El retorno de McCall (y de Harry) |
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Hablemos hoy de secuelas: nos ocupa la primera secuela de la película de 2014, basada a su vez en la serie ochentera The Equalizer protagonizada por Edward Woodward. Y parece ser que es esta la primera secuela que Denzel -así, sin apellido- ha aceptado protagonizar.
Y lo cierto es que, después de ver el film, uno se pregunta por qué, pues esta segunda parte es claramente inferior a su predecesora – que tampoco era demasiado más que un film correcto-, y en definitiva nos encontramos ante una cinta rutinaria, previsible y que se apoya principalmente en su carismático actor principal (que suelta un par de one-liners memorables, eso sí) y en el buen hacer de un artesano como Antoine Fuqua, que no entrega aquí su mejor obra, pero cumple suficientemente.
Robert McCall (Denzel), militar retirado y viudo, sigue en su empeño de impartir justicia para las personas explotadas u oprimidas de su entorno, mientras trabaja de conductor à la Uber y mantiene una existencia cuasi-monástica. Pero cuando su mejor amiga, Susan Plummer (Melissa Leo), es asesinada en Bruselas, McCall no cesará hasta encontrar a los responsables, ayudado por el compañero de ésta y que a su vez fue uno de sus subordinados en el ejército, Dave York (Pedro Pascal). No obstante, McCall también tendrá tiempo de reunir a una madre con su hija secuestrada, defender a una chica de la que unos yuppies han abusado, ayudar a un anciano a reconectar con su pasado o rescatar a su jóven vecino (Ashton Sanders) del infierno «gangsta». Un mult-tasking admirable en 120 minutos…
El score se abre con el tema principal, que se arrastra desde la anterior película, no exento de melancolía, con dominio del piano sobre un fondo de sintetizadores en el corte “McCall’s Return”. Este tema, que iremos reencontrando a lo largo del score en diversas variaciones, desde la más luminosa «Boston By Day» a la más enérgica, en el finale en “Top of the Tower”, matizado por voces sintéticas, o sobre todo en el último corte del CD, “Who are you?”, puro sonido made in Harry Gregson-Williams.
La virtud de Gregson-Williams en la presente composición es ser el altavoz de los sentimientos del lacónico personaje principal, mostrando mediante la música el estado emocional del protagonista.
Así, en las escenas de acción adopta unos ritmos mecánicos y ásperos, de la misma manera que Fuqua visualiza la fría y calculada estrategia de ataque de McCall a sus enemigos en diversas secuencias del film, como el ataque a los yuppies en el corte “Five Stars For Amy”, o el enfrentamiento final en el track “Storm Hunt”. En ambos casos se aplica una música dominada por los sintetizadores, despojada de toda melodía, y que busca crear una textura de suspense. Se trata de música para nada agradable de escuchar, pero adecuada para la película, si bien peca de ser un poco rutinaria, y muy poco original. Otros cortes con esta música tensa eminentemente sintética son “The Confession” y “Behind the Bookcase”.
Pero en otras secuencias Harry Gregson-Williams nos hace accesibles otro tipo de sentimientos del protagonista y aquí es donde el score alcanza sus mejores momentos, pues es en esos en los que narrativamente complementa perfectamente al film, con la inestimable ayuda de instrumentistas de primer orden. Y es ni más menos en estos solistas en los que el score se apoya melódicamente, siempre mecido en los ambientes y texturas sintéticos y una efectiva orquesta de cuerdas.
El piano, ya muy presente en la banda sonora del primer Equalizer, e interpretado por el propio compositor, representa en mayor medida a McCall, y en concreto muestra su tristeza al perder a quién realmente quiere, en el corte “McCall Mourns Susan”.
Pero la principal novedad del score de esta secuela, es el destacado uso de los chelos, así como del chelo eléctrico, los primeros interpretados por los magníficos Peter Gregson y Steve Erdody, y el segundo, por Martin Tillman, habitual en bandas sonoras de afiliación mediaventurera. Gregson-Williams no solamente usa los chelos de manera enfática en secuencias de acción (así, en el inicio del corte “The Bridge”, o en los cortes finales del álbum), sino que les permite respirar y “hablar” por el protagonista en secuencias como “Five Pounds Of Pressure”, seguramente el mejor corte del score, que humaniza a McCall en su relación con su joven vecino, al que pretende rescatar, con su peculiar método, del mundo de la droga y las bandas callejeras.
En fin, un buen score, aunque no pasará a la historia ni por la película a la que acompaña ni como obra destacada de su compositor. Y acabo con un recordatorio para mis queridos coleccionistas compulsivos: edita Sony, lo que significa que la edición es en CD en Europa, pero en CDr en Estados Unidos. Luego no digáis que no os avisamos… De nada…
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