Guy Ritchie se lo pasa pipa… |
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… y los que entramos en su juego también, porque, para qué engañarnos, esta nueva visión del cineasta británico sobre el mito artúrico no es ni más ni menos que un divertimento que pretende alejarse lo más posible de una cinta como Excalibur de John Boorman. Pienso que lo fácil es querer acercarse a fórmulas ya utilizadas en el pasado para contar una historia y que lo arriesgado es mostrar la visión personal y muy particular que tiene uno sobre una historia. Por eso es para mí muy de agradecer que Ritchie haya sido fiel a su forma de entender el cine y haya apostado por algo tan alejado de lo que la gente podría esperar, cosa que tampoco llego a entender -me refiero a lo que mucha gente esperaba de esta película- pues a poco que hayan visto algo de este director -su Sherlock Homes sin ir más lejos- se pueden figurar el tipo de película que van a poder ver.
Escucho y leo comentarios de que si la cámara va a mil por hora en muchas secuencias, que si el montaje es confuso, que si no salen personajes como Ginebra, Lancelot, Merlín, que si la historia es penosa… Repito, es Guy Ritchie quien dirige el film, con sus virtudes y sus defectos, creando su propio mundo y adaptándolo a la cultura popular de hoy en día y en el que –que yo haya visto- se perciben guiños desde Lovecraft hasta autores como Robert E. Howard y, si me apuran, hasta algunos videojuegos de rabiosa actualidad. Muy gamberra, muy divertida, con un Charlie Hunnam al que le va como anillo al dedo el traje de este Arturo macarra criado entre prostitutas, muy bien acompañado por Jude Law como un desquiciado Vortigern y con un gran Eric Bana que se luce en los pocos minutos de cinta que tiene en la película en el rol de Uther.
Lo dicho, que quien escribe se lo ha pasado igual de pipa que el amigo Ritchie haciendo esta peli. Supongo que soy una “rara avis” entre tanta mayoría de críticas lapidarias hacia ella. Yo sí he sabido ver sus virtudes y entrar en el juego que quería ofrecernos el director.
Y mucha parte de culpa de que funcione tan bien es sin duda alguna la estupenda banda sonora compuesta por Daniel Pemberton, que con su mezcla entre lo orquestal y lo electrónico da completamente en el clavo con las necesidades de la película y sus imágenes.
Escuchando “From Nothing Comes a King”, breve tema en el que una melodía a cuerda de aires celtas abre el score y el film, no podemos imaginar en absoluto lo que será el discurso musical de Pemberton en la historia que Ritchie nos trae a la gran pantalla, y va a ser muy normal que tomemos una idea equivocada de la música que vamos a escuchar, pero rápidamente esa idea preconcebida en 43 segundos se va a disipar de un plumazo con “King Arthur: Legend of the Sword”, tema principal de la banda sonora con reminiscencias a lo hecho por Hans Zimmer en la música de Sherlock Holmes y al que Pemberton da su propia personalidad con la utilización de la orquesta y muy particularmente con el poderío de los metales.
Ese tema nos lo iremos encontrando en distintos momentos del score y la película, tales como “King Arthur: Destiny of the Sword”, “King Arthur: The Coronation” o “Journey to the Caves”, siempre haciendo hincapié en la importancia y protagonismo del personaje de Arturo.
Volviendo a “From Nothing Comes a King”, se podría decir que es un tema asociado al reinado de los Pendragon, que vuelve a hacer aparición en “Knights of the Round Table” y, de manera acertadísima, en el estupendo “The Born King”, donde los sonidos celtas que dibuja el violín irlandés junto a la irrupción de la totalidad de la orquesta a mitad del tema dibujan a la perfección lo ancestral del linaje, así como su grandiosidad.
Siguiendo con las reminiscencias celtas nos topamos con temas como “Jackseye´s Tale” y “Seasoned Oak”, donde al ya mencionado violín irlandés podemos escuchar cómo se les unen instrumentos como el bodhran, guimbarda o guitarra celta, que retratan los bellísimos paisajes que podemos ver en el film en el caso del segundo y contemplar las andanzas del personaje interpretado por Michael McElhatton en el caso del primer corte.
Evidentemente también encontraremos pasajes oscuros en los que la música retrata a los personajes que encarnan el mal en la historia, siendo “Vortigern and the Syrens”, “The Story of Mordred” y “The Devil & The Daughter” los más destacables de la partitura, en especial este último, en el que se entremezcla el tema de Arturo como contratema de una forma muy acertada.
El otro gran bloque musical junto al referido a Arturo acompaña a todas las situaciones caóticas (no por ello mal filmadas) que presenta Ritchie dentro de Londres. Para ello, Pemberton recurre a un elemento muy curioso a la vez que agobiante, una especie de respiración humana que acompaña a instrumentos como violín, bodhran, batería, bajo, guitarra eléctrica y que en su conjunto funcionan de maravilla con las imágenes, el ambiente macarra en el que se desenvuelve Arturo dentro del Londres que el director nos quiere transmitir: “Growing Up Londinium”, “Assassins Breathe” y “Run Londinium” son un auténtico disfrute y una gamberrada por parte de Pemberton digna de aplaudir.
En tan amplio abanico musical, el compositor nos regala momentos tan dispares como el épico y orquestal “The Legend of Excalibur”, el adrenalínico “The Darklands” o “The Politics & The Life”, este último acompañado de una voz femenina cantando en una de las antiguas lenguas celtas y que potencia las imágenes en las que aparece Uther frente a Mordred de manera fantástica.
Junto a los “bonus tracks”, Daniel Pemberton nos ofrece 90 minutos de música que son un auténtico disfrute y que reflejan muy bien el espíritu de la película de Ritchie, demostrando otra vez que es uno de los compositores a tener en cuenta y que sabe muy bien como otorgar poderío a las imágenes con su forma de entender la composición para audiovisual.
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