La cámara y la orquesta, el drama y la belleza, la inteligencia y la cultura |
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La pieza de cámara de Philippe Rombi para la gran película de François Ozon resulta de una impresión culta extraordinaria. La expresividad, sencilla ligereza, dramatismo y romanticismo que se alcanzan son ejemplo de la regularidad sobresaliente de uno de los mejores músicos actuales, cauto, humilde y con una potencia pausada incuestionable e inusitada.
Adaptación de la obra teatral de Maurice Rostand (“L’Homme que j’ai tué”, 1930) y que ya había sido llevada al cine (Remordimiento, 1932, de Ernst Lubitsch), el equilibrio y la cautela emocional de la obra global se ven representados en una partitura breve e intensa, de cámara y sinfónica, dramática y romántica. Rombi pretende otorgar a la historia un tinte medido, estudiado y compone todos los temas bajo la atención por la escena, nunca sobresaliendo de la imagen y sí en una calidad desbordante que nos permite disfrutar de momentos altísimos en expresión, pero siempre, dicho ya, equilibrados: “Le suicidé”, treinta segundos de una locura emocional asombrosa con tres simples elementos, dos enlazados inicialmente (el piano agudo y el grave) y compensados cuando la acción sigue con la aparición de los graves de la orquesta de cuerda: impresionante belleza y drama de simpleza máxima y rendimiento notable.
Llaman la atención las constantes variaciones del tema principal. Rombi lo ejecuta a la perfección al inicio de la obra y va inyectándonos pequeñas dosis de un piano siempre único, simple y que ahogan el dolor en una impresión de composición mortuoria a modo de “Réquiem” actual adaptado a la época clásica que, de hecho, aparece brillando en la música no original de la película. La sección solista de la orquesta, cuando no actúa en modo “cámara”, se encarga de ofrecernos “pellizcos” melódicos limpios dentro de una atmósfera delicadamente oprimida: “Le secret”.
La edición discográfica, además de los 25 minutos de música original, se completa de forma acertada por alusiones artísticas importantes, a su vez, en el filme: el poeta Paul Verlaine, Tchaikovsky y Chopin, conceptos bien insertados en la historia y en la edición comentada.
En definitiva, obra compacta, supeditada absolutamente a la historia y que otorga a esta un empaque culto e intelectual como pocos compositores saben fabricar. Obra entre las mejores del pasado año con piezas de las mejores de dicho curso. Ejemplo de cómo componer y música imprescindible.
LO MEJOR: El estudio que la partitura desprende, todo bajo la figura de una música culta contemporánea de lo más exquisito del cine actual.
LO PEOR: El minutaje limitado de la música que, al tiempo que limita su concepto de música pura, ensalza el lado de correcta aplicación en pantalla.
EL MOMENTO: “Une amitié”, pieza de cámara delicadísima, con una composición de capas asombrosa, de los mejores temas del año 2016 y ejemplo de la grandeza artística de su autor, y “Le secret”, giro tan brusco como hermosísimo hacia un mundo de brillo que parecía desaparecer.
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