El desperatar de la momia: Tyler adormecido |
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El desacierto de la música para esta superproducción, al igual que la misma en sí, es de una magnitud realmente llamativa. Una intención global del compositor fallida y claramente fijada en las obras de genios para similares filmes en el pasado (Goldsmith, Silvestri…)pero que queda ahí, anclada en un intento, fijada en descripciones demasiado amplias y nunca aventurera del riesgo, la búsqueda y el trabajo.
El ejemplo lo podemos intuir, o más bien escuchar, muy pronto: Brian Tyler no consigue plantar su partitura desde el inicio. Lo hace, sí, pero de manera trivial empleando recurrentes métodos en este tipo de películas, siempre describiendo y completando una composición a base de mantenidas notas que bien pudiera cualquier principiante conseguir casi al nivel de Tyler (“The Lost Tomb of Ahmanet”, “Egypt’s Next Great Queen”). La primera secuencia de acción nos lleva más allá: Cruise y su compañero de reparto se zambullen en una amalgama de disparos, balas silbando y una música que, erróneamente, sigue a la acción y en ningún momento la guía. Tyler mantiene un ritmo a medio tiempo que nunca se encaja con la imagen. La escena pierde muchísima fuerza por culpa de una música apartada, mediana y que debiera haberse disparado hasta los registros que un genio (inalcanzable) como John Williams matizaba para las secuencias activas de Indiana Jones (recordamos a Williams porque la atmósfera que se nos plantea tiene mucho de la argumentada en la conocida saga aventurera). Igual que ésta, muchas otras secuencias activas: “Sandstorm”.
El poder de una banda sonora, su calidad artística, siempre se va a encontrar aglutinada en un compendio máximo en los primeros minutos de la historia. Tyler no consigue nada. Durante más de media hora el instante que más llama la atención, tanto hablando de la película como de la partitura, es el frenético descenso y accidente del avión que transporta el arqueológico hallazgo. Tyler actúa breve, pero directo. Bien. Posteriormente volvemos al equilibrio inexpresivo: la música parece obedecer a mandatos típicos y resulta, por instantes, como si un mecanismo inhumano fuera accionado y reprodujese secuencias como lo pudieran hacer las cajas de música.
The Mummy carece de dinamismo. Escuchamos constantemente el rugir grave de los vientos, recurso exquisito cuando es medidamente usado pero pobre en el caso de acudir a él, como en cualquier otro instrumento, de manera obcecada. No existe en la partitura variación alguna de la comunicación sonora, concepto crucial en las obras de arte musicales. Tyler, que convierte su sencillez y simplemente adecuada destreza compositiva en la mayor parte de las veces en atractivas melodías, esta vez cae tan profundo como lo estaba la momia y no consigue despertar, como sí lo hace ésta. Curioso: la composición parece dormida cuando debiera reflejar la angustia de los personajes o la enérgica presencia del citado despertar del monstruo. Nada de esto es empleado.
El final de la historia nos deja lo mejor de la composición. Tyler parece mostrarse, sólo parece con el empleo drástico e interesante de la sección de cuerdas durante la lucha final (“Possession of the Knights Tomb”, desde el 2:05) y algún pequeño detalle aislado que no hace sino hundirse finalmente entre el débil global. En definitiva, un filme muy pobre, ridículo por momentos y una música que parece actuar de forma mecánica y sin cuerpo, sin alma y nada trabajada en cuanto a composición y aplicación.
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