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Loveless

(Sin amor)
Evgueni y Sacha Galperine
     
Año:   2017
Sello:   Varèse Sarabande
Edición:   Normal
Nº Tracks:   9
Duración:   29:46
     
Ficha IMDB
Web del Compositor
 

 

Reseña por:
Fernando Fernández

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1. Drops And Iron Nails (2:23)
2. 11 Cycles Of E (6:07)
3. Trouble (2:43)
4. The Search (1:50)
5. Snowstorm (4:04)
6. The Cry (2:00)
7. Alyosha (3:31)
8. The Song (3:48)
9. The Toy Train (3:39)

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«The Search»

 

«The Song»

 

«The Toy Train»

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El conseguir el sonido necesario y directo para una trama de este calibre, sin buscar querer amoldarse o equilibrar las emociones de lo que se esta narrando.

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La manera compleja y dura en que la música expresa su desarrollo, especialmente la manera tan distante, casi de otro mundo, con que resuelve su papel y función.

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Cuando uno se ahoga se agarra desesperadamente a todo lo que le pueda aportar algo de luz o positivo. Pues es lo que ocurre aquí, esa melancolía emocionante que nos traen “The Search” o “The Song” son dos oasis en los que podemos (muy brevemente) intentar recuperarnos del terrible y frío mundo que nos rodea. Pero ni es el fin de lo que pretende la música ni la película. Con lo que es casi un espejismo que nos proporciona un cierto aire.

La terrible música de la desesperación

Hay un cierto estilo de cine que realmente es complicado de ver para el aficionado. Películas en las que la dureza de la trama golpea nuestro rostro con muestras de una realidad que no se quiere reconocer, lo cual puede ser más descorazonador y horroroso que cualquier otro terror de carácter fantástico y desconocido. Esos dramas que nos acercan a una realidad actual o futura tan aterradora como cualquier desastre natural, pero que sin embargo nos rodea a diario. Un mundo en el que series como Black Mirror parecen centrar su visión, pero que sin embargo, y sin necesidad de la tecnología, son parte de nuestro día a día ya actualmente. Este es el terreno en el que el reconocido realizador ruso Andrey Zvyagintsev se mueve en Loveless, la representante del cine ruso en la categoría a mejor película extranjera en la ultima y reciente entrega de los Oscar. Una película que no es para todos los gustos ni paladares. No solamente por su tono y ritmo glaciales, sino por la crudeza y la manera casi despiadada en la que parece comentar el mundo y la Rusia actuales. Pero especialmente el horrible comportamiento en el que la humanidad parece caer con demasiada facilidad actualmente: ese mundo egoísta donde sólo nos importamos nosotros mismos, sin importar lo que nos rodea.

La película es absolutamente terrorífica y dura en este sentido humano tan cruel y despiadado. Y además con una clara intención de ser tremendamente duro en su descripción. Una historia que podría ser tópica en muchos aspectos, y cuyo desarrollo habitual no se parece en nada al que Zvyagintsev nos muestra. Una pareja cuyo matrimonio esta al borde de acabar con su relación definitivamente, solamente a espera de cerrar el divorcio para poder continuar con sus vidas ya alejadas entre sí. Esta, que es una trama de telefilme, la redondea Alyosha, su hijo de doce años, cuya breve presencia en la película se convierte en la sal que salpica toda la trama de la misma tras su desaparición. Aquí donde la película podía convertirse en un thriller policíaco, o un drama familiar en el que el suceso podría hacer prestar atención sobre lo que realmente importa en la vida, no decide tomar esos caminos más trillados. En su lugar se convierte un auténtico drama terrorífico, en el que el título de la película consigue ofrecernos toda la crudeza de lo que conlleva su significado. Algo que nos golpea de manera terrible en esa espectacular escena de la discusión en el cuarto de baño, antes de la desaparición del hijo, que dudo pueda dejar a alguien atento a la película con el estomago y el corazón tranquilos.

Parte de culpa en la traslación de este drama y sensaciones la tiene la minimalista y dura banda sonora compuesta por el dúo de hermanos Evgueni y Sacha Galperine. Rusos, aunque trabajando y viviendo en Francia desde hace mucho tiempo, estos dos hermanos de formación clásica se han convertido en unos auténticos expertos de la música minimalista y atmosférica, que suele ser el sello habitual de sus composiciones. Y en esta ocasión de una manera compleja y bastante dura, aunque terriblemente apropiada para el contexto de la historia para la que lo hacen. Una composición en la que el piano se convierte en el elemento clave del desarrollo de la partitura. Aunque de una manera muy poco habitual en su desarrollo. Y en una banda sonora completamente cargada de tristeza, oscuridad y frialdad,  que sólo parece olvidarse en unos breves momentos.

La breve banda sonora aprovecha para tomar la estructura visual elíptica de la película para introducirnos en este frío mundo con los sonidos de la gente y los niños paseando y jugando en la calle. De la misma manera que abre y cierra la película, así lo hace la banda sonora. Pero en “Drops and Iron Nails” el sonido del piano adquiere una tonalidad melancólica y distante. Este tono, que podía evolucionar de ese comienzo a un cierto tono más humano o delicado, nunca lo hace. La música es simplemente una especie de recordatorio del ambiente que rodea a los protagonistas y su mundo. Pero esta línea melódica a piano se convierte en aún más dura y extraña, debido a la percusión y seco sonido que extrae de sus notas en ciertos momentos. Rompiendo completamente el tono  que desarrollaría de manera habitual. Aquí es cuando nos percatamos de que hay algo más en juego. Algo duro, sin pasión, sin sentimiento, y fuera de lo que podríamos considerar normal. Este juego y efecto, es utilizado en varias ocasiones por los compositores a lo largo de la banda sonora, facilitando esa sensación fría y distante. Una de las muestras más duras precisamente, es la que enmarca esa espectacular escena que mencionaba anteriormente. “The Cry” es aun más fría y desesperanzadora si cabe que en este desarrollo inicial. Con una interpretación mucho más lenta y pausada de las notas, y con la percusión de las cuerdas recibiendo un sonido y brillo mucho más potente que el normal sonido del piano. El efecto es de rotura total con el tono inicial, que ya era de por si difícil. Solo en “The Toy Train” el piano parece retomar cierta parte de emoción y melancolía iniciales. Aunque su interpretación es realmente distinta. Con las notas más cortas y breves, e incluso la percusión de las cuerdas adquiriendo esas características. No cambia la resolución en lo emocional. La música sigue siendo fría y distante, con un regreso a las voces de la gente. Pero si es verdad que su interpretación es más segura y directa. Como si simplemente quisiera confirmar que nada ha cambiado, sino que todo sigue igual o incluso peor.

La única pieza que parece romper este desarrollo del piano es “11 Cycles of E”. La pieza más larga de la banda sonora en que las repetitivas notas a piano y la percusión en las cuerdas se ven reforzadas con la incorporación de otros instrumentos (como las cuerdas y vientos) y la electrónica. Pero en esta ocasión la pieza esta cargada de una cierta urgencia y ritmo. Los cuales además se ven reforzadas por la manera en que parecen ir realizando “ciclos” de ida y vuelta durante su desarrollo. Pasando por momentos casi inaudibles, hasta otros realmente potentes y de gran volumen. Es una música que evoluciona esa pieza inicial, reforzando aún más esa sensación fría y distante si cabe. Principalmente por esa extraña sensación repetitiva y de maquinaria, así como la desconexión que parece irse apreciando entre las diferentes texturas e instrumentos durante el desarrollo de la pieza. Y es que, de la misma manera que la película se encuentra cargada de elementos simbólicos y muy alegóricos, la música parece también buscar su manera de interpretar y aportar los suyos en su desarrollo. Aunque eso no la haga más sencilla ni directa.

Aunque la banda sonora es muy breve, los hermanos Galperine también recurren a incluir su habitual sonido atmosférico y ambiental. Con momentos en que la música adquiere una sensación muy opresiva de dramatismo y tensión que sobrecarga las emociones de la película. Pero piezas como “Trouble” o “Snowstorm” se convierten en el otro polo de la música. Sigue siendo fría y distante, pero también muy oscura. Es en esta piezas donde se aprecia también una especie de acumulación de elementos por parte de los compositores. Especialmente en “Snowstorm” y “Alyosha”. No simplemente por los elementos musicales, ya que parecen desarrollar una especie de cuidado caos orquestal, sobre el que se empiezan a incorporar sonidos como el de los helicópteros y las voces que gritan la voz del niño durante los procesos de búsqueda. El resultado es una especie de extraño ambiente caótico que no parece tener un foco emocional claro. Es más, sigue resultando una música fría y distante, casi desconectando de la realidad para mantenernos en una especie de urna de cristal carente de emociones, en donde únicamente las variaciones de intensidad y volumen parecen aportar cambios.

Y es que en la película todo este mundo parece ser absolutamente indiferente y egoista, desde los personajes principales, pasando por los estamentos o elementos constantes que nos rodean en la actualidad. Nadie parece que Alyosha les importe lo más mínimo, como si lo importante estuviese en otro sitio y lugar. Los únicos momentos en que la música parece rendirse ante unas posibles emociones, aunque sean tristes y desangeladas, es en lo referente a la ayuda recibida por parte de diversos individuos de la comunidad que, de manera totalmente altruista prestan su tiempo en la búsqueda del niño desaparecido. La música pasa entonces a manos del chelo y las cuerdas, desarrollando una triste línea melódica, que parece mucho más emocional y humana que nada que hayamos escuchado en ningún otro momento. “The Search” y “The Song” son los únicos momentos en que los compositores permiten romper de cierta manera la frialdad y distanciamiento que la música había llevado en todo momento. Los únicos remansos de emociones que salpican una historia dura e impactante, por lo que tiene de cruel reflejo de los límites egoístas a los que puede llegar el ser humano cuando sólo le importa su propio bienestar y sensaciones.

Una banda sonora dura, que aunque breve, es complicado que pueda ganar muchos adeptos. A menos que se sea un aficionado al tono atmosférico y minimalista de la música contemporánea. Más aún reforzado por el tono glacial y distante que desarrolla de continuo tanto la música como la película. Y aunque es fácil apreciar como los hermanos Galperine, no recurren a sonidos tópicos ni recursos sencillos en el desarrollo de la música. Y aunque esta es evidentemente, la ideal y apropiada para la película y la terrible historia que desarrolla. Es complicado dejarse llevar o atraer por la banda sonora. Y es que cuando uno se encuentra dándole voz a sentimientos y sensaciones tan terribles y desesperadas, es muy complicado que podamos mirar con buenos ojos, o escuchar con oídos atentos y dispuestos, sus gritos de atención.