Repentino perdedor por K.O. |
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Derek Cianfrance llevaba años tratando de fichar a Desplat para poner música a sus películas. Lo intentó con Blue Valentine (2010) y The Place Beyond the Pines (2012), pero la apretada agenda del músico galo lo dejó en ascuas… Por fin lo ha conseguido con esta cinta, The Light Between Oceans, basada en una novela de M.L. Stedman y protagonizada por Michael Fassbender, Alicia Vikander, Rachel Weisz, Bryan Brown y Jack Thompson. Se trata de la historia romántica de un matrimonio tan bien avenido como para retirarse a un faro solitario de la costa occidental australiana. La cosa va de idilio a lo “lago azul” hasta que la joven pareja encuentra un bote desvencijado con un bebé a bordo, que acaba adoptando como hija… Todo se complica cuando entran en escena los auténticos progenitores de la niña perdida y se abre el dilema moral de dilucidar quiénes son los padres de verdad. El Desplat de aquí es el de los dramas morales intensos, como The Painted Veil o The Danish Girl, aunque el que suscribe esta reseña piense que estas dos bandas sonoras superan en belleza a la que nos ocupa.
“A la tercera va la vencida”, sostiene Cianfrance, después de que Desplat hubiera desatendido sus dos anteriores solicitudes. Sin embargo, toda la intensidad del compositor, la razón de ser de su partitura, es la belleza incatalogable de Isabel (Alicia Vikander), a quien rinde culto con un tema central de piano y las variaciones de este tema que se solapan en toda la banda sonora. El músico galo descubre en esta banda sonora a una pianista lituana de repertorio clásico en auge (como hiciera en The Painted Veil con el chino Lang Lang); se trata de Ieva Jokubaviciute. Pese a todo, no se olvida de sus aflautados vientos, resbaladizas arpas, campanas tubulares e impecables cuerdas para enmarcar un fondo sonoro marca de la casa. Llama la atención el uso de la sección de metal, a la que no nos tiene muy acostumbrados; Desplat incluso juega a musicar escenas al estilo de Wojciech Kilar, como en el tema “A Wonderful Father”.
“Letters” introduce el tema central (“Isabel”), a modo de pianísimo que deslumbra en los silencios abundantes de complicidad o de frustración íntima a modo de un bautizo de luz, como un rayo de sol en una fría tarde de invierno. De hecho, la película juega mucho con esa metáfora.
El contrapunto musical al tema de “Isabel” es el de “Tom”, un superviviente de la primera guerra mundial que huye de sus demonios hasta alcanzar el fin del mundo. Se trata de un tema oscuro, con un piano más obstinado, con apoyos orquestales urdidos para realzar un cierto aire siniestro, de incertidumbre y puede que enajenación… Remite, según como, al Desplat de The Golden Compass. A modo de variación amarga sobre el tema de “Tom”, Desplat presenta el tema “To Resent”, tal vez el más desconcertante, disonante y atrevido.
Jokubaviciute se atreve con “Janus” (en alusión al dios de las dos caras) a una interpretación al piano igualmente arriesgada del tema de “Tom”. “Hanna Roenfeldt” presenta un clímax en esta conspiración lúgubre hasta que “To Forgive” vuelve a la calma y al alivio musical orquestado… Resulta curioso cómo la música de Desplat, experto en la materia, funciona con un paralelismo preciso a los cambios de ritmo y luz propios del guión de la película. Ya sabemos que a Desplat no le van los temas aislados en un sentido clásico; sin embargo, “At First Sight” funciona a modo de “tema de amor” de los de toda la vida. También se sirve de “Lucy Grace” (la niña) para apuntalar musicalmente la sensación de inocencia, de belleza infantil, capaz de arrancar los “ohhh, qué mona” de las féminas apalancadas en las poltronas del cine. Curioso, aquí, el uso de la marimba.
“Path of Light” desata nuevamente la enternecedora labor del piano y, con “The Return”, Desplat se atreve a proponernos algo romántico al estilo de Barry (aunque sin llegar a tanto). No sería ésta una partitura de Desplat sin su sello distintivo: el uso solemne de los bajos en “The Dinghy” y “The Rattle”.
Ya en pleno desenlace de la cinta, la música de Desplat se estanca en una serie de armonizaciones de piano y cuerdas como “Still Your Husband” o “Each Day We Spent Together”. Pese a que las escenas revisten una intensa fuerza emocional, la música se queda atrás, algo corta, con escasas singularidades, como el uso del glockenspiel… Parece como si la fuerza de los temas anteriores se diluyera en una música meramente ambiental, relegada a un segundo o tercer plano. “The Light Between Oceans” cierra el disco y el relato cinematográfico retrotrayéndose a la evocación de “Isabel” y permitiendo a la pianista Jokubaviciute una rúbrica musical en toda regla.
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