Una comedia con temas espinosos, pero con música muy interesante |
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La comedia es uno de esos géneros cinematográficos que han perdido mucho interés por parte del público, pero también de los profesionales. Ya no es sólo que eche de menos la comedia clásica, la cual me parece imposible de recuperar, sino la comedia con cierta clase. Yo también disfruto de vez en cuando con el gamberrismo de Sausage Party y otras comedias de corte universitario y escatológico, pero casi parece que todo va por ahí.
En ese sentido hecho mucho de menos el humor británico. Los ingleses son capaces de hacer comedia con muy mala leche. A veces negra, a veces menos negra, pero con una habilidad importante de saber meter el dedo en la llaga. Normalmente por lo bien que saben utilizar tanto actores como guiones. Afortunadamente (aunque sea tarde, que la película es del año 2015), nos llegan algunas cosas. Al menos interesantes y entretenidas.
John Goldschimdt es un veteranísimo productor y director inglés. Muy curtido en televisión, y desaparecido de las riendas de la dirección en los últimos 30 años. Del que por fin se ha estrenado esta interesante comedia británica moderna, con clase y estupendo reparto. La trama es, al menos, curiosa, ya que se nos narra la historia de un panadero judío cuyo negocio no es que vaya demasiado bien precisamente. Finalmente decide tomar como ayudante a un joven musulmán y sacarle de las calles. Y en esa situación, la marihuana con la que suele traficar el joven termina yendo a parar a la masa de los panes, convirtiéndose en un gran éxito entre los vecinos. A partir de ahí se van desarrollando diversos acontecimientos en los que cuestiones religiosas, de negocio y familiares conseguirán poco a poco cambiar a todos.
Para proporcionar el elemento musical a la historia aparece uno de los compositores más ocupados de estos últimos años. Y vuelve a dar una demostración de que es capaz de tocar todos los palos con la suficiente clase y calidad como para dejar su huella. Lorne Balfe nos presenta en esta ocasión otra de sus partituras pequeñas e íntimas, pero cargada de vitalidad y ganas de emocionar. La banda sonora tiene un sonido sencillo y directo. No tiene necesidad de entrar en complicaciones o sobrecargar su presencia. Trabajando principalmente con guitarra acústica y teclados, Balfe compone una partitura sustentada por un bonito y memorable tema principal de carácter vital y brillante, pro además con ese tono de historia cercana y moderna. Es difícil no sentirse atraído con la presentación inicial del tema en “Baking Time”, especialmente cuando va incorporándose la batería y resto de orquesta. Es uno de esos temas que te hace seguir el ritmo con los pies o los labios. La pena es que sea demasiado breve.
En conjunto toda la banda sonora es breve, la verdad. Pero a lo largo de la misma nunca abandona ese cierto tono positivo, lo cual es de agradecer, y hace tremendamente amena su escucha, incluso cuando la música parece derivar hacia los momentos más personales y emocionales de la trama como pueden ser “After Your First Day” o “Rampage”. Pero cuando realmente parece querer tocarnos más cerca de nuestro corazoncito es cuando sustituye la guitarra por el piano, para acercarnos al lado más humano de la historia. Es en esos momentos cuando la música toma un cariz más melancólico y cuidado, incluso a pesar de tener como base ese tema principal de la panadería en “Boys and a Trolley” o “Let’s Bake”. Al no perder ese tono positivo, la música pasa de vitalista a emocionante de manera realmente sencilla. En momentos llegando a ser realmente delicada y frágil como en “Prayer” o “Aftermath”.
Estos momentos sirven de contraste con los elementos más dinámicos de la partitura, para los cuales Balfe aporta mucho más ritmo y urgencia, junto con un sonido más urbano y directo. Para ello cambia la guitarra acústica con la incorporación de guitarras eléctricas. Lo que hace es convertir a ciertas piezas en las piezas de acción de la banda sonora, pero sin llegar nunca a serlo realmente. De esta manera se aviva tremendamente el ritmo y con ello se ponen en marcha las tramas de la historia, como pueden ser “Spread the Word”, “Ayash Spots Mum”, “Ripped” y “The Heist”. En una banda sonora tan corta, este contrapunto entre piezas tan rítmicas frente a las más emocionales le proporciona mucha profundidad. Y con ello, mucho atractivo para la escucha.
Es curioso por tanto que Balfe parezca unir su tema principal, más sencillo y memorable, a la panadería. Es evidente que ese espacio es el que reúne a los protagonistas, tanto en lo personal como en lo comunitario (por denominarlo de alguna manera). Esta es el escape y la excusa para el desarrollo de las partes más emocionantes de la historia. Y por ello le da ese protagonismo mediante el tema. “The Bakery”, “In the Kitchen” y “The Future” son como los puntos centrales sobre los que se fija la banda sonora para derivar, o en los momentos de acción, o en los más emocionales. Afortunadamente, además, la banda sonora no entra nunca en terrenos atmosféricos o de suspense siquiera, sino que siempre va jugando con esa parte personal delicada, la emocional principal y la más rítmica y activa.
En resumen, que nos encontramos con una banda sonora pequeña y cuidada, para una comedia con clase, y bastantes elementos humanos. Todo un conjunto de partes para las que Balfe, una vez más, demuestra la facilidad con que puede componer temas sencillos y memorables. En esta ocasión para dar soporte a una banda sonora, pero sin caer nunca en la sensación de que sea monotemática y repetitiva. Sólo busca darle un poco de corazón, y al mismo tiempo proporcionar el tono y estilo para el resto de la partitura. |
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