Una aventura excesivamente descafeinada y juvenil |
|
Bueno, en estos tiempos de excesiva “etiqueta social” espero que alguno de los comentarios que voy a realizar aquí no se saquen de contexto. No tienen ninguno, ni ninguna trascendencia social, ni nada que se les parezca. Pero como vivimos en unos tiempos en el que la comunidad digital parece más obsesionada con el blanco y negro de todas las cosas, como si nada más importante existiera, pues vaya mi declaración de intenciones por adelantado. La verdad es que a veces cansa un poco esta sensación de que el mundo parece coger todo lo que se dice con papel de fumar. Hasta el punto de que empiezo a echar de menos la “incorrección política” de los comentarios y opiniones de los 80 y 90…. para quien no lo pille: si estoy siendo un poquitín sarcástico.
Llega a nuestras pantallas uno de los últimos productos Disney de imagen real. Y digo “producto” porque es complicado no valorarlo como tal. Me resulta complicado llamarlo película infantil o juvenil, algo que me duele, porque yo he crecido disfrutando muchas de las películas de la factoría del ratón no animadas. Pero una cosa es la inocencia y sencillez de las tramas e historias de esas películas, con los despropósitos que en ocasiones nos llegan envueltos bajo ese mismo papel, como es este A Wrinkle in Time. Vaya por delante que desconozco completamente la novela en la que esta basada, pero siendo un amante de la literatura fantástica juvenil, ya se me plantea el primer problema “comercial” cuando este producto se publicita como “basado en una de las historias más populares e influyentes de la literatura juvenil”. Me considero todo un desconocido de la autora Madeline L’Engle y su obra literaria, pero esa afirmación publicitaria es una de las mayores hipérboles de los últimos años. Y el problema de esa exageración es que suele traer consecuencias.
La más importante no es ya la desastrosa acogida por parte de la crítica de esta película, sino el despiadado ataque con que los espectadores la han recompensado. Narra una historia que, probablemente mejor llevada y a pesar del tono excesivo y exagerado de la misma, podía haberse traducido en una entretenida e interesante película de aventuras juveniles si no fuera porque es un autentico despropósito en ocasiones. Y uno de los elementos que más me duele, y que ayudan a ese despropósito, es la corrección política que afecta a su directora y al desarrollo de la historia. Aquí es donde me puedo meter en algún lío por lo que voy a decir. Yo aviso. La directora Ava DuVernay es una más que interesante directora de color que ha demostrado muy buen pulso y una visión bastante integra con sus trabajos anteriores. Proyectos muy interesantes como las interesantes Selma o Middle of Nowhere, en las cuales sabe utilizar perfectamente la situación, opinión y manera de actuar del colectivo de personas de color para añadirle un trasfondo y elementos muy interesantes a las mismas. Incluso su labor como documentalista es muy interesante con proyectos como 13th (Enmienda XIII) y que podéis disfrutar en Netflix. Pero aquí se convierte en un elemento que me enfada por lo manipulador y comercial en que se convierte. Porque el problema de la película no es que esté dirigida por una mujer, además de color, y que sea la primera mujer de color que dirige una película de gran presupuesto (más de 100 millones de dolares), sino que se haya utilizado eso como argumento para realizar la película y venderla. Porque le hace un muy flaco servicio a esas causas. La película es muy floja, y se aprecia que no hay ritmo ni un estilo que se adapte a la misma. Como resultado, incluso ese mensaje de equilibrio entre razas y sexo queda absolutamente ninguneado. Y sólo espero que la próxima vez primen más las ideas y la capacidad de la directora escogida para adaptarse a un género que el intento de generar un elemento comercial y llamativo más para intentar vender la cinta. Soy el primero que aplaude el jugársela a las grandes producciones de Hollywood, pero sólo espero que lo hagan en más ocasiones y con razones más importantes que el sexo o la raza.
Expresada mi opinión, lo mejor es que me centre en la música, primer ejemplo de algunas de las cosas que lastran este producto. Cuando el primer compositor de este proyecto era el últimamente en alza Jonny Greenwood (¡el horror!, ¡el horror!… al menos para mí), me puedo imaginar que los tiros no estaban muy bien dirigidos inicialmente. Cuando entra Ramin Djawadi, mucho aficionado podía acusar a Disney de buscar la comercialidad. Cierto, y eso no me molesta. No en vano estamos hablando de un proyecto muy de “estudio” y prefabricado más pensando en la imagen y los conceptos a comunicar que en lo que cuenta y cómo. Pero eso no es un problema, porque al menos podríamos esperar un resultado interesante. Directo, comercial, tal vez poco original, pero seguro que entretenido y bien hecho. Si encima la directora destaca en las entrevistas lo apasionada que es del trabajo del compositor para la serie de Juego de tronos y de ahí su incorporación al proyecto, aún mejor. Nos guste más o menos, la serie ha ido mostrándonos a un compositor que ha sabido ir creciendo e incorporando elementos muy interesantes a su léxico, aunque me siga pareciendo un poco limitado aún musicalmente. Pues hasta estos elementos decepcionan. Sí que es verdad que no son los que más decepcionan del producto y que la base tampoco es que sea de las que permiten apasionarse en un resultado, pero el resultado final es un poco una de los mejores ejemplos recientes de banda sonora bonita, pero que “no tiene ni chicha y ni limoná”, como decimos por mi barrio.
De primeras ya os adelanto que el Djawadi dramático y capaz de generar tensión y emoción en Game of Thrones no se encuentra por ningún lado. Sí que tiene momentos interesantes y que se pueden disfrutar en su escucha aislada, especialmente en su conclusión. Pero es una de esas bandas sonoras en la que estás continuamente esperando que demuestre fuerza, emoción, pasión y fantasía. Y que lo haga de manera definitiva y completa. Pero prácticamente no lo consigue en ningún momento. Dicho esto, la banda sonora está bien, es un producto en el que se aprecia el presupuesto y calidad, pero es terriblemente blanda en conjunto, algo que es el principal problema con el que cuenta la película en absolutamente todas sus partidas: historia, reparto, invitados, efectos especiales, diseño de producción y, por supuesto, música.
Quien conecte con la banda sonora con su tema inicial “A Wrinkle in Time” es probable que se lleve un susto en su comienzo, con esa electrónica blandita y casi pop con la que nos introduce en este mundo mágico. Afortunadamente, es sólo el inicio, ya que la incorporación de la orquesta y elementos acústicos y voces le proporcionan un cierto volumen e intensidad a la pieza. No la salvan, pero evidentemente es sólo una línea inicial que no es con la que vamos a encontrarnos durante el resto de la partitura. Pero sí es muestra de lo que yo quiero decir cuando hablo de que la banda sonora es “blandita”. Lo más interesante es la introducción de una especie de tema o motivo principal que es el que introducen esas voces y que va a hacer su aparición en varios momentos a lo largo de la partitura. Es un motivo que parece identificarse con esa parte buena y bonita del universo en que nos adentra la película. Afortunadamente, este sonido algo descafeinado sufre un refuerzo interesante y brillante con la continuación en “Mrs. Whatsit, Mrs. Who and Mrs. Which”, que nos sirve de introducción a esas entidades bienhechoras que van a provocar el desarrollo de la trama. Pero en esta ocasión la presencia orquestal y los diversos juegos con las voces, a los que la electrónica sólo apoya con ciertos refuerzos, terminan por crear una interesante pieza que aporta el suficiente tono de magia y fantasía, con ese aire brillante que una película de este tipo necesita.
La pena es que la partitura no siga evolucionando por ese camino, ni siquiera en lo referente a la parte dramática, la de acción o la emocional. Y según vamos escuchándola es cuando nos vamos dando cuenta de que todo se queda demasiado en la superficie. El elemento antagónico lo presenta Djawadi en “Darkness Across the Universe”, primera pieza con un carácter más oscuro para la que aporta dos elementos y desarrollos excesivamente tópicos: la electrónica para la tensión y suspense, y el volumen orquestal como muestra de impresión y peso. Pero cuando la pieza varía en su parte final a un desarrollo emocional y cuidado es fácil apreciar como es más interesante y atractiva en ese sentido que en el inicial. Una nueva muestra de lo excesivamente blanda que es la partitura. Esa electrónica para la tensión y suspense es excesivamente típica, y no la desarrolla más que en breves momentos. Y cuando más la utiliza, especialmente en la parte final, en muchas ocasiones lo hace utilizando recursos extraños que llaman la atención, pero que no alcanzan cierto peso e interés hasta que reaparece la orquesta. Valga como ejemplo piezas como “Forgive Me”, la cual (de nuevo) no vuelve a hacerse interesante hasta que el tono emocionante vuelve a la misma. Sólo “Happy Medium” y esos toques de instrumentación étnica parecen proporcionar cierta variedad y color a la partitura.
Lo curioso es que para ser una película de aventuras, y más aún cuando lo que te atrae del compositor es su trabajo en Game of Thrones, es la escasez de la acción presente en la banda sonora. Básicamente sólo hay dos momentos de cierta acción en la banda sonora. “Be a Warrior”, que utiliza los mismos recursos que ya he descrito anteriormente y que ya suenan algo repetitivos a estas alturas. Sí que es verdad que le proporciona cierta potencia y fuerza. Pero de nuevo, lo más destacado es la emocional parte central con la voz solista y la orquesta retomando el tema principal y proporcionándole una intensidad creciente y un tono más dramático y menos brillante que al inicio. La otra pieza es la única que yo considero como verdaderamente un tema de acción: “Camazotz”, que arranca como una pieza de misterio y suspense, con el motivo de la oscuridad desarrollándose, hasta que la entrada de la percusión, la gran orquesta y muchos refuerzos electrónicos le proporcionan potencia y ritmo. Prácticamente es el único momento excitante que vamos a encontrar en toda la partitura, ya que lo normal es que la música tienda a retomar el tono más emocionante. Lo malo es que como no lo hace de forma nunca definitiva, ni siquiera como evolución de la música o como final de las diferentes etapas de este viaje de aventuras, la sensación de que nos falta algo es cada vez más acuciante.
Los momentos más delicados y mágicos son los que rellenan principalmente la banda sonora. “Touch the Stars”, “Tap Into Your Mind”, “Home” e “Is This a Dream?” y su sólo violín y piano, o la mágica “Uriel”, con ese tema principal en las voces, son piezas emocionales e incluso delicadas. Pero no le proporcionan ni peso ni cierre a la banda sonora. Por supuesto que no molestan, y su desarrollo melódico es bonito de escuchar. Pero no hay peso, no hay intensidad en la emoción. Todo es agradable, pero excesivamente blando. No porque sean temas delicados y emocionantes, sino porque no llevan la emoción a momentos álgidos y definitivos. Y este es el principal problema de la banda sonora: si la música no termina de hacerse interesante hasta que alcanza esos momentos emocionales, y los mismos no son nunca definitivos… poco queda para hacernos sentir completos y satisfechos con su escucha. Por supuesto que cuando llega a la parte final por fin conseguimos tener la sensación de un desarrollo completo y satisfactorio. Especialmente con la brillante “Sorry I’m Late”, una pieza de más de seis minutos que sabe ofrecer una muestra de clase y evolución contenida que habíamos echado mucho de menos a lo largo de los cuarenta minutos anteriores. Desde ese inicio a piano, sobre el que orquesta y voz van construyendo un crescendo emocional realmente brillante, con el que incluso se permite diversas subidas y bajadas de intensidad que redondean una pieza, ahora si completa y definitiva. Una pieza que es conclusiva, y que ahora sí nos ofrece esa catarsis, al menos emocional, que necesitaba la banda sonora, la cual redondea “The Universe is Within All of Us”, que retoma el mismo carácter emocional y tema principal con una cierta mayor intensidad orquestal antes de dar paso a la colección de canciones Disney que completan los créditos finales.
A pesar de ese cierre brillante, transmitiendo el tono necesario de realización, de que universo y personajes han alcanzado la meta que buscaban, la banda sonora es excesivamente blanda y sosa. No se encuentra casi por ningún lado un tono de aventura, de acción, de misterio o fantástico. Pequeños elementos mágicos y bonitos detalles emocionales, que se quedan demasiado cojos para lo que podía haber sido. Es una banda sonora que, como la película, no consigue ir más allá de una base prefabricada y que demuestra hallarse demasiado vacía de contenido y de intenciones, dando como resultado una música que no molesta, no incordia y que cuenta con momentos bonitos e interesantes, pero que no consigue ir mucho más allá de tocar los botoncitos emocionales del publico, olvidándose de todo lo demás. Y en se sentido prefiero trabajos más redondos como la reciente The Mountain Between Us. Aquí ni siquiera las canciones parecen terminar de ir más allá, aunque es todo un lujo el poder escuchar las voces de Sade y Sia de nuevo con temas originales. |
No hay comentarios