Los documentales también tienen música que mostrar |
|
Si hay un mundo dentro de la música para el audiovisual que pasa tremendamente desapercibido para los aficionados es el género de la música para documental. El estar relacionado con los Premios Jerry Goldsmith me ha permitido disfrutar y descubrir cada año auténticas pequeñas joyas de las que prácticamente se habla muy poco (o nada). Al menos más allá de pequeños comentarios de breves líneas. Algo que entiendo que hagan los aficionados a la música en sus entretenidos debates y discusiones en redes sociales, pero que me parece una tontería e inútil cuando eres un supuesto experto en este tema (si reseñas, reseñas… si no, opina y comenta entre amigos y aficionados… pero no mezclemos las dos cosas). Y es una pena, porque es uno de los géneros que mejor permite demostrar la tremenda habilidad y versatilidad del trabajo que la composición moderna para el audiovisual puede proporcionar.
Sí es verdad que habitualmente en este género tanto directores como compositores, en muchas ocasiones, buscan mantenerse en un plano tremendamente objetivo. Más como simples informadores y proveedores de historias que esperan ser conocidas. Eso es algo que entiendo perfectamente y me parece muy honesto, pero que siempre he sentido que se traduce en una oportunidad perdida. Precisamente si hay algo que un documental y su música pueden ofrecer a la audiencia es el aportar una visión subjetiva y personal. Un punto de vista que permita identificarnos con la historia para seguirla y entenderla. Lo que no quita que se deban proporcionar todos los puntos de vista e información posibles a la historia, lo cual es algo diferente, y que no está peleado con ser subjetivo. Probablemente sea este “mantenerse objetivo” lo que haga que la música para documentales no termine de llamar la atención de los aficionados. Afortunadamente eso no siempre es así.
Otro de los trabajos, posteriores a los Premios Jerry Goldsmith, del ganador del de Mejor Compositor en 2017 H. Scott Salinas, ha sido este score con el director Matthew Heineman y su compañero en labores compositivas Jackson Greenberg, con los cuales ya colaboró hace un par de años con la estupenda y nominada a los Oscar Cartel Land. Y es que Salinas, aunque también habitual en televisión y cine, es todo un veterano ya en el mundo de la música para documental, alzándose también, este año 2017, con el Jerry Goldsmith a Mejor banda Sonora Documental por su maravilloso trabajo en The Ivory Game. En esta ocasión el estilo y el tono son muy diferentes, tanto con esta última como con Cartel Land, aunque haya elementos clave que las acercan.
City of Ghosts es un duro documental que nos acerca al tan, desgraciadamente, actual tema de la imposición y fuerza que el ISIS está haciendo, no ya en todo el mundo, sino en su propia tierra. Para ello, nos trae la historia y tremendo trabajo que unos periodistas sirios, conocidos como “los 12 de Reqqa”, están realizando para mostrar al mundo la manipulación y control de la que ISIS es capaz, llegando hasta el punto de que algunos de ellos incluso se encuentran todavía viviendo (escondidos) en la misma ciudad, con el riesgo para sus vidas y la de sus seres queridos que ello entraña. Esta historia no tendría sentido que se presentase desde un punto de vista aséptico y objetivo. ¿Para qué? Por lo tanto, una clásica música de acompañamiento de imágenes aportaría poco. Este es el primer gran acierto del estupendo trabajo que realizan Greenberg y Salinas aquí: la música, sin buscar deliberadamente un primer plano, consigue ser claramente subjetiva y ser parte del punto de vista que quiere transmitir. Aporta emociones y atmósferas sin ser manipuladora ni llamativa. Técnicamente es todo un ejercicio ideal de adaptación a lo que el medio necesitaba… y más.
El tono de la banda sonora es muy variado, aunque lo hace principalmente dentro de una gama de tonos grises y tristes. Es por eso que puede pensarse que el resultado final no es variado ni original, pero nada más lejos de la realidad. La partitura busca ser un conjunto homogéneo en base a su sonido e intenciones, más que a la elaboración de temas y líneas melódicas. Algo que no perjudica al documental, ya que este va desgranado diversas piezas y elementos a lo largo de su metraje de una manera lineal e informativa, más que de la manera emocional y manipuladora (en el buen sentido) en que lo haría una película. El conjunto se encuentra repleto de líneas percusivas y ambientales, pulsos atmosféricos y diferentes tonos emocionales que realmente consiguen aportar muchas sensaciones a las imágenes. Hasta tal punto que, en diversas ocasiones, el documental se mueve a silencio, dejando que sean la música y las imágenes las que nos presenten la historia, y no el audio.
Aunque gran parte del sonido de la banda sonora pueda caracterizarse como electrónico, es fácil apreciar el gran trabajo de incorporación de elementos acústicos naturales en percusión, voces y guitarra. Especialmente con el chelo como elemento repetitivo, en un segundo plano en muchos momentos, aportando el elemento humano y de nostalgia a la música. El único tema o motivo principal que vamos a reconocer en la banda sonora, se nos presenta en la inicial “City of Ghosts”. Ahí es donde las cuerdas y el chelo crean esa primera línea inicial, que poco a poco va añadiendo capas de elementos, en esta ocasión un delicado ritmo electrónico repetitivo. Pero la pieza es una cuidada composición atmosférica que proporciona ese aire evocador y melancólico que subyace tras la historia. Lo que lo hace interesante es apreciar el cambio que sufre el tema a lo largo de la banda sonora y hasta cuando lo volvemos a escuchar en la conclusiva “Broken Wings”. El ritmo, fuerza y emoción es mucho mayor, con la voz de Wassfi Massarani proporcionándole un sentido de determinación y propósito realmente potente. Un cierre que es la mejor muestra de la evolución que la banda sonora en su conjunto presenta, frente a la historia con final abierto que es el documental.
Entre esos extremos, la música de Greenberg y Salinas se mueve entre diversos tonos ambientales y de sensaciones. Desde aquellos que transmiten una sensación de ritmo y urgencia en la historia como “Meet the Team”, “Raqqa Twelve”, “Walking Through Berlin” o “Rose and Snow”. Especialmente utilizando la guitarra, así como múltiples tipos de percusión (electrónica, de madera, metálica, palmas,…), la música nos presenta al grupo de periodistas en acción. Poniéndose manos a la obra para aportar un nuevo grano de arena en su vida para mostrar al mundo el horror tras el ISIS y la ciudad de Reqqa. Pasando por los momentos más atmosféricos y oscuros, con una potente carga de tensión y peligro. Piezas como “Brothers Moussa”, “Stay Safe” o “The Center of the City”, son las que aportan el terror y el miedo que hay tras esta historia.
Con una música realmente dura y seca, aunque igualmente evocadora. Y que proporciona el contrapunto más difícil, especialmente en su bloque final con “The Protest”, “ISIS Threat Expands” y “Pulling Back the Curtain”. Probablemente sea el momento más duro del documental, de la banda sonora y también para la escucha aislada del aficionado. En donde la música se torna más ambiental y oscura, incluso a pesar de la aparición del chelo y la guitarra, haciéndonos partícipes de la gravedad de la situación.
Pero también quedan momentos en los que la nostalgia y los sentimientos toman los mandos de la situación. “It Remains Home”, “Nagi Dies” o “Hidden Pictures” aprovechan para mostrarnos, musicalmente, a las personas que se encuentran tras esta dura historia. Música que saca a la luz el dolor y las emociones que han tenido que sufrir estos periodistas. Recuerdos de todo lo que se ha quedado atrás, pero que sirve de refuerzo al porque están haciendo lo que están haciendo. Ese recuerdo del elemento humano que subyace tras el terrorismo, el periodismo y esta terrible situación.
La música es toda una muestra de la calidad del trabajo del que son capaces ambos compositores, utilizando un sonido moderno, urbano y actual, que favorece tremendamente a la historia del documental. Una música que no va a llegar a todos los paladares, y cuyos elementos ambientales probablemente no favorezcan una escucha habitual de la banda sonora. Pero la calidad de los diferentes múltiples tonos y orquestaciones que incorpora, sin perder una coherencia de sonido conjunta, es realmente brillante. Yo también soy de los que disfruta con los grandes clásicos de la música audiovisual, cargados de temas y melodías. Pero esta es una de las partituras que muestra perfectamente el gran trabajo y sentido que se incorpora en el actual mundo de la música para el audiovisual. Especialmente con la forma en que las piezas muestran un crecimiento y evolución de manera tanto independiente, como en el conjunto de la banda sonora. Y es que aunque nuestro gusto musical personal sea diferente a este, es hora de no olvidar para que se componen y trabajan estas partituras. |
No hay comentarios