Me imagino el cabreo monumental del gran Bernard Herrmann después de llegar hasta él la noticia de no ser el compositor de la nueva película de su inseparable Alfred Hitchcock. Una de las traiciones mas monumentales de la historia del cine, que a diferencia de otras, como la ocurrida entre Tim Burton y Danny Elfman con Ed Wood (a favor de Howard Shore) sí fue a mayores. Tanto que los dos nunca más trabajaron juntos.
Por un lado perdimos ese sonido tan característico y único que, aunque emulado por compositores que le seguirían, míticos como Maurice Jarre o John Williams, no consiguieron raspar la cúspide artística que este inseparable matrimonio profesional, ya malísimamente avenido, nos dio al público para la posteridad.
Esta situación propició un romance a tres bandas, con un Bernard Herrmann dejándose querer, que para eso era un maestro que marcaría la música de producciones venideras. Tal vez el compositor que más ha marcado la música de cine que le heredaría y que más ha sido reverenciado por incluso grandes de la industria para el medio audiovisual, como Danny Elfman, James Newton Howard o el referido John Williams.
Ese romance a tres bandas incluía a otro mítico cineasta. Esta vez un francés. Tirando de chascarrillo fácil alguien intento un ménage à trois. Pero sin demasiado éxito. Dos de ellos parecían no querer verse más. Las verdaderas razones quedaran, posiblemente, ocultas entre las cortinas de la cotidianidad profesional. Cortinas rasgadísimas.
Ese francés efectivamente era François Truffaut, un fan total de Alfred Hitchcock y, por extensión, de Bernard Herrmann. Este se dejó querer y juntos trabajaron en dos adaptaciones de dos novelas a cual más diferente. La primera fue un clásico del género fantástico obra del gran Ray Bradbury, Fahrenheit 451. Bastante marcada por la época, que a pesar de sus muchos atributos (entre ellos la banda sonora de Herrmann) no ha envejecido especialmente bien. Eso sí, está a años luz de la horrenda nueva versión perpetrada por HBO en 2018.
La segunda es la que nos ocupa, The Bride Wore Black, basada en la novela de William Irish. En su momento fue maltratada por la critica a pesar de generar un Globo de Oro a mejor película extranjera y ser un éxito taquillero. Con el tiempo ha mejorado su valoración crítica, aunque el propio Truffaut dijo que, de tener la posibilidad, sería la única película que modificaría de su extensa filmografía, puesto que no quedó muy contento con el resultado final.
A pesar de ello, justo es reconocerle que es, tal vez, su película más hitchcockiana y, por extensión, con una de las que mejores bandas sonoras de su filmografía. Bernard Herrmann parecía sentirse de nuevo libre entre entornos oscuros y asesinatos en serie aunque pueda resultar paradójico al asociar la palabra libertad a espacios más abiertos. El maestro se movía como pez en el agua entre atmósferas oscuras y opresivas, regalándonos con The Bride Wore Black posiblemente su más sublime última banda sonora (con permiso de Taxi Driver).
Y si esto es así, ¿por que es tan poco conocida? Pues la respuesta es bastante clara. Ha sido una banda sonora que nunca ha tenido una edición discográfica. Y su falta de disponibilidad ha posibilitado su olvido tras años y años de no suplir dicha ausencia.
Sí, existió un vinilo lanzado en 1967, pero aparte de estar perdido posiblemente al lado del Arca de la Alianza, tan solo duraba 10 minutos.
Regrabaciones de una pequeña suite se realizaron para completar recopilatorios o bien de la música de las películas de Truffaut o bien de la música de Herrmann. Uno de estos es el editado por Milan en 1993, una regrabación de distintas piezas del mítico compositor dirigidas por otro mítico de la banda sonora, el gran Elmer Bernstein.
Ha tenido que pasar la friolera de 52 años (yo tengo 43 el día que escribo estas lineas, así que imaginad la dimensión de la epopeya) para poder disfrutar de la música de The Bride Wore Black, no solo en su totalidad, sino más allá.
Veréis, la gente de Quartet, que en esto de exquisiteces sabe mucho, ha trabajado con los materiales originales del propio Bernard Herrmann. Y en esos materiales encontraron, no solo la música completa que podemos encontrar en el film, sino ademas música nunca implementada con las imágenes.
Todo este material se ha regrabado para la ocasión ante la imposibilidad de encontrar los materiales originales. Nada asegura de que estos finalmente se encontrasen o que, ya llevados al escenario perfecto, estos materiales grabados en su momento contuviesen aquel material adicional que finalmente no se incluyó en la película: 50 minutos finales de un total de 35 minutos escuchados en la película. Esa es la redonda duración de esta edición discográfica.
Esta mágico lanzamiento, porque su resultado es producto de cierta alquimia, ha sido un esfuerzo empresarial sin precedentes en nuestro país. Algo que sí, se hizo en ese momento de vacas gordas de la discográfica americana Varèse Sarabande con varias regrabaciones llevadas a cabo por Joel McNeely o John Debney, pero que pasó a mejor vida por, presumiblemente, los titánicos esfuerzos requeridos para llevar el barco a buen puerto.
No referencio aquí las indispensables regrabaciones de Tadlow Music, pues el modelo es diferente. Quartet ha echado mano de otro grande para dirigir las sesiones de grabación. Un compositor con una brillante carrera profesional totalmente imparable, que ha dado un sello de calidad al producto final difícilmente de equiparar. Hablo de Fernando Velazquez, que ha vuelto a dirigir la formidable Orquesta Sinfónica de Euskadi para una regrabación de Quartet Records después de otras dos indispensables ocasiones. La que nos procuraran las ediciones de Fernando Velazquez: Concert Suites / Music for Films y El Orfanato – Edición Especial 10º Aniversario.
En tan magna producción han sido indispensables una serie de pilares más. El ingeniero de sonido Marc Blanes, que no solo ha grabado sino que también ha masterizado y mezclado el audio, que suena con una viveza que difícilmente podríamos encontrar en un audio original si este se hubiese encontrado, y Rubén Villar, que ha reconstruido los materiales con aplicación orfebre. Cuidando pormenorizadamente de cada detalle de la obra original y siguiendo los parámetros de calidad premium que solo Quartet Records puede aportar.
Alguna sorpresa más queda reservada a los que compren la edición y lean las liner notes interiores obra de Frank K. DeWald, Edouard Dubois y Jose María Benítez. Pues uno de los temas se grabó en un lugar muy conectado con la propia película. Os dejo la sorpresa para los que os hagáis con esta maravillosa edición.
Concluyendo la reseña de este indispensable, solo nos quedaría hablar de la música en sí. Pero creo que sería redundante volver a incidir en que estamos ante un indispensable del maestro Herrmann y más aún si eres un amante de sus colaboraciones con Hitchcock, algo que debería ser al tratarse de una de las mejores colaboraciones profesionales de todos los tiempos. Aquí nos falta el mítico director inglés, pero su ausencia queda suplida por un Herrmann aportando, paradójicamente, su último trabajo hitchcockiano, independientemente de que no estuviera presente por el plató el director de la silueta mas conocida de la historia.
Os dejamos con algunas fotos de la edición discográfica:
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