La sordidez de la Nueva York decimonónica |
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Leí El alienista, la novela de Caleb Carr, hace algo más de veinte años, al poco de publicarse en España. Y recuerdo que fue una sorpresa agradable sumergirme en una trama detectivesca muy conseguida, con personajes originales e interesantes y, sobre todo, fantásticamente ambientada en la Nueva York de finales del siglo XIX. Vale la pena destacar esto último porque Caleb Carr es historiador, especializado en historia militar y diplomática, y sus descripciones de su ciudad natal, el ambiente, la política, las costumbres, los barrios o los edificios de la época son uno de los puntos fuertes de la novela.
De hecho, fue acabar de ver la serie y comenzar a releer la secuela literaria, titulada El ángel de la oscuridad (1997), en la que volvía a reunir a todos los personajes para enfrentarse a un nuevo caso.
Como digo, la historia se inicia en la última década del siglo XIX. Un asesino en serie mata a niños que ejercen de prostitutos en burdeles de la ciudad. Theodore Roosevelt, que años después se convertiría en presidente de Estados Unidos, es el nuevo comisionado de la policía de Nueva York y trata de limpiar el cuerpo de la extendida corrupción existente. Por ese motivo facilita que un grupo de personas investiguen los asesinatos al margen de los cauces oficiales.
El alienista del título es la figura central de ese grupo de investigadores, el doctor Laszlo Kreizler (Daniel Brühl), un estudioso de la mente humana interesado en comprender qué misteriosos mecanismos mentales mueven a los asesinos. Sería algo así como el antepasado de los analistas de personalidad del FBI que surgirían décadas más tarde. Le acompañan un ilustrador del Times algo “vivalavirgen” llamado John Moore (Luke Evans) y Sarah Gordon (Dakota Fanning), una joven de armas tomar contratada –eso sí, como secretaria- en el departamento de policía de la ciudad. También dos policías judíos, los Isaacson, hermanos que no caen nada bien a sus compañeros del cuerpo predominantemente irlandeses, pero muy duchos en técnicas de investigación que en aquella época aún estaban en pañales, caso de las huellas dactilares, los hallazgos en las autopsias, las marcas que dejan las armas en los cadáveres, etc., algo así como los abuelos del CSI. Finalmente hay dos personajes que trabajan al servicio del doctor Kreizler y que tuvieron un pasado oscuro, un hombretón negro llamado Cyrus y un chiquillo llamado Stevie, pícaro delincuente de los barrios bajos que el doctor sacó de la mala vida.
Para la música se ha elegido a Rupert Gregson-Williams, quien ha optado por un enfoque algo experimental en el que las texturas y las atmósferas predominan muy por encima de las melodías. El compositor ha demostrado de sobra su talento para crear estupendos temas melódicos, pero aquí su apuesta ha sido totalmente diferente. La banda sonora de The Alienist se mueve entre sonidos rudos, disonantes y en ocasiones sucios para plasmar la sordidez de los bajos fondos neoyorquinos en los que transcurre buena parte del argumento, mientras que para las escenas “nobles” –la ópera, los restaurantes de lujo, las fiestas de la alta sociedad- se ha optado por música diegética preexistente.
En líneas generales se puede afirmar que Gregson-Williams hace un ejercicio interesante, jugando con la sección de cuerda y la electrónica, e incorporando algunos instrumentos atípicos, como el banjo o el címbalo -si mi oído no me falla, que también es bastante posible-. Sin embargo, salvo unos pocos cortes, es un score duro en su escucha aislada.
Podríamos hablar de un tema principal, que encontramos al final de “The Alienist (Main Title)”, un leitmotiv que podemos calificar como intrigante formado a partir de figuras descendentes repetitivas y que escuchamos en algunos otros cortes, generalmente asociados a la figura del doctor Kreizler y a la propia investigación del caso. Lo podemos oír, por ejemplo al inicio de “Sarah”, al final de “Matter of Time” o en “The Facts”.
La descripción de la ciudad está bastante bien resuelta en el corte inicial, “Streets of New York”, basado en notas de banjo o guitarra acompañadas de percusión y sonoridades disonantes que transmiten una sensación anárquica, apresurada y, como he dicho antes, algo sórdida. Incluye al final un efecto –diría que electrónico- creado con sonidos graves y hasta cierto punto irritantes destinados a generar tensión y que aparece en momentos puntuales de la historia para subrayar una amenaza.
Gran parte de la banda sonora se mueve entre atmósferas oscuras, sonoridades tensas, chirriantes y tenebrosas, justificadas lógicamente para ambientar las escenas que acompañan pero, como ya he mencionado, nada apacibles para el oído.
No obstante, hay partes que constituyen la excepción a la regla. La más destacable se refiere a Mary, una nativa americana incapaz de hablar y que trabaja como sirvienta en casa del doctor. Entre ambos nace una relación sentimental que musicalmente se acompaña con un tema de carácter romántico y trágico-dramático al mismo tiempo. Lo podemos escuchar en “Mary” y se utiliza en varias escenas de la serie que comparten los dos personajes.
En una línea similar y con el piano como protagonista con un acompañamiento delicado, tenemos el primer minuto de «Eyes and Tongue», asociado a una incipiente relación entre John Moore y Sarah Gordon. Es de lo más melódico que podemos encontrar en la partitura.
Otros cortes que contienen fragmentos en los que la melodía irrumpe por encima de las atmósferas siniestras son “Dr. Lazslo Kreizler”, que contiene un tema de cuerdas tan agradable como misterioso; “Sarah”, donde el compositor desarrolla un leitmotiv lento con un profundo apoyo electrónico; “Irish”, en el que un chelo reverberante desgrana un tema de aire celta; o “Look Inside”, con lo que podría ser un duduk que desarrolla un motivo arabesco de lo más intrigante, o “The Facts”, donde el tema principal sintetizado se va repitiendo y crea una sensación que transmite prisa y tensión.
Si habéis llegado hasta aquí ya os habréis dado cuenta de que The Alienist no es mi banda sonora favorita del año. Es un trabajo interesante, pero se enmarca en esa tendencia que valora más los ambientes sonoros que la música en sí, un enfoque que tiene todos mis respetos, sobre todo si funciona bien con la historia. Pero también pienso que una misma historia se puede abordar desde muchos enfoques distintos y que si el diseño de sonido y las atmósferas hubieran sido siempre lo predominante a lo largo de la historia del cine, muchos de nosotros nunca nos habríamos aficionado a las bandas sonoras, ¿no creéis? |
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