Decían en Big Fish, esa obra maestra de Tim Burton, que «un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias. Siguen viviendo cuando él no está. De esta forma, el hombre se hace inmortal».
Un buen punto de partida para describir aquellas expectativas no cumplidas (las cumplidas son mucho más fáciles de describir y por eso no merece la pena detenerse demasiado en ellas) con la última entrega de Star Wars, la bien titulada The Last Jedi en su país de origen, y mal rebautizada en el nuestro Los últimos Jedi.
Me dijo mi gran amigo Juan Ramón Hernández, también reseñador de esta casa, que The Last Jedi era un vehículo para fans de la saga y que a él no le había gustado la película porque no era tan fan como yo.
Bueno, personalmente creo que no le gustó la película por lo mismo que a mí no me gustó Rogue One. Simplemente porque no me gustó. En una época donde hay que dar explicaciones para todo y por todo creo que coincidiréis conmigo en que es mejor dejarlo ahí y no cansarnos en explicar por qué no nos gusta que el café deje posos. Deja y ya está. Punto.
El caso es que no me cabe ninguna duda de que The Last Jedi, junto a El Imperio contraataca, es la película que menos busca contentar a los fans de la saga. Más bien todo lo contrario.
Bien, si no queréis dedicarme pensamientos de ira, odio y aberración y con ello ir un paso más hacia el lado oscuro, si no habéis visto The Last Jedi no sigáis leyendo. Me lo agradeceréis.
Esto no irá como tu crees
Bien, ¿ya estamos los que tenemos que estar? Empecemos.
Tal como le dice Luke a Ray al principio de su corto e inacabado entrenamiento (siguiendo las pautas del entrenamiento que Luke recibió de Obi Wan y sobre todo de Yoda), The Last Jedi pone en palabras de Luke lo que Rian Johnson quiere decir a los fans de la saga: «Esto no irá como tu crees (chavalín)».
Pero claro, esto es un duro trago de admitir para el fan que se ha creído pieza clave del desarrollo de la saga más taquillera de todos los tiempos. Aquella que empezó hace 40 años. Seguramente antes de que este «chavalín» fuera ni un solo midicloriano.
Pero claro, dado el tiempo y la devoción que esta saga ha despertado, con características propias de una religión, ¿quién no se considera parte de Star Wars?
Como decía la genial frase que empezaba mi análisis, uno se convierte en las historias que cuenta, y añadiría más, en las que participa. Tanto se ha contado y se ha hecho en torno a esta saga desde su origen en 1977 que todos los que la amamos nos hemos convertido un poco en ella. Y creemos que tenemos la posibilidad de cambiarla, de influirla, incluso de repercutir con nuestras opiniones en sus idas y venidas. Incluso con nuestros pensamientos. Ojalá Rey hubiese sido la hija de Luke y juntos hubiesen destrozado a Kylo y Snoke en la batalla más épica jamás contada.
De primeras, si te quedas en la superficie, o estás tan cabreado con lo que hace Leia para salvar su pellejo al principio de la película, que a partir de ahí da igual lo que te cuenten (estas profundamente dolido con esa «violación» que han hecho de esa idea mental que tenías de una princesa de cuento de hadas, incapaz de salvar su culo si no es gracias a un fornido y sonriente príncipe), sentirás que The Last Jedi es a El Imperio contraataca, lo que El despertar de la Fuerza es a Una nueva esperanza. Pero no, no es así.
Es cierto que The Last Jedi comparte ese espíritu trágico y derrotista que poblaba El Imperio contraataca. Pero sin duda esta es una cinta mucho más personal y única de lo que teníamos pensado a la hora de ver los materiales promocionales.
Sí, está claro que sigue unos parámetros marcados durante cuarenta años. No podría entenderse de otra manera tratándose de una de las gallinas de los huevos de oro más relucientes de la historia del cine. Y siendo Disney la propietaria.
Pero si pensáis detenidamente, esta The Last Jedi es la película más reivindicativa socialmente que puedas encontrar en la saga. Es más, es la única que hace un certero reflejo de lo que es nuestra sociedad actual. De esos ricos que viven a costa de la vida de los pobres. De esa maquinaria de guerra perpetua (todos pensábamos que la guerra estaba terminada con el final de El retorno del Jedi y mira tó por donde, está en The Last Jedi más viva que nunca). Esa que hace ricos muy ricos y pobres muy pobres. ¿Os suena de algo?
O esa muchacha que piensa ser alguien porque una espada le llamó, una espada legendaria perteneciente a dos leyendas. Para darse cuenta de que es hija de dos padres chatarreros que la vendieron de niña para poder mantener sus debilidades (o eso nos cuenta un oscuro villano, quién sabe si será verdad, pero al menos lo es en esta The Last Jedi).
O ese viejo Maestro Jedi lleno de dudas e inseguridades (normal, nunca vio terminado su entrenamiento) que se sabe perdido y vencido en una batalla física con un joven iracundo y lleno de fuerza (de la oscura) y que decide hacer «su trabajo» por realidad virtual, desde la distancia, utilizando su poderoso poder mental Jedi (así se muestra a Luke como, posiblemente, el Jedi más poderoso de todos los tiempos) en un fiel reflejo del poder de internet, del multijugador, del teletrabajo o del mundo de los hackers. Desde el sofá de piedra de su casa. Él sigue siendo un ermitaño, fondón y a duras penas hábil físicamente para enfrentarse a un exponente del poder físico del lado oscuro como es Kylo Ren.
Todos aquellos elementos que posiblemente no contentarán a los fans de la saga, aquellos que ya tenían confeccionados antes de verla en su cabeza múltiples historias sobre cómo sería la perfecta The Last Jedi, se dieron de bruces con que es la desmitificación más rotunda e inesperada de Star Wars, con sus heroínas que no son princesas, con sus golpes de estado realizados no por dictadores sino por héroes de la república, con sus princesas capaces de mover montañas y residuos siderales sin que nadie tenga que salvarlas, o con malos que encarnan el mal más desmedido, imposibles de derrotar, pero que son destruidos con un mero parpadeo.
The Last Jedi es por todo esto la película menos al servicio del fan de Star Wars de todas las realizadas hasta la fecha. Precisamente aquello que pedían los mismos fans que echaban pestes de la formularia (pero a reivindicar) El despertar de la fuerza.
Y es que, tenedlo en cuenta, fans de la saga, esa película que tienes en tu cabeza siempre se verá mejor allí, en vuestra cabeza.
Rian Johnson, lo que necesitaba la saga
Lo tengo muy claro. The Last Jedi es la revitalización de una saga formularia que nunca debió continuar tras la trilogía original y que lo hizo aportando entregas sin originalidad. Prefrabricadas con formulas claras e inamovibles de X + Y = millones de dólares, por lo no toquemos ni X ni Y.
Hasta tal punto The Last Jedi es rompedora que creo que se pasa de vueltas y consigue darnos la sensación de que una continuación sería totalmente innecesaria. ¿Podríamos terminar aquí la historia de los Skywalker? Yo no veo mejor final que este The Last Jedi.
Una película fresca, diferente, con personalidad propia, siempre siguiendo unos cánones mínimos, aunque también rompiendo ciertas reglas que se creían dogma de fe. Como que los Jedis solo pueden volver a modo de aparición fantasmal pero sin interactuar.
Yoda, ¿quién si no? nos dice lo contrario. Y capitaliza uno de los mejores momentos de la película, el punto de inflexión que motiva a Luke a salir de su encierro (aunque lo haga virtualmente) y crear esa leyenda que todos estaban esperando. Y Yoda lo hace vestido con su guisa habitual. Una marioneta de toda la vida. Nada de un Yoda a lo peonza verde que aún me produce sudores fríos cada vez que recuerdo sus apariciones en El ataque de los clones. Esa magia que impregnaba esa magnífica interpretación de Frank Oz en El Imperio contraataca vuelve en The Last Jedi diciéndonos que los efectos especiales tradicionales deberían volver a las grandes superproducciones de Hollywood.
Toda esa magnífica escena con Yoda nos dice que sabemos muy poco de los Jedi y su poder. Y lo peor de todo es que nos creíamos que lo sabíamos todo.
Cuando Luke se queda no solo con Kylo, sino con todo los espectadores en ese movimiento maestro para poder dejar escapar a lo que queda de la Resistencia, estamos en las mismas. En una escenificación nueva y grandiosa de los poderes Jedi, prácticamente siguiendo el hilo de lo que su hermana hizo minutos antes. Recordad, estos dos no son meros Jedis. Son viejos, maestros y poseedores en su sangre de la herencia más poderosa (y no, no hablo de los midiclorianos esos… ¿Entendéis por qué no aguanto La amenaza fantasma?). Son Skywalkers. Solo ellos podrían hacer eso. ¿Serás tú quien diga que no? ¿Qué es una suspensión de incredulidad?
Déjate de trollismo, estamos hablando de Star Wars, no de 2001.
Rian Johnson, el único responsable del guión de The Last Jedi, y por supuesto de su dirección, consigue algo que muchos dábamos por perdido: avanzar. Contar cosas nuevas. Jugársela.
Y como digo, eso es algo que necesitaba la saga.
Un relevo perfecto
Recuerdo cuantos palos se le dio a J.J. Abrams cuando se estrenó El despertar de la fuerza. Yo, que salía totalmente entusiasmado por esta película, y más después de haber perdido mi afición por la saga tras las nefastas nuevas (antiguas) entregas de George Lucas. Aquellas tres que comenzaron con La amenaza fantasma.
Creo que los personajes que Abrams nos descubrió estaban llenos de entusiasmo, simpatía y carisma. Y prueba de ello es lo bien utilizados que están en The Last Jedi.
En especial Poe Dameron, que se muestra uno de los héroes más interesantes e intensos de la saga, con sus claras aristas. No es solo el mejor piloto de toda la galaxia. Es un personaje que con sus heroicidades es capaz de arrastrar a la muerte a muchos de sus compañeros. Y es cuando la película nos habla también de «puntos de vista». Lo que él hace será algo genial para unos y malo para otros. Un personaje que sigue manteniéndose en tierra de nadie cuando lleva a cabo un golpe de estado con sus compañeros pilotos. El ejército intentando tomar el control que hasta ahora tenían los políticos. ¿Y eso sale en una película de Star Wars? Increíble.
Rey mantiene esa pureza que definía a Luke Skywalker en su primera película. Y eso nos encanta a los que amamos a los seres puros y luminosos, de esos que quedan tan pocos en nuestros oscuros tiempos.
Kylo, vilipendiado y menospreciado en El despertar de la fuerza, nos deja bien claro que es un ser temible. De un odio demasiado humano. Es uno de los claros protagonistas de la saga, que rompe radicalmente con la imagen que tenía de Darth Vader de todo a 100 en El despertar de la fuerza, con esa magnífica escena donde destroza a golpe de ira su casco.
Por otro lado tenemos a Finn, que aquí se ve más desdibujado con respecto a El despertar de la fuerza, a pesar de tener un momentazo justo al final de la película. Y esta más apagado porque a su lado, en todo momento, tiene un nuevo personaje que empieza a no gustarnos demasiado, por su infantil e ingenuo tratamiento, pero que luego nos aporta posiblemente el personaje más fiel, humano y desinteresado de la función. Rose, además, es capaz de hacernos ver una realidad para nada desvelada en la franquicia. Esa explotación más que injustificada de la infancia. Y además John Williams le asigna el TEMA de la película. Ahí es nada.
En definitiva, J.J. Abrams tuvo un grandísimo acierto al descubrirnos estos personajes y es de justicia reconocérselo. Rian Johnson demuestra que son magníficos relevos en una película donde son los claros protagonistas.
John Wililams, la esencia misma de la Fuerza
Imaginad que el próximo mes de febrero vais a cumplir la friolera de 86 años. Que habéis visto de todo, vivido casi todo y aguantado a casi todos.
Y no olvidéis que además sois una especie de ídolo viviente que, gracias a vosotros, la música de cine no solo se ha popularizado sino que ha trascendido a las imágenes que acompañaba. Gracias a ti se empezaron a vender discos de bandas sonoras.
Sí, sois John Williams y, aparte de un jersey de cuello vuelto oscuro, tenéis cinco Oscar mirándoos fijamente y recordándoos que sois los pu***s amos.
En fin, un día duro en la casa de los Williams.
Uno escucha la banda sonora de The Last Jedi fuera y dentro de la película y no puede más que sorprenderse. Porque un hombre que lo ha conseguido todo en la vida, que ha sido tan sumamente determinante para, no ya la música de cine, sino para el mismo cine (E.T. no sería lo mismo sin su magistral banda sonora, por poner un ejemplo, lenguaje cinematográfico en estado puro presentado en notas musicales), sigue estando en el mejor momento de su carrera.
Pero no, no debería de extrañarnos. Algunos de los mejores compositores de música clásica llegaron a su madurez musical aportando sus mejores obras. John Williams simplemente sigue esa tradición, pero en los tiempos que corren y en la jungla que se ha convertido Hollywood (ahora más que nunca), tiene muchísimo mérito.
The Last Jedi podría considerarse un megamix de sus grandes temas para la saga. Pero no es así.
Como siempre, John Williams escribe en dos estratos musicales bien diferenciados.
El primero, aquel mucho más evidente y facilón para el oído, falsamente sencillo, que atrapa al espectador o al oyente con un leitmotiv muy retentivo. Y luego el segundo nivel, uno mucho más complicado, donde el maestro se ajusta como pocos a las imágenes (tal vez el único que estaba a su altura era el gran Jerry Goldsmith), creando una estructura armónica digna de un arquitecto. Cada diferente leitmotiv entra cuando tiene que entrar y se fusiona con otro de una manera que parece fácil, sencilla, clara y natural. Pero no hay nada sencillo en sus composiciones y sí natural. Es la manera intuitiva, talentosa y digna de un genio de percibir la música en movimiento.
No es nada fácil hacer lo que John Williams ha realizado para The Last Jedi. Y ya no hablo de su edad o de sus aspiraciones ya cubiertas. Hablo de algo mucho más simple que no se aprende, enseña o se tiene con cierta edad. Es algo innato que el compositor ha podido desarrollar y perfeccionar. Y gracias a ese camino, lleno de retos, desafíos e interesantísimos proyectos, ha llegado hasta aquí, a una madurez incontestable donde, además, viene acompañada de una vivacidad, pasión y fuerza pocas veces vistas en un compositor de su edad (Morricone sería otro).
Desde ya, The Last Jedi es una de sus mejores bandas sonoras para la saga de Star Wars. Y eso que no tiene un tema principal para el recuerdo (como sí tenían la inferior El ataque de los clones o La amenaza fantasma), aunque en parte lo tiene. «The Rebellion is Reborn» es una autentica maravilla y fiel reflejo del espíritu indómito de la rebelión, que está perfectamente representado por el personaje de Rose. Podemos escucharlo también en una variante más que interesante durante una de las mejores escenas de la película a nivel visual en «The Fathiers».
Y sí, tenemos magnificas versiones de temas imperecederos creados por el propio compositor. Desde el tema de la Fuerza, el de Leia, el de Luke, el «Here They come» para los momentos más heroicos de los pilotos rebeldes, el tema de Yoda, el tema de Darth Vader, incluso el del Lado Oscuro, que vimos desarrollado en El retorno del Jedi y asignado al Emperador, el tema de Han y Leia, todos ellos con una justificación más que clara en pantalla.
Y por supuesto no queda ahí la cosa. The Last Jedi es la continuación directa de El despertar de la Fuerza por lo que sus temas también aparecen aquí, tales como el de Poe Dameron (que recibe una variante mucho más implacable y directa en esta película), el de la Resistencia, el oscuro de Kylo Ren y, por supuesto, el de Rey. Muchos de ellos los escuchareis en «The Battle of Crait», la batalla final en ese planeta donde los valores de producción y artísticos han sido fraguados por un genio. Uno que entendió las posibilidades visuales de una escala cromática dominada por el rojo y el blanco (y que ha marcado todos los elementos promocionales gráficos de la película).
Conclusiones
Si yo fuese Williams, una vez más haciendo un ejercicio intenso de imaginación, consideraría The Last Jedi como mi última aportación a la saga galáctica de Star Wars. Y lo digo a sabiendas de que como fan desearía que este hombre compusiera hasta el último de sus días.
Digo esto porque creo que The Last Jedi es el punto y aparte perfecto en la saga. Es un trabajo que le ha servido para resumir en dos horas y pico, todo el trabajo de cuarenta años al frente como compositor . Un trabajo que resume perfectamente todo lo bueno que Star Wars nos ha entregado musicalmente al mundo, a la tradición cultural humana. Porque sus temas ya forman parte de nuestras vidas. El tema de Darth Vader o el de la Fuerza, trascienden los muros de un cine, de una pantalla de televisión, o del altavoz de un equipo de música.
Así que podríamos cerrar con ese pensamiento. Cuarenta años de Star Wars condensados en una banda sonora. Ni que decir que The Last Jedi es una banda sonora indispensable.
John Williams contó sus historias tantas veces que al final él mismo se convirtió en esas historias. Seguirán viviendo cuando él no esté. De esta forma, John Williams se hace inmortal. |
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