Tras ver la cinta dirigida por Luis Oliveros, no puedo dejar de lamentar cómo buenas películas pasan sin pena ni gloria por nuestras carteleras, y esta historia basada en el libro escrito por Julio Castedo es una muestra más de ello.
Oliveros nos trae un film clásico, un drama ambientado en los años treinta que nos cuenta una historia en la que se juntan amor, el sinsentido de la guerra (Civil Española y Segunda Mundial en la Francia ocupada), así como el hilo conductor de la cinta: el ajedrez.
Con estos mimbres el director construye una película en la que su protagonista, Marc Clotet, ejerciendo del jugador que da título a la cinta, ofrece una interpretación que, aunque para quien escribe no le saca todo el potencial que tenía, sí que es auténtica en cuanto a creérnosla totalmente debido a la bondad fuera de lugar que irradia el actor interpretando a Diego Padilla quien, debido a la temática que toca la historia, me recuerda en ciertos aspectos a personajes como los de El pianista y La vida es bella.
Dirección, fotografía, la mencionada interpretación de Clotet, el dinamismo de la trama (gran acierto que se hable en francés, alemán y español) hacen de El jugador de ajedrez una película muy recomendable que merece mucho más de lo que ha cosechado tras su estreno en nuestro país.
El perfecto ejemplo de cómo contar una historia con música
Eso es lo que es la banda sonora compuesta por Alejandro Vivas para esta cinta, en la que el compositor le ha tomado a la perfección el pulso narrativo con su música y no hace sino enriquecer la historia con ella gracias a una partitura muy cuidada que aparece solo en el justo momento en el que se la requiere, haciendo que nos sumerjamos irremisiblemente en lo que vemos en pantalla.
Y eso Vivas lo consigue desde el primer tema “Main Title”, transmitiendo con las cuerdas y el piano tanto la carga dramática que va a tener la historia como su parte romántica y ese halo de confrontación y desafío que desprende una partida de ajedrez.
A partir de aquí no podemos más que disfrutar de cada uno de los temas que nos irá desgranando la banda sonora y de su uso en la cinta. Con un bloque dedicado a la historia de amor, con temas tan destacables como el ‘jazzístico’ “A Question of Love”, con el clarinete y las escobillas de la batería dándole el justo tono a la escena; “Dance in the Street”, que sirve como continuación a la escena anterior y donde el color del chelo, piano y cuerdas dibujan una preciosa escena entre la pareja protagonista, o “Margaux’s Birth” y la ternura que desprende, para enlazar con “Love Theme”, así como el esperanzador “Writting Letters” bajo las notas de piano, chelo y cuerdas.
Pasando al bloque dramático, nos encontraremos con cortes tan efectivos como “Arrival German Troops”, en el que las cuerdas y chelo, junto a un pequeño atisbo de percusión militar, retratan la oscuridad de la amenaza recién llegada a París; “The Arrest” y su in crescendo dramático con las cuerdas; el amenazante y opresor “Interrogation and Jail”, en el que destaca la forma en que muta en su parte final a modo de liberación ante la tortura para el protagonista mientras suena el tema principal, sin olvidar “Desolation” y cómo nos llega al alma el lamento del chelo.
Para aliviar un poco la carga dramática de este bloque hay dos escenas con sus correspondientes temas que sirven como válvula de escape a la pesadilla vivida por el jugador: “Chess Game 1” y “Chess Game 2”, el primero con piano y arpa como hilo conductor de la narración, que dibujan un escenario impensable en ese momento para la mente de Diego Padilla. El segundo con el piano y las cuerdas afianzando una rutina que está salvando la vida al protagonista, la cual va a ver realmente a salvo a través de “Liberation”, donde nuevamente el tema principal hace acto de aparición mientras acompaña sus pasos extramuros de su prisión durante cuatro años.
El final a la historia se lo da Vivas con “Trip to Bordeaux” y “The Gathering”, ambos buscando como siempre emocionarnos, con especial mención al segundo, mientras vemos a Padilla reencontrarse con su hija y donde de nuevo el piano y las cuerdas con el chelo a la cabeza nos tocan la fibra sensible.
Y para finalizar no puedo olvidar el fantástico “Credits”, en el que todo lo mostrado por Vivas en la banda sonora se unifica durante cinco minutos en un broche de oro a la gran banda sonora de un compositor que es incomprensible no se prodigue mucho más en el mundo del cine, TV o cualquier trabajo relacionado con el audiovisual. |
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