Una comedia atípica, musicalmente hablando |
|
Hablando de las comedias, hace ya un tiempo mencionaba que es un género un poco dado de lado, cuando la verdad es que permite muchas posibilidades de todo tipo, musicalmente hablando. Lo habitual suele ser jugar con un tono más o menos vivo y un sonido normalmente moderno y urbano. Pero depende de muchos aspectos. Principalmente, el tono o historia que vaya a tomar la comedia: romántica, dramática, de acción, etc. Lo habitual es que sea este aspecto secundario el que marque el tono de la banda sonora para adaptarse a ese tipo de desarrollo. Es complicado encontrarse hoy en día con una de esas comedia con clase de hace años.
Pero claro, cuando se trata de terrenos o directores atípicos, cualquiera sabe por dónde puede saltar. Y para atípicos, Alexander Payne. Un experto en comedias con un cierto toque negro, que siempre busca añadir un tono realista y cierta moralina en todas sus historias. En esta ocasión se mete en uno de sus proyectos más ambiciosos, que empezó a rodar en 2009, pero se fue dejando abandonado frente a otros proyectos más intimistas y personales como The Descendants y Nebraska. Pero finalmente ha terminado por entrar en producción y salir a la luz. En este caso una comedia con un cierto toque fantástico interesante, pero que sin embargo se ha encontrado con una crítica y un público con el que no ha conectado.
Pero una de las razones interesantes que si nos deja Downsizing es que, tras contar con otros compositores para esos proyectos previos, vuelve de nuevo a asociarse con el británico Rolfe Kent a la hora de proporcionarle su toque musical. Kent es todo un experto en este terreno, aparte de ser buen amigo del director y demostrar sobradamente que es capaz de proporcionar a sus comedias mucho más que un simple tapiz musical. Incluso más en esta ocasión. Payne le indicó a Kent que su idea para la música era utilizar un sonido y piezas de carácter clásico para ser empleadas de la manera en que Kubrick las utilizaba en sus películas. Es decir, como un fondo musical que proporcionase un carácter y ritmo especial a las escenas. Dicho esto, que casi da miedo si tenemos en cuenta los “collages frankensteinianos” de piezas clásicas que solía incluir Kubrick en sus películas, el resultado que nos muestra Kent es realmente brillante y muy entretenido. Y sobre todo, muy disfrutable en su escucha aislada.
El sonido es tremendamente clásico en todas las piezas, con sólo pequeños toques y arreglos algo más modernos. Es más, Payne utilizó diversas piezas clásicas para que sirvieran de ejemplo al compositor y comprender lo que estaba buscando el director. La música está interpretada con orquesta completa y voces, con las que Kent va desarrollando diversos temas, en un tono que no estaría fuera de lugar en ninguna sala de conciertos. Como mencionaba, eso no quiere decir que no recurra a elementos no específicamente clásicos, aparte de ciertos adornos de carácter electrónico que utiliza de manera muy puntual.
Uno de esos elementos menos clásicos y más evidente es el uso de una voz solista femenina de carácter evocador y lírico. La voz es precisamente el primer elemento que vamos a escuchar en la banda sonora nada más empezar “A Lab in Norway” y parece servir de base al todo lo que rodea al descubrimiento del proceso de reducción en Noruega. Aunque la misma vuelve a aparecer en otros momentos, su sufre una cierta evolución a lo largo de la banda sonora. En ocasiones sonando con un cierto carácter lírico en “Five Inches Tall and All Alone” y “Ngoc Guides Paul Upriver and To the Other Side of the Tracks”, hasta el punto que va desarrollando una letra para la pieza. Llegando a terminar en una canción con letra, muy específica a la trama de la película, en la pieza final “A Change in the Weather”, interpretada por The Swingles, cuya voz femenina no me sorprendería que fuese la que ha hecho su aparición anteriormente.
Dentro de ese desarrollo temático que menciono y con el que juega Kent, hay dos piezas a destacar. La primera es el tema de su protagonista Paul, que podemos escuchar en “Paul’s Theme / Visiting Leisureland”. Dicho tema tiene un carácter muy ligero y divertido, especialmente al estar interpretado por la sección de viento-madera, y hace algunas otras apariciones a lo largo partitura. El tema también va sufriendo una cierta evolución y presentación en la banda sonora. Mismamente en esa pieza, vuelve a aparecer posteriormente pero con un tono algo más serio y melancólico por medio del piano. El tema sufre varias transformaciones, todas con una cierta evolución en el mismo que culmina con el tono serio y dramático con que aparece en unas lánguidas notas de piano en “The Aeroplane Home / The Rain”. Incluso las notas parecen no terminar de sonar totalmente afinadas, dando una sensación tremendamente triste.
El otro tema principal, también en viento/madera y piano, es el tema de Ngoc. Una melodía que, sin embargo, tiene un carácter mucho más evocador y delicado. Mientras que el de Paul, inicialmente, nos presenta un carácter alegre, vivaz y divertido. Aquí tenemos un contrapunto muy diferente. Con un carácter más serio y preocupado. Ya que, no en vano, va a ser la persona que va a conseguir abrirle los ojos y descubrirle la realidad a Paul tras ese supuesto mundo idílico. Como se puede apreciar en el cambio que se produce durante el desarrollo de “Ngoc Guides Paul Upriver and to the Other Side of the Tracks”. Como la pieza comienza con ese tono vivaz del tema de Paul para irse tornando oscura y seria, terminando con un desarrollo mucho más dramático antes de la aparición de la voz solista. Sin embargo ambos cuentan con una construcción y estructura muy clásica y melódica, permitiendo a la orquesta disfrutar con su interpretación.
Lo bueno de la banda sonora es que se encuentra integrada por piezas que cuentan con un destacado desarrollo y duración. Eso hace la partitura se disfrute muy bien y muy cómodamente. Incluso con las diferentes variaciones de carácter que puedan irse produciendo. Pero todo ese proceso es realmente cómodo y muy natural. La música a veces se carga de un carácter más dramático, a veces más melancólico. Pero permite disfrutar de buenos momentos de música que presentan un desarrollo muy cómodo para la escucha aislada. Valga de ejemplo la preciosa y delicada “Exodus, Farewells, Lost Luggage and Reunions”, que a lo largo de sus más de siete minutos nunca se siente pesada ni repetitiva. Todo lo contrario. Sabe jugar muy bien con diversas emociones que van repartiéndose a lo largo de la misma, con un desarrollo brillante y muy evocador. Eso sí, todo ese grueso de la banda sonora viene rematado por las dos piezas centrales de la misma. Dos momentos brillantes y que merecen estar entre los destacados del año.
“The Aeroplane Home / The Rain” es un poco como el corazón emocional y dramático de la banda sonora. Siguiendo la pauta marcada por el tono más serio del tema de Ngoc, Kent desarrolla una pieza que nos conduce al final y conclusión de la historia. Pero su tono es muchísimo más dramático y melancólico que nada de lo que hayamos escuchado antes. No es sólo que el tema de Paul se contagie del mismo, dándonos una sensación de pérdida terrible. Incluso la aparición de la voz y un tono algo más brillante, no le quita ese tono triste y melancólico con que finaliza la película.
Pero desde luego si hay una pieza que destaca por encima de todas es esa maravilla titulada “The Downsizing Waltz”. En alguna de las piezas anteriores Kent ya le había proporcionado un cierto toque y ligereza como si de danza se tratase. Pero aquí directamente construye un delicioso vals que sirve de base a todo el proceso de reducción que sufren los protagonistas. Payne le comentó al compositor que toda esa escena le había proporcionado una sensación como de danza de múltiples elementos y le pareció que la música debía seguir ese desarrollo. Es más, la escena se montó utilizando el “Bolero” de Ravel como música temporal. Sin embargo Kent no se basa en absoluto en esa pieza sino que le proporciona una totalmente única y deliciosa. Con un comienzo delicado y pequeño, la orquesta va involucrándose poco a poco hasta que en ciertos momentos de la misma es difícil no imaginarse en uno deseos grandes salones de Viena llenos de parejas girando al ritmo de la música. Cargada de un carácter brillante, es difícil no disfrutar del momento. Simplemente deliciosa. Una de las piezas del año sin duda.
El conjunto conforma una banda sonora repleta de muy buenos momentos, que permitirá a los aficionados del sonido más clásico y orquestal disfrutar del buen gusto del compositor y de grandes melodías. Con momentos vitales y brillantes, y otros más emocionantes y melancólicos, la banda sonora es de las que se puede escuchar en muchas ocasiones sin perderle nunca el gusto. Y desde luego una partitura muy atípica para lo que suele ser acompañar a una comedia en la actualidad. Aunque simplemente sea porque es una gozada para escuchar.
|
No hay comentarios