Tragedia, justicia, venganza, redención, y tres carteles de carretera |
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La historia que recoge el guión de Tres anuncios en las afueras, como las verdaderas grandes historias, habla de la debilidad, del drama, de la dificultad de enfrentarse al futuro, de redimir tus errores del pasado y crecer para enmendarlos, aunque el camino se plantee lleno de empinadas cuestas, rocas en avalancha y ganas de rendirse u optar por el camino más fácil, pero equivocado. Los personajes de la obra están llenos de aristas y matices como asimismo se da en los guiones verdaderamente brillantes. Pasamos de amar a un personaje a detestarlo, y viceversa, sentimos empatía y luego rechazo, cariño y aversión, ternura y dolor, para al finar quererlos a todos, con sus defectos, muchos, y virtudes, tal vez menos, pero siempre intentando mejorar, intentando ser mejores personas, aunque nuestros actos anteriores nos causen vergüenza, retraimiento y cobardía, siempre hay tiempo para lo opuesto, para hacer aquello más complicado y tortuoso, que nos hará reconciliarnos con nosotros mismos, y ser capaces de en ocasiones aquello más inabarcable, enfrentarnos a la propia vida con dignidad.
Todo ello nos es expresado con sencillez – que no simpleza-, profundidad, emoción contenida, y también, por qué no, desbordada, en una obra magistral, de guión impecable y original, de interpretaciones apabullantes y extraordinarias de todo, todo el elenco, incluyendo el secundario con frase que aparece un segundo, y una partitura memorable, fresca, sentida y directa, sin dobleces, al corazón del oyente, una maravilla, que Carter Burwell nos regala con sutilidad y ductilidad, con clase y honestidad, con talento y el corazón y el alma abiertas a los sentimientos, los complicados y los hermosos, de sus protagonistas y su interior. Una composición para el recuerdo, justísimamente nominada a los Oscars de la Academia, y reconocimiento a un músico con estilo propio e inimitable, del que sólo se necesita escuchar unos segundos de cualquiera de sus obras para reconocer su impronta y ver que estamos a punto de escuchar un trabajo de Carter Burwell.
Tres anuncios en las afueras se basa casi completamente en dos motivos principales. De belleza desgarradora y dolorosa uno, el de la pérdida y angustia existencial de Mildred al enfrentarse al suceso de que su hija fue violada y asesinada en su localidad, mientras la policía no avanza en el caso y parece atascada en la abulia y la pachorra que da la incompetencia o las pocas ganas de remover en una comunidad que fluctúa entre el racismo más degradante, y la falta de inteligencia más alarmante, mostrado todo ello por el compositor con entrega en los elegíacos “Fruit Loops”, “My Dear Anne”, “Countermove” (sencillamente desgarrador), pero sobre todo en el espléndido “The Deer”, que pone el pelo de punta de emoción con solamente un piano desnudo, un clarinete, una guitarra clásica, un bajo y una melodía eterna, hiriente y a la par esperanzada, optimista y a la par de una nostalgia terrible. Carter Burwell en estado de gracia, damas y caballeros, uno de esos temas que hacen grande a un compositor.
Y de definición del personaje de Mildred el segundo, de su imparable fuerza interior y resolución, en los brillantes “Slippers”, con tono sosegado y anticipando los sucesos posteriores, “I’ve Been Arrested”, donde nuestra protagonista marca territorio y muestra sus opiniones por hirientes y honestas que estas sean, con fuerza y emoción in crescendo “Billboards On Fire” (soberbio, y atentos a partir del 00:33 cuando las cuerdas en segundo plano van tomando el ritmo y llevan la melodía al paroxismo emocional de manera gradual y apoteósica), y sobre todo la marca de fábrica de este score y el momento por el que será recordado, “Mildred Goes To War”, mientras el personaje se encara con todo aquel que demuestra falta de respeto, ética o moralidad cuestionable acerca de la tragedia que vive su familia. Con unas inolvidables notas a la guitarra, la percusión entra y la mandolina toma el mando para desarrollar el tema principal, repitiéndose una y otra vez la melodía mientras los ojos de Frances McDormand, arrolladora, extraordinaria, se clavan en el espectador, y la música nos hace subirnos a sus hombros de un salto figurado y decir orgullosos, cuidadito con aquel que nos tosa.
Junto al desarrollo de estos motivos, es de destacar el emocionante instante que sucede a uno de los giros más sorprendentes e impactantes del film, y que no desvelaré, en que los recuerdos duelen, por no haber sido justos con alguien que no se merecía lo que se le hizo vivir. Atentos a partir del medio minuto de “Collecting the Samples”, y sientan la emoción, dejen fluir las lágrimas si estas surgieran, porque demuestran nuestra humanidad y apreciación, y la grandeza de Burwell por alcanzar ese punto en el que…
…unos anuncios de carretera, en las afueras de Ebbing, Missouri,
sirven de metáfora a toda una sociedad, en la que nadie ayuda a nadie,
nadie hace nada por nadie, hasta que sencillamente, alguien empieza a hacerlo, empieza a preocuparse, acepta, sabe perdonar,
y hace que cambien las cosas.
Y quizá aún haya esperanza, hasta en aquello que parece irredimible,
y los recuerdos nos hagan en algún momento,
sanar nuestro dolor.
“¿Quieres hacerlo o no?
Ahora no estoy segura de nada, ya lo decidiremos por el camino…”
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