El dulce sonido de la victoria |
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A pesar de lo que pueda parecer, vaya por delante que soy un gran fan de Britell. Me llamó la atención por su estupendo trabajo en el debut como directora de la actriz Natalie Portman, A Tale of Love and Darkness, y luego The Seventh Fire de ese mismo año. Aparte de haber sido uno de los responsables de que esa gozada de película llamada Whiplash llegase a existir (fue productor del corto original y luego de la película). Sin embargo, soy el primero que, aunque predije que iba a estar nominado a los Oscar por Moonlight, no comparto el que ocupase una de las plazas finalistas. No ya porque hubiera otras bandas sonoras que me pareciesen más merecedoras de ello, sino que no me convence en absoluto su función y sentido en la película, por muy original y moderna que me parezca. Mismamente, su trabajo para The Free State of Jones me parece muy superior a Moonlight. No obstante, sí que tengo muy claro que es uno de los nombres jóvenes a seguir entre los nuevos llegados a la música para el audiovisual.
En esta ocasión comienza una nueva colaboración con el más que interesante equipo que forman Valerie Faris y Jonathan Dayton, responsables de éxitos sorpresa como Little Miss Sunshine o Ruby Sparks. Los directores se encargan ahora de adaptar a la gran pantalla la historia real del enfrentamiento entre dos grandes del tenis mundial, en el que se jugaba no sólo la honra personal, sino toda una defensa de la capacidad de la mujer frente al hombre. Una película con buen reparto y presupuesto, para la que nos encontramos al Britell más brillante y clásico, sin abandonar en absoluto su capacidad de aportar toques modernos, adaptándolos estupendamente a una banda sonora que aprovecha para referenciar la época de los setenta en que se desarrolla la historia.
Entremezclada con la música original de Britell, encontramos una selección de canciones de los setanta que acompañan sin molestar. Incluso a pesar de encontrarse repartidas por la edición discográfica. Al tratarse sólo de tres temas, y encima de clásicos como Elton John, George Harrison y The Shondells, son simplemente pequeñas pausas en el desarrollo de una variada banda sonora. Es más, probablemente la única que destaque excesivamente sea la canción final. Basada en la música de Britell e interpretada por Sara Bareilles, el estilo de la canción es bastante moderno y es la que más se aleja del intento de la partitura de ser más o menos cercana al sonido de los setenta. Aunque siendo sinceros, tratándose de la canción de los créditos tampoco es que plantee ningún problema.
Además de esa canción, Britell también aprovecha para aportar una serie de piezas interesantes que ayuden al sonido y desarrollo de la banda sonora, pero con una intención de darle color y estilo al fondo y la época de la película. Especialmente en la parte inicial, cuando nos estamos haciendo aún con todo ello. La música adquiere un tono clásico de jazz de la época, con ese estilo entre melódico y “big-band” tan entretenido. Y aunque aquí nos encontramos con piezas un poco impersonales como “Manhattan Sunset”, también tenemos otras mucho más divertidas como “Nighthawks”. Esta última incluso permitiéndose la inclusión de dibujos improvisados al piano que le dan brillo y ritmo a la música. O la última, “Dog Tennis”, en la que el piano, bajo y metales proporcionan un ritmo tremendamente vivo y muy movido a la pieza. A partir de aquí, la banda sonora entra ya en el terreno más propio y personal que la caracteriza.
Fuera de estos terrenos más genéricos que mencionaba, la banda sonora tiene un corte muy clásico. Desarrollos temáticos y emocionales que la proporcionan mucha vida y personalidad, con el añadido de pequeños arreglos y toques algo más modernos que la proporcionan un ritmo y sonido muy interesante y memorable. Más alejada del puro sonido de los setenta, pero claramente derivada del mismo. Lo suficiente para construir, en momentos, una clásica banda sonora de drama deportivo con toques de comedia romántica. El conjunto es probablemente uno de los mejores trabajos de Britell hasta la fecha.
Para ello compone dos temas principales para cada personaje principal, en los que aprovecha para reflejar el carácter personal de cada uno de ellos. “Billy Jean King” es el tema con el que representa al personaje interpretado por Emma Stone, probablemente la pieza con estilo más moderno y activo, en la que el piano juega un papel brillante y precioso, especialmente cuando otros elementos van aportando su brillo y fuerza al mismo.
“Bobby Riggs”, sin embargo, es un tema con claro carácter de jazz, también con el piano como base principal de la melodía, pero con un tempo mucho más reposado y serio. Mucho más clásico, pero también con una intensidad creciente sobre la que van incorporándose otros instrumentos. Ambas piezas tienen un carácter similar, pero un tono muy diferente, casi como identificando a Billy Jean con ese tono más moderno y actual, y a Bobby con el pasado y lo ya establecido. Algo que es uno de los trasfondos evidentes que se retratan en la película, y que Britell refleja en su música.
Los temas son sencillos y muy efectivos. Fácilmente reconocibles a lo largo de la banda sonora, donde los utiliza combinándolos y jugando entre ellos, dependiendo de quién esté manejando el momento.
A lo largo de toda la primera mitad, junto con las piezas más genéricas, la música tiene un tono vital marcado claramente por los temas principales, especialmente con la espectacular “Radio Interview (Anthem)”. Ya en otras ocasiones las piezas adquieren un carácter más serio, como puede ser la presencia del tema de Bobby en “Priscilla Leaves” o “The Bra/Court Loss”. Un marcado aire triste y dramático que invade al tema por razones evidentes de la historia. En otras nos encontramos con momentos más brillantes, como “Bobby vs. Margaret” y “The Winner”, en el que la música nos trae una carga emocionante y más intensa. Y otros momentos parecen aportarle un sencillo sentido de avance de la historia como “Marilyn Joins the Tour”.
Si hay algo que parece salirse más de la norma es una especie de motivo desarrollado en “First Kiss” y “Lavender Oil”, en el que la música adquiere un carácter fuertemente sensual y romántico, y que Britell utiliza como base de la relación personal de Billy Jean. Pero lo importante de toda esta parte es que, sin ser la más destacada de la banda sonora, ya nos muestra a un compositor con las ideas tremendamente claras, y que las está reflejando con muchísima clase y gusto. Y es simplemente el comienzo.
Es evidente que lo que marca la parte principal de la banda sonora es la parte central de la trama que se traduce en ese histórico enfrentamiento en la cancha entre los dos. Para ello Britell realiza un auténtico “tour de force”, jugando con los temas principales que nos ha introducido anteriormente para ir construyendo la clásica música de un drama deportivo en crescendo constante. Esta media hora final es lo que va a conseguir convencer a la audiencia de la importancia del resultado de ese partido. Y los aficionados, del buen trabajo que es capaz de realizar el compositor. Todo lo hace de una manera bastante clásica y con un orden propio. Como una historia dentro de la historia. Comenzando con un preludio (“Prelude to Battle of the Sexes”) de nueve minutos que va construyendo tensión y drama, sin dejar de lado ni a personajes ni a sus emociones. “Battle of the Sexes – March” nos interrumpe esa parte introspectiva para soltarnos de repente en mitad de la pista. Una autentica marcha de los campeones, casi de carácter diegético, y cargada de fanfarrias, honor y fuerza.
Finalmente entramos ya en el histórico partido, en la que Britell nos deja casi trece minutos de brillante partitura en la que hace una estupenda demostración de su capacidad de saber manejar las emociones, y además de mostrarnos como concluir todo lo que (musicalmente) nos ha ido mostrando. La parte más destacada es “Battle of the Sexes – Match Part 1”, la primera parte del partido en el que tras un nuevo comienzo cargado de tensión y contención, empieza a introducir un continuo juego de los dos temas con variación de importancia, tempo y presencia. Aquí es donde empezamos a ver como Billy Jean va ganado poco a poco la mano, hasta conseguir ponerse por encima. Y todo con desarrollos de las piezas realmente emocionales y brillantes. En “Battle of the Sexes – Match Part 2”, el tema de Billy Jean ya no es que sea el protagonista, es que la fuerza e intensidad con que queda presentado es realmente emocionante, para terminar de estallar completamente en “Victory”. Un desarrollo musical que es realmente impecable y tremendamente disfrutable. Unos minutos que pasan auténticamente volando.
Curiosamente el desarrollo de la historia no quiere decir que realmente Bobby Riggs desaparezca, ni que la música se quede en ese pico emocional. Britell incluye el tema de Bobby en “Finale”, junto al tema de Billy Jean más cargado de fuerza en esta ocasión, pero con un tratamiento delicado y melancólico. Tal vez como simbolizando el final de una era, sustituida por otra. Para concluir en un breve “Postlude” de similar tono melancólico, que pone el punto final definitivo.
Como explicaba, todo un brillante trabajo el desarrollado por Nicholas Britell en este proyecto. Clásico, melódico y temático. Muy alejado del tono gélido e impersonal que le proporcionaba la especial técnica de montaje musical de Moonlight. Toda una demostración de las capacidades del joven Britell (37 años) que ya asomaban en “The Free States of Jones”. Aunque el tono más brillante y emocional que le proporciona en esta ocasión a la música le hace ganar muchos enteros entre los aficionados. Supongo que no aparecerá en los Oscar este año, porque habitualmente este tipo de películas no terminan nunca de obtener reconocimiento de la Academia, pero si Moonlight lo consiguió, desde luego esta debería estar. Solamente por comparación y resultado. Aunque de todas formas la victoria realmente importante es que el aficionado descubra una brillante banda sonora y compositor, y no los deje olvidados. |
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