¿El genio era Hans Zimmer? Nada por aquí, nada por allá… |
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Primera serie de ficción de Natgeo que continuará relatando las peripecias de una nueva personalidad genial, tras la proyección de la actual. Edición en CD que completa una primera de escaso minutaje (EP) y con la que la música quedaba muy golpeada. Ahora, remontando algo el vuelo, de todas formas, no termina de convencer.
Pobre partitura en colaboración de ambos compositores. Un trabajo “conjunto” que queda roto incluso al componer Zimmer el tema principal y Balfe el resto sin ideas, cuerpo ni estructura que puedan unirlos por alguna parte, para subir una impresión bastante débil y que únicamente cumple en sus tramos más pausados.
Hans Zimmer no pasa por un buen momento (aguardamos inquietos y esperanzados su Dunkirk). Su carrera empieza a ser un sinfín de colaboraciones que en contadísimos casos llegan al notable y proyectos individuales en los que el sobresaliente (antaño calificación incluso pobre para sus obras) asoma ínfimamente. Su música se estanca y pareciere deambular perdida por parajes en los que las temperaturas bajas la hielan drásticamente. No dista demasiado de esta atmósfera su compañero Lorne Balfe, excelente creador de temas íntimos, románticos y evocadores que pudieran situarse entre lo más bello de la música moderna para cine pero que, entrando en una mayor elaboración global, baja considerablemente el rendimiento.
La presente partitura para la serie televisiva de Ron Howard para National Geographic, de aceptable crítica, no pasa de ser una mera mezcla artificial de sonidos que no guardan apenas relación: desde el sintetizador hasta los solos de cello o violín visitando toques percusivos ligeros y detalles que quieren transmitir, pero no pueden.
La composición aglutina bien la sensación de una mente prodigiosa, en continuo dinamismo y lejana de la realidad cotidiana. Los arpegios y combinaciones de Balfe, completados por los de Zimmer en el tema principal, son uno de los pequeños logros de la obra; no obstante, el intento se pierde en la mezcla de sonidos sintetizados poco trabajados y otros de un clasicismo que intenta enlazar los temas originales con las piezas clásicas de Bach y Mozart. No conseguido (“Discoveries”). Sólo el cello asoma sus facciones ligeramente cercano a los dos monstruos clásicos (“Pure Mathematics”).
La parte desarrollada mediante el sonido que Balfe verdaderamente controla, las cuerdas de la orquesta y en su vertiente continua y mantenida, dan un respiro: “In Love with the Mind” ejemplifica la grandeza del compositor en instantes en los que la maestría debe desarrollarse y no complicar las composiciones con material que poco aporta al conjunto. Cómo las cuerdas, tras un inicio de piano hermoso, aparecen es de una emoción poco alcanzable por un artista hoy día. Magistral y, fijándonos, de una sencillez abrumadora. Esto sí.
En definitiva, partitura que se salva precisamente por ser consciente de lo que aporta y que, sin duda, no pretendía nada más. De todas formas, nueva decepción de Hans Zimmer que, si bien aparece unos segundos, su aportación es muy débil. Balfe cumple sin más en el global y compensa en lo romántico.
LO MEJOR: La música es lo que es y no alardea tampoco de conseguir algo que no logra. Sin duda, la parte pausada melódica es lo mejor de la composición.
LO PEOR: La escasa personalidad y débil aportación de la música al global, encabezada por un tema principal de Hans Zimmer impropio de un compositor como él.
EL MOMENTO: Sin duda, el tema principal pero, únicamente, por la expectación que crea salir de las manos de Zimmer. Por nada más. Por otro lado, “In Love with the Mind”, precioso. |
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