disco ambienta y distrae; pero que, en la película, pasa desapercibida.
EL MOMENTO: “Flying Home”. Un tema de jazz al que el propio Eastwood pone letra y piano. Pese a que el director da absoluta libertad a los músicos, la banda cimenta toda la banda sonora en torno a esta canción. |
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