1. Okinawa Battlefield (3:59)
2. I Could Have Killed Him (2:20)
3. A Calling (2:42)
4. Pretty Corny (1:44)
5. Climbing For A Kiss (3:48)
6. Throw Hell At Him (1:59)
7. Sleep (2:19)
8. Dorothy Pleads (3:17)
9. Hacksaw Ridge (4:20)
10. Japanese Retake The Ridge (4:37)
11. I Can’t Hear You (2:55)
12. One Man At A Time (2:31)
13. Rescue Continues (3:46)
14. A Miraculous Return (2:50)
15. Praying (5:49)
16. Historical Footage (5:00)
«A Miraculous Return»
«Historical Footage»
«Praying»
En un mundo, el de la música de cine, donde no ganamos para oportunidades perdidas y decepciones, esta banda sonora es todo menos una oportunidad perdida. Rupert Gregson-Williams ha sido consciente de la importancia de esta asignación para su carrera y ha dado el do de pecho.
En situaciones de sustituciones de última hora siempre nos quedará la incógnita de lo que tenía preparado John Debney para esta Hacksaw Ridge. Pero creo que después de escuchar la música de Rupert Gregson-Williams, esta curiosidad se mitiga en parte.
“Praying” es todo un temazo que tiene pleno protagonismo en la película.
BSOSpirit opina
Nota media: 7,70
Ángel Aylagas (7), Josep Manel Blanch (9), Fernando Fernández (9), Asier G. Senarriaga (7), Óscar Giménez (8), Ignacio Granda (7), Juan Ramón Hernández (8), Antonio Miranda (6), Jordi Montaner (7), David Sáiz (9)
Nunca he sido amigo de extender mi animadversión por una persona hacia aquello que esta realiza. Es más, cada vez tengo menos animadversión por nadie. Creo que el malestar que causan las acciones de ciertas personas, al fin y al cabo, terminan parando en nuestro estado anímico. Somos los mayores afectados y esa mala sensación solo depende de nosotros.
Mel Gibson es un tipo que tiene legiones de fans y, a su vez, legiones de personas que no pueden verle. Ha cometido grandes equivocaciones en su vida, las habituales que cometemos todos y algunas más graves, y para una persona que está totalmente expuesta a los medios de comunicación eso puede ser una auténtica sentencia de muerte. Pero como bien sabe su gran amigo Robert Downey Jr., no llueve eternamente. Y siempre, y más para un cristiano modélico, siempre hay una segunda oportunidad de redención, algo que lo alzará, más si cabe, con mayor entusiasmo y motivación, al Olimpo al que su talento le hace pertenecer.
Pero sigue habiendo gente que no perdona ciertos elementos de su vida personal, algunos que considero ciertamente aborrecibles (si son ciertos, claro, que uno no pone la mano en el fuego por ninguna información vertida en nuestros desinformados y sensacionalistas medios de comunicación mundiales), y que, por supuesto, no tiene nada que ver con su defensa a ultranza de valores cristianos. Siempre respetaré a aquel que defienda sus creencias, porque prefiero que se defienda algo a que no se defienda nada, solo se destruya. Una corriente muy moderna y muy “cool” que personalmente me tiene un poco cansado.
De todas formas, no estoy aquí para defender a Mel Gibson la persona, sino para comentar su última película. Y ya os adelanto que esta no es una reseña para aquellos que no saben diferenciar entre Mel Gibson la persona y Mel Gibson el director. Porque sí que reconozco ser un ferviente seguidor del director. Después de una filmografía que empezó con un debut con muy poco ruido pero muchas nueces, El hombre sin rostro (The Man Without a Face, 1993), pasando por su muy popular y multipremiada Braveheart (1995)-la que es tal vez para mí su película más irregular, con un principio apoteósico, una parte central sin el ritmo necesario que luego alza el vuelo en su muy emotivo final-, siguiendo con su obra maestra, la polémica La Pasion de Cristo (The Passion of the Christ, 2004)-donde el director tuvo los pendientes reales de montar una película de Hollywood hablada en latín y arameo-, continuando con esa joya fascinante y con un ritmo endiablado que es Apocalypto (2006) -también con la valentía de estar subtitulada y ser a veces una película casi muda-, y terminando con esta Hasta el último hombre.
Hasta el último hombre, de título original Hacksaw Ridge, que hace referencia a la montaña donde acontece la mayor parte de la acción de la película, podría considerarse la más completa y redonda de su filmografía. Principalmente porque su extensa duración no se siente en ningún momento forzada. No hay tiempos muertos. No hay escenas que uno plantearía eliminar de su montaje final, como creo sí ocurría en Braveheart.
Además, luce una prodigiosa puesta en escena, haciendo gala de un virtuosismo y a la vez visceralidad, que ya apreciamos en La Pasión de Cristo.
También añade algo que no tenía la anterior película del director de Apocalypto: un gran desarrollo de personajes y diálogos, algo que toma de su primera película, El hombre sin rostro, con la que comparte en su primera parte no pocas similitudes en la tonalidad optimista y luminosa.
En definitiva, Hasta el último hombre recoge las virtudes que se hallaban dosificadas en las anteriores películas del director, las une, y entrega una película con una fuerte base argumental que por momentos no nos creemos si no llega a aparecer al principio de la película esa típica frase de “Basada en hechos reales”.
Y es que la historia de Desmond Doss, su protagonista, es ciertamente fascinante. Un hombre que por razones muy detalladas en la película -una sobre todo que conoceremos conforme se vayan desarrollando los acontecimientos- decide ayudar a su país, alistándose en el ejercito para combatir en la segunda guerra mundial, en la zona del Pacífico, contra la barbarie y la tiranía fascista…, pero lo hace sin matar a nadie, solo salvando vidas.
Un objetor de conciencia que en plena guerra mundial se enfrenta de lleno con la maquinaria del ejercito americano, que no respeta para nada esta decisión y que la ve propia de un auténtico loco. Algo plenamente comprensible, claro está, y más en plena guerra mundial.
Durante toda la duración de la película uno se pregunta cómo demonios este señor llegó ni siquiera a mantenerse en el campamento militar de entrenamiento previo a la guerra. Ya no digamos siquiera a sobrevivir a una batalla. Y ahí radica lo fascinante de la historia de Doss, algo que ha sabido aprovechar Mel Gibson para, a través de su poderoso lenguaje cinematográfico, darnos una de las mejores películas del genero bélico, para mí, la mejor película de Hollywood del año.
Inconmensurables están Andrew Garfield, uno de los mejores actores de su generación (atentos a lo que nos puede deparar en su próxima película dirigida por Martin Scorsese), y sobre todo Hugo Weaving, el padre de Doss, un actor que siempre ha estado acertado, incluso con el makeup de elfo, y que aquí alcanza niveles de interpretación propios de los grandes secundarios del cine americano de los años cincuenta. No nos olvidemos de Vince Vaughn, uno de los actores más mediocres de su generación que aquí tiene un momento “Mattew Mcconaughey”, es decir, cómo desarrollar una carrera equivocadísima y dar en la diana con un cambio necesario de registro, teniendo las mejores frases de toda la película (al menos las más efectivas de cara a eliminar algo de tensión de toda la intensidad del relato).
La puesta en escena de Gibson, magnífica, podría sentirse demasiado coja por la pérdida de uno de sus mejores colaboradores, alguien al que dedica unas respetuosas palabras en sus títulos de crédito. Efectivamente hablo de James Horner, compositor que ha estado con Gibson en todas sus películas salvo en La Pasión de Cristo por problemas de agenda.
Pero es extraño lo sucedido. En mi último viaje a Los Angeles, durante el mes de mayo del 2016, John Debney era el encargado de escribir la música para Hasta el último hombre. Ya por entonces me trasladaron amigos comunes que esta última película de Gibson iba a ser una de sus mejores creaciones y que Debney estaba muy emocionado con la posibilidad de hacer otro de los mejores trabajos de su carrera (La Pasión de Cristo es sin duda su mejor trabajo, o al menos por el que más será recordado).
Al poco tiempo mi compañero en Film Music Festival, Óscar Senén, me trasladó que había sido fichado en labores de orquestación para la última película de Mel Gibson, trabajando con Rupert Gregson-Williams. Entended mi extrañeza. Y también mi decepción. Que me perdone Rupert Gregson-Williams, pero John Debney es un gran valedor de ese sonido orquestal clásico hollywoodiense que uno piensa, es el ideal para una película de Mel Gibson. Y más aún después de disfrutar de su maravillosa El libro de la selva.
Rupert es un compositor joven, con mucho porvenir por delante (y más ahora, viendo sus últimas asignaciones), pero tal vez un proyecto como una película de Mel Gibson pudiera caerle grande.
Bien, no se que habría compuesto John Debney. Entiendo que algo habría hecho ya, de hecho así se comunicó. También se comunicó un cambio del responsable de la banda sonora un mes antes del estreno de la película en Venecia. Los motivos que se adujeron fueron estrictamente problemas no especificados en la banda sonora, incluso puede ser que algo se grabase. Supongo que en el futuro sabremos las razones reales de esta sustitución. Que Rupert Gregson-Williams fuera el sustituto fue algo que sorprendió a todos. Ninguna relación previa tenía profesionalmente con Gibson. Pero esta no vino por él, sino por un amigo en común, el también director David Yates, que se lo recomendó después de su trabajo para la película del director ingles La leyenda de Tarzán.
Rupert solo tuvo cuatro semanas para componer su banda sonora.
Con estos mimbres, incluso sin tenerlos en cuenta, está bastante claro después de ver la película y de oír la banda sonora en una escucha aislada, que es la mejor banda sonora del compositor, sin mucho esfuerzo. Una oportunidad de oro que le ha dado una exposición única para demostrar su talento y capacidad.
El aficionado de toda la vida se sorprenderá de escuchar un sonido tan orquestal en un compositor que pertenece a la factoría de Hans Zimmer. Bueno, creo que a día de hoy ese es un prejuicio más que un hecho. Es cierto que el compositor alemán ha abanderado un tipo de hacer música de cine sustentada en las nuevas tecnologías, con un gran predominio de sonidos eléctricos y electrónicos. Pero si uno analiza detenidamente la trayectoria del compositor y de sus pupilos, encuentra muchos y buenos trabajos con fuerte presencia orquestal.
Rupert Gregson-Williams, John Powell, Geoff Zanelli, Lorne Balfe o Harry Gregson-Williams han sido solo alguno de sus protegidos que se han decantado por sonidos eminentemente orquestales. En algunos trabajos con resultados más que aceptables. El propio compositor alemán nos entregó una de sus mejores partituras, toda una joya, El último samurái, sustentada principalmente en grandes leitmotivs orquestales.
Precisamente, si tenemos que poner como modelo alguna banda sonora para definir la partitura de Rupert para Hasta el último hombre, al menos en su segunda mitad, la dedicada al conflicto bélico, esta sería sin lugar a dudas El último samurái. Y hablo de dos partes porque la banda sonora de Rupert está claramente partida en dos. Una previa al conflicto, con la vida del personaje de Doss antes de su alistamiento en el ejercito americano, y otra durante la campaña en Hacksaw. La primera nos recuerda poderosamente el sonido clásico americano de compositores como Thomas Newman, o por supuesto, el añorado James Horner. La segunda parte, como digo, es más fiel a las enseñanzas de la escuela Remote Control.
Haciendo de brujo, uno puede suponer que posiblemente ahí radique el cambio de compositor. Que los productores quisieran un sonido mucho más estandarizado al sonido plenamente extendido en las producciones de acción blockbuster en la parte de la toma de Hacksaw. O que tal vez después de la triste desaparición de Horner el director aún no ha encontrado su recambio. Sabemos que Debney es un profesional como la copa de un pino, pero eso no es definitivo para ser el próximo compañero de viaje de Gibson. Con artistas de la personalidad de Gibson, o James Cameron, Horner sabía no solo moverse como pez en el agua, sino además aportar su propia personalidad, entregando sus mejores trabajos. Y eso es difícil sustituir, y por lo tanto es normal tener una época de adaptación hasta elegir un nuevo colaborador habitual. No sabemos si Rupert lo será para Gibson. Solo el tiempo lo dirá.
Lo que está claro es que, como he comentado antes, el compositor ha entregado una excelente banda sonora. Una que de nuevo dice mucho de Gibson a la hora de tratar la música de sus películas y las posibles consignas que da al compositor, o la libertad que le pueda entregar para dar el máximo de sí mismo. Todas sus películas, absolutamente todas, tienen grandes bandas sonoras.
Rupert ha sabido retomar una práctica que a día de hoy tiene más seguidores que detractores, después de un paso por una etapa realmente oscura en este aspecto: la construcción de la banda sonora a través de diferentes motivos.
El compositor crea primero uno para el campo de Okinawa, un tema que es una mezcla perfecta entre el sonido occidental y oriental, y que acompañará en su mayor desarrollo la segunda parte de la película. Es ciertamente espiritual y pausado a su vez, a modo de un claro respeto por lo que allí aconteció y aparece a modo de preámbulo de la historia, en el tema de la edición discográfica “Okinawa Battlefield».
Este tema pasa rápidamente al sonido mas melódico asignado a la infancia de Doss. Composición a la americana muy adaptada al sonido Thomas Newman de películas como Donde reside el amor (How to Make an American Quilt, 1995) o Cadena perpetua (The Shawshank Redemption, 1994).
La especial y fresca relación representada en la película entre Doss y Dorothy tiene también un tema asignado, realmente bonito y delicado, que nos recuerda de nuevo a las composiciones más melódicas de Thomas Newman o al Horner de El hombre sin rostro. Podemos escucharlo especialmente en “Climbing for a Kiss”.
El paso de Doss por el campo de entrenamiento previo a su participación en la guerra tiene momentos decisivos en el destino de este personaje. Momentos realmente oscuros y terribles que fuerzan hasta el último extremo sus férreas convicciones. El compositor interpreta esta fase a través de una música mucho más apagada y taciturna. Humana al fin y al cabo, pero sin grandes artificios, muy secundaria a las imágenes.
El infierno de Okinawa da la bienvenida a continuación a Doss, con un tema realmente oscuro y tenebroso, muy atmosférico, que recuerda poderosamente al tratamiento de estos momentos por parte de James Horner (me vino a la cabeza un momento de su Troya (Troy, 2004). Lo podéis escuchar en el corte “Hacksaw Ridge”.
Después nos viene en la edición discográfica sus momentos mas épicos y comerciales, principalmente con los acontecimientos que hicieron “inmortal» a Doss. Y lo hacen con el descubrimiento del motivo más destacado de la banda sonora. Este aparece por primera vez en “I Can’t Hear You”. Es un motivo muy pegadizo, de fuerte peso emotivo y en posteriores versiones hasta espiritual, que define perfectamente el “milagro” que Doss llevó a cabo.
Lo escuchamos plenamente en todo su esplendor durante “Rescue Continues”, donde el compositor enfatiza aun más su calado emotivo en plena respuesta a las increíbles imágenes que el director nos presenta. Llama poderosamente la atención cómo el compositor vincula formalmente el motivo a sonidos asiáticos, de una manera muy sutil, que responde obviamente a razones argumentales. Lo hace durante “Praying”. Es el momento donde vivimos una mayor exposición de las vidas del enemigo, de sus rituales, de que obviamente son también seres humanos compartiendo la misma miseria que los protagonistas. Esa tan aborrecible como es la guerra.
“Praying” es todo un temazo con el que el compositor da el do de pecho, principalmente porque su música esta totalmente expuesta. El silencio se apodera de la acción y solo la música queda entre la historia y el espectador. Una oportunidad de oro que el compositor aprovecha sin que le tiemnlen las piernas y donde descubrimos ciertas reminiscencias, irónicamente, a la tonalidad de La Pasión de Cristo de John Debney.
Sin lugar a dudas Hasta el último hombre es la mejor banda sonora de Rupert Gregson-Williams hasta la fecha. Posiblemente no es algo difícil. Pero creo que sí lo es crear una banda sonora de este nivel para un compositor que hasta ahora no había destacado especialmente.
Y esto es algo muy meritorio.
No sabemos si seguirá aportando música al universo cinematográfico de un renovado y rejuvenecido Mel Gibson. Pero lo que está claro es que tenemos seguridad absoluta de que si el director vuelve a contar con él, tendremos otra gran banda sonora que disfrutar.
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