En estas últimas entradas me he centrado en mis periplos organizativos de eventos, pero principalmente en el MOSMA. Normal, en la actualidad, profesionalmente, es lo que más me motiva. Y como he dicho anteriormente, no es de extrañar, porque se conjugan una serie de factores que le hacen ser un proyecto profesional de ensueño. Esperemos que siga evolucionando y desarrollando la personalidad que todos los que estamos implicados en él tenemos en nuestra mente. Seguramente así será, porque el Festival transcurre en una ciudad como Málaga, donde sus dirigentes tienen muy claro lo que quieren a nivel cultural y turístico para su ciudad.
Pero si he hablado mucho de MOSMA, también es cierto que he hablado poco del Úbeda Soundtrack Festival. Y es que justo cuando este terminó, tuvimos que ponernos manos a la obra con el concierto de Saint Seiya en Fuengirola, de cuyos derechos en exclusiva es propietaria Film Music Festival en España, y entre medias, mi trabajo en el Ayuntamiento me implicó en un proyecto que realmente me encanta y que es un diamante en bruto, que es el “Level Ub”, organizado por una de las asociaciones más activas y capaces de Úbeda, Betula Lúdica.
Para hablar de Úbeda Soundtrack Festival, irremediablemente tengo que hablar del pasado en Úbeda, por lo que esta columna de opinión va a ser extensa. Avisados quedáis.
No sé si ya conocéis la historia, pues no me he cansado de contarla, y lo he hecho muchas veces, pero todo empezó como una idea, bastante loca, de un grupo de aficionados a la música de cine, y en especial del que escribe, que salió bastante reforzado de una mala racha personal. Sin miedo a nada. Ahora lo veo en perspectiva y la falta de miedo hace a la gente afrontar locuras prácticamente irrealizables.
El Festival Internacional de Música de Cine “Ciudad de Úbeda” se desarrolló durante siete años de una forma, digamos, complicada. Solo recuerdo un año donde todo fue fácil, sin problemas y sin conflictos. El cuarto. Un año que tuvimos un plantel de invitados más llevadero en todos los sentidos. Compositores accesibles y un programa igualmente controlado (después de la desmesura en todos los aspectos que fue el tercero, el año en que posiblemente más asistentes tuvimos junto al quinto, y es que el plantel de invitados fue de autentico lujo).
Pero en general, el Festival fue muy complicado de realizar. Y más para mi. Un tipo que, trabajador en el Ayuntamiento de Úbeda, en el área de Intervención municipal (por aquello de que estudie Empresariales), compaginaba sus tareas en ese departamento con las responsabilidades propias de dirección y coordinación del Festival, algo esto último por lo que nunca he cobrado del Ayuntamiento de Úbeda, y que se mantuvo laboralmente de aquella manera, porque salía más barato pagar a un auxiliar administrativo que hacía dos trabajos y un evento, que por otro lado nadie había pedido…. Pero, mira tú por dónde, ponía a Úbeda en el mapa. Todo muy español. Pero yo no me quejaba porque ya tenía bastante con tener el apoyo del Ayuntamiento de Úbeda, y por ende, de ver realizados mis sueños.
Uno en cierta manera, y más ahora, ve las cosas con un tono muy agridulce. Porque si bien es cierto que Úbeda me ha dado mucho y el Festival se fue reconociendo como algo muy grande y necesario para la ciudad, también es cierto que pocos tuvieron la visión y madurez política, y el proyecto de ciudad sobre la mesa, para asegurar su realización en la ciudad partiendo con un reconocimiento a la persona que coordinaba toda la idea. Y con más facilidades de tener a este en el propio seno administrativo del ayuntamiento. Pero supongo que si podía trabajar en dos áreas a la vez, cobrando por una sola, y yo no me quejaba, ¿por qué cambiar eso?
Pero el tiempo cambia a las personas, su forma de ver las cosas y su escala de preferencias.
Mi entusiasmo por el proyecto se fue perdiendo. Los innumerables problemas que surgieron para poder mantener un evento del nivel del que llevábamos a cabo y que iba a más tenían hipotecado todo mi tiempo, toda mi vida. Días normales, fines de semanas y fiestas de guardar. Es cuando pensé que no podía estar así eternamente. Siete años de mi vida habían sido suficientes para demostrar que era capaz de trabajar profesionalmente sin pedir nada económicamente a cambio (es más, aportando recursos económicos personales).
Y todo tendría un final. O dejaba de trabajar por la música de cine de un día para otro, porque ya no podía mantener ese ritmo, o buscaba hacer una transición hacia la profesionalización, aprovechando lo mucho que había aprendido en esas intensas ediciones.
Creo que en los primeros cinco años de Festival hicimos todo con mucho corazón y que el aprendizaje fue muy alto. A sangre. Como digo yo, en las trincheras. Y para un sexto año todo iba mucho mejor organizado, pero obviamente con los interminables problemas que eran producidos por aquellos cimientos rotos que habían estado cargando con el peso del Festival desde su inicio: la naturaleza no profesional y no retribuida de su organización y un ambiguo apoyo de los responsables políticos no ya de la ciudad, sino de la provincia/comunidad autónoma.
Así, solo faltó que la propia ciudad, en manos de sus responsables políticos, terminara por matar al niño, en este caso el Festival. Eso fue en su séptimo año, el mejor de todos. Espectacular. Era el momento de hacer la apuesta definitiva por el mismo. Aumentar su dotación a través de una mayor implicación de los responsables institucionales para conseguir ese Festival que definiera a la provincia en un área cultural inédita en España, y con un Festival que llenaba hoteles no solo de la ciudad que lo acogía, sino de pueblos limítrofes.
Pero ya sabéis la historia. Para algunos triste. Para mí, pasó lo que tenía que pasar.
Una de las enseñanzas que me dio esta situación (porque de todo lo malo hay que sacar siempre una enseñanza, de hecho, es de donde más se sacan), es que todo lo que se fuerza demasiado, no es el camino natural, y por tanto, no es el camino ideal.
Y creo que Úbeda en su séptimo año llegó a su tope. Y que el político de turno que entró queriendo recortar dinero (ojo, sin tener ni un solo contacto previo con la organización, por lo que no existía una aparente animadversión de él contra nuestra asociación o mala gestión diplomática por nuestra parte… solo que quiso ahorrar dinero donde el consideraba un gasto excesivo y superfluo), solo dio el pistoletazo de una carrera que posiblemente ya había empezado y que tenía muy próximo su fin.
Mis cuatro años de “éxodo” con el festival fuera de Úbeda me hizo sentir raro. Seguía trabajando en el Ayuntamiento de Úbeda. Con todo los problemas de enfrentamientos públicos que tuve con el antiguo alcalde. Os reconozco que no fue nada fácil. Y que si la cosa no llegó a más, fue gracias a gente como Pepa Olmedilla, la antigua concejal de Cultura y Festejos, que vio que era un tipo resolutivo y capaz.
Mientras, en Córdoba, durante cuatro años, conseguimos dotar medianamente al Festival de la profesionalidad que necesitaba. Conseguimos el tránsito que queríamos. Y así fundar Film Music Festival, que se estrenó por todo lo alto con la organización del concierto de “La Pasión de Cristo” de John Debney en la Mezquita-Catedral de Córdoba.
Mientras ya estábamos organizando el MOSMA, Úbeda cambió de corporación y, por extensión, todo daba a pensar que ya nada impediría que el Festival volviese a Úbeda, y más después de que Córdoba se desentendiese de la realización de un festival de música de cine.
Pero siendo sincero, no me apetecía mucho volver a Úbeda con el Festival, porque después de lo ocurrido en Córdoba, quería alejarme totalmente de situaciones que me produjesen inseguridad.
En Málaga ya venia de haber trabajado en el Festival de Cine gracias a Juan Antonio Vigar, su director, y todo era como un sueño. Por lo que iría adonde me llamaran de cabeza y sin pensarlo. Pero los recuerdos del Festival en Úbeda, los últimos principalmente, no eran muy gratos.
Pero es cuando se juntaron dos factores que cambiaron mi percepción de las cosas. Primero, que la Asociación de Amigos de la Música, a través de su presidente, Diego Martínez, también director del legendario Festival de Música y Danza de Granada, me contactó para plantear la opción de hacer algo de música de cine juntos en nuestra ciudad natal. Eso, para mí, ayudaría a repartir trabajo y aprovecharnos de la gran experiencia del colectivo que el presidia en cuanto a la organización de festivales.
El segundo, el más emocional, y que surgió en mi cabeza como algo evidente y natural, fue homenajear a Basil Poledouris. Y providencial fue que después de tener esta idea, descubrí que este año se cumplían 10 de su presencia en Úbeda con su último concierto. Era obligado hacer algo en su memoria y si se podía, con su familia.
El nuevo gobierno municipal, comandado por la alcaldesa Antonia Olivares, también quería rescatar el antiguo Festival de Úbeda. Pero mi firme intención, y de mi equipo, era no seguir con este. Pasado Córdoba, y diez años de festival, esta nos parecía una cifra perfecta para cerrar un ciclo y enfocar nuestros esfuerzos en nuestra nueva andadura, que tenía un nombre: Film Music Festival. Sin duda, sin olvidar la Asociación BSOSpirit, pero en este caso potenciando algo que creíamos habíamos dejado de lado en pos de mantener a flote el Festival. La labor tan importante que la Asociación había tenido a través de su portal web con entrevistas, artículos, y reseñas.
Así que planteamos la opción de crear un Festival nuevo, que sí, que rescatase el espíritu del antiguo festival, pero que también hiciera partícipe a los Amigos de la Música de su nacimiento y de su concepción.
Dado el bajo presupuesto con el que partiría el Festival, nuestro equipo de Film Music Festival decidió trabajar a modo de mecenas y que la Asociación BSOSpirit, de la que formamos muchos parte, asumiera las labores de co-organización con el Ayuntamiento y la Asociación Cultural de Amigos de la Música. Era lo menos para hacer el consabido homenaje a aquel compositor que tanto nos había marcado y nos había ayudado.
Era también necesario tanto un hermanamiento como un distanciamiento programático con el MOSMA. Lo primero era fácil. Todo lo que sea luminoso y positivista, va con el Festival de Málaga y su director, por lo que un hermanamiento iba en esa línea. Pero siempre con su justificación: mi persona como nexo programático en ambos eventos.
Y lo segundo era aún más factible. Simplemente porque Úbeda Soundtrack Festival nacía con unas ambiciones muy limitadas, dado su presupuesto inicial. Y la programación de ambos eventos surgía de la misma persona, por lo que era seguro esa diferenciación de estilos y programación a pesar de su continuidad en el tiempo.
El Festival finalmente se desarrolló muy bien. Me sorprendió cómo respondió la gente de Úbeda. Porque una cosa es que te dignan por la calle “una pena que el Festival de Música de Cine ya no se haga en Úbeda” y otra cosa es ver que durante nuestra primera actividad, el concierto realizado por la Agrupación Musical Ubetense, este estuviera abarrotado de asistentes, con un ambiente muy agradable. Siempre estaremos agradecidos a la profesionalidad de esta formación y a la de su cabeza visible, Rafael Martínez Redondo.
Y los días del Festival siguieron con esa dinámica. Hasta el concierto realizado en la Plaza Vázquez de Molina, en una idea de continuar el último concierto que hicimos allí en la séptima edición del desaparecido festival de música de cine, congregó a unas 2.000 personas, cierto, no las 3.000 que en ese año nos reunimos allí, pero también unas cifras que sinceramente no esperaba y más para una primera edición.
Creo que la distribución de responsabilidades entre Ayuntamiento y las dos Asociaciones se realizó con cabeza. La Asociación BSOSpirit encargada de la programación y la asistencia a invitados. La Asociación Cultural de Amigos de la Música, con la captación de formaciones musicales y patrocinios. Y mi papel, como ese binomio de auxiliar administrativo del Ayuntamiento y CEO de Film Music Festival, como mecenas y coordinador de la actividad.
Por supuesto, lo mejor del Festival fue el sentido homenaje que le hicimos a Basil Poledouris, con su familia allí presente, sus dos hijas, sus nietos y su alumno aventajado, Christopher Lennertz. Principalmente en un concierto lleno de magia, nostalgia y emotividad. Uno de los más bonitos en los que he estado involucrado (si no el más bonito), con una interpretación perfecta (parecía que habían puesto el CD) llevada a cabo por la Orquesta de Castilla y León y el Coro Ziryab, bajo la enérgica batuta de mi querido Arturo Díez Boscovich.
Además, me alegré mucho de ver que el Festival tenía una nueva cara en su director. Un papel que yo había asumido en el pasado, a ratos con gusto, otras veces no tanto (y es que el protocolo político no es algo que me motive en exceso y tampoco considero que mi punto fuerte sea hablar en publico) y que ahora Pedro Cruz, aquel compañero inseparable de EGB que tuve, asumía con un nivel excepcional. Prueba de ello fue su introducción al concierto homenaje a Basil Poledouris. Muchos se sorprendieron de su agilidad mental, tranquilidad, calidad y claridad en las ideas de las que nos hizo partícipes. Para mí no fue una sorpresa. Yo conocía a Pedro desde hace mucho tiempo…
Así que uno no podía sentirse más completo. Porque finalmente habíamos realizado un evento que prácticamente estaba centrado en la memoria de un compositor al que, personalmente, le debo tanto.
Los responsables de Úbeda Soundtrack Festival terminamos muy satisfechos con el mismo.
¿Habrá más ediciones? Para mí es toda una incógnita. Creo que la intención del Ayuntamiento es seguir con el proyecto. Pero no negaré que personalmente muchas cosas deben de cambiar en Úbeda para que yo este involucrado en el mismo.
Las razones son claras. En Úbeda llevo para 15 años de estancamiento. Pude formar parte de un área como la de Cultura y Festejos, más afín a mis habilidades, irónicamente gracias al alcalde con el que el Festival tuvo que dejar Úbeda. Pero en 15 años mi evolución solo se ha limitado a un cambio de área de actividad. Empecé siendo auxiliar administrativo y 15 años después, lo sigo siendo, a pesar de que he dado muestras de mi capacidad por encima de esa categoría profesional. Pero lo que no tiene arreglo en tres años y no lo ha tenido en 15, no lo va a tener en 40.
Entiendo que el no sentirse valorado en un trabajo es algo que sacude irremediablemente a la mayoría de la población de este país. Eso, si tienes trabajo…
Pero yo soy así. Soy una persona muy perfeccionista, que siempre busca nuevos retos y una forma de hacer las cosas que realmente considero justa, donde el trabajo, la ilusión y la dedicación lo son todo. No soy fácil trabajando para aquellos que predisponen sus intereses personales a los del grupo, o para aquellos que no tienen unas pautas de trabajo decidido y constante.
Puede por tanto, que este sea el comienzo de un nuevo capitulo en mi vida laboral.
Pero eso no esta reñido con que realmente quiera que Úbeda Soundtrack Festival sea un evento de plena continuidad para mi ciudad. A día de hoy tiene mimbres para ello. Todo esta preparado y la actitud y disposición de sus organizadores es positiva y entusiasta.
Que sea un festival que aporte todo aquello que quieren sus ciudadanos y sus gestores. Y que, por supuesto, viva muchos años con la seguridad que le falto a su hermano mayor, aquel que abandonó la ciudad. Yo siempre diré que estuve allí ayudando a crearlo. Y que fue en un año muy bonito donde homenajeamos a una de las mejores personas que he conocido en mi vida. Y eso no tiene precio. Porque es cierto que a estas alturas del partido, mi preferencia es estar con la gente que quiero y que me valore personal, profesional y económicamente. Y destinar mi poco tiempo a ello.
Pero en este caso, Basil, a pesar de ser alguien que paso por mi vida cinco días, la marcó para siempre. Y con este homenaje que hicimos en Úbeda Soundtrack Festival mi deuda con él se evidenció aún más. Junto a su familia, junto a sus amigos. Y esos momentos no pueden ser pagados ni con todo el dinero del mundo. Gracias Basil por que gracias a ti mis sueños vivieron por muchos años y ahora, de nuevo, gracias a ti una nueva idea llamada Úbeda Soundtrack Festival amanece en la vida de todos los ubetenses y los aficionados a la música de cine.
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