La ilusión de la creación, en formato independiente |
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Todos los años, cuando llega el momento de nominaciones y premios, es habitual que nos llegue alguna sorpresa o película que (a priori) no debería estar entre los títulos más comerciales. Este año ese título ha recaído en The Disaster Artist, un proyecto muy personal puesto en marcha por el actor y director James Franco, en el que cuenta la historia de la más grande peor película del mundo. Algo que ha aprovechado todo el mundo para compararla con el Ed Wood de Tim Burton, cuando no tienen nada que ver. Algo que se vuelve muy habitual en estos tiempos del simplismo unineuronal y la reducción al absurdo de las redes sociales.
Con The Disaster Artist, James Franco transforma la tragicómica historia real del aspirante a cineasta e infame holgazán de Hollywood, Tommy Wiseau, un artista cuya pasión era tan sincera como sus métodos cuestionables, pero que consiguen una pequeña y honesta película que se transforma en una celebración de la amistad, de la expresión artística y de cómo ser capaz de perseguir tus sueños.
La historia que nos narra se encuentra basada en el libro escrito por su compañero y compinche Greg Sestero, en el que contaba con todo detalle la historia personal y profesional que existió en el rodaje del ya clásico de los desastres cinematográficos The Room, más conocida en todo el mundo como “la más grande peor película nunca rodada”. Pero con The Disaster Artist Franco realiza todo un sentido homenaje tremendamente divertido a esa manera de sentir y vivir las pasiones, en el que se nos recuerda que existe más de una manera de conseguir convertirse en leyenda. Pero también de que no hay límite para lo que se puede llegar a conseguir cuando uno no tiene absolutamente ni idea de lo que está haciendo.
Últimamente, para desgracia de su responsable, la película ha sido una de las principales afectadas por el (necesario, eso es innegable, pero un poco descontrolado) movimiento #MeToo, que parece estar empezando a salirse de control, lo cual permite explicar la repentina desaparición de película, y especialmente el nombre de Franco, casi completamente en las nominaciones a los Oscar. Una pena, porque con esa pérdida del foco y la atención sobre la película también lo ha perdido la interesante partitura de Dave Porter, un compositor que por fin se encontraba con un proyecto cinematográfico reconocido. Pero especialmente porque se trata de un proyecto que cuenta con un buen trabajo del compositor.
Curiosamente, llegó a sus manos tras estar colaborando en un proyecto con Seth Rogen y su socio Evan Goldberg (la serie de televisión Preacher), a los que escuchó hablar sobre la película, terminando por intrigarle. Tanto que terminó por comprar el libro y quedar fascinado por él y hasta el punto de pedir colaborar, consiguiendo meses más tarde que le presentaran a su amigo y antiguo colaborador, James Franco. Y uno de sus primeros puntos clave fue la de en ningún momento hacer referencia a la partitura original de The Room, compuesta por Mladen Milicevic. Eso no quiere decir que la partitura de Porter vaya completamente en sentido contrario. Simplemente es diferente. Es una banda sonora pensada para The Disaster Artist y es una de sus principales bazas. Principalmente porque la música parece buscar la referencia de los dos mundos, el real y el imaginario de la película.
Otro acierto en la partitura de Porter es no buscar referenciar la época (finales de los 90) con la música. De nuevo, simplemente le proporciona un marco de base a la historia que es The Disaster Artist y olvida todo lo que tiene de historia real. En ese sentido, la banda sonora tiene ese punto pequeño e íntimo, muy de película independiente en ocasiones, especialmente el uso de la electrónica, la guitarra y la atmósfera. Sin embargo, y en su mayor parte, donde podíamos esperar esa partitura muy pequeña o sólo de corte independiente, nos encontramos con un trabajo clásico y orquestal, uno que precisamente hace justicia a la parte más emocional y de fondo que persigue la película. Ese refuerzo orquestal le proporciona un cierto tono evocador mucho más cercano y emocional, algo que beneficia grandemente su escucha y desarrollo. Sólo la inclusión de ciertas frases de dialogo puede interrumpir y reducir ese disfrute. Pero, afortunadamente, se encuentran bien colocados y son totalmente independientes de la partitura. Así que, aunque la inclusión de diálogos en la edición de la banda sonora asuste a más de un aficionado, no tiene por qué. Pueden eliminarse fácilmente con la secuenciación de la banda sonora para todos aquellos que no lo soporten.
En este sentido, Porter dispara su mejor tiro desde el inicio, en “The Disaster Artist”, presentando un más que interesante y memorable tema principal, llevado principalmente por la guitarra y las cuerdas. Con un estilo repetitivo pero muy efectivo, el compositor parece buscar una pequeña referencia a lo que sería el sentido y la emoción musical estilo Hollywood, presentando un tema emocionante, con un crescendo muy positivo y brillante que parece hablarnos precisamente de esos sueños grandes y esas locuras que parecen conseguirse si no se ponen limites.
Ese tema principal no cuenta con presencia constante ni abundante en el resto de la breve banda sonora. Es una pena, porque realmente ayuda a destacar en la mente del aficionado, aparte de que su utilización no sufre excesiva variación o evolución en ningún momento. Parece más como un reflejo de ese sentido soñador y vital de sus protagonistas. Desde “Pinky Finger Swear” básicamente repite brevemente el estilo y sonido del mismo. Pero en uno de los momentos clave de la historia, “Rooftop Revelation”, le proporciona algo más de peso y presencia, con una intro en guitarra acústica algo más elaborada, pero sobre todo con la inclusión de un sonido de banda (batería, bajo, guitarra). Aunque evidentemente su versión más trabajada y completa la terminamos por escuchar en “Building Anticipation”, con la orquesta creando un tono melancólico y tranquilo sobre el que va apareciendo la guitarra y finalmente el brillante tema principal, terminando por servir de conclusión de la partitura, con su aparición más emocional y delicada en “Premiere Speech”, donde logra redondear y finalizar brillantemente la historia y la banda sonora.
Como comentaba antes, ese sonido clásico y acústico es el principal de la banda sonora, lo que la hace interesante y fácil de escuchar. Solamente en un par de momentos parece necesitar recurrir a sonoridades más modernas y electrónicas que parecen buscar jugar con cierto tono de tensión o expectación y que suelen romperse con la entrada de ritmos y percusiones, como podemos escuchar en “Tommy’s Pad” o “Cock Sock”. La sensación es como de un cierto tono etéreo, mucho más serio y profundo, pero que en varios otros momentos se transforma en una sensación propulsiva y activa. Inicialmente con un tono decidido y activo, pero muy vivo como “I Love Football”, “Going to the Dean” o “Leaving Mom’s”, pero que con el paso de la historia se va recargando de un tono más serio y dramático a partir de “Auditions” y “Acting Class”, hasta llegar a “The Script” o “I Did Not Hit Her”. En las mismas las cuerdas suelen hacer una aparición en la parte final, reforzando la pieza, pero es la guitarra acústica la que marca el ritmo y melodía, probablemente con la idea de que la música juegue con esa sensación de mostrar las ganas y voluntad de su protagonista en intentar conseguir su sueño. Como si la música pareciera ayudarle a seguir adelante en diversas ocasiones.
Y es que, como en todas estas historias de personajes que persiguen sueños, llega también el momento en que las barreras parecen ser más importantes de lo pensado. Esas situaciones en que el mundo va a impedirnos alcanzarlos. Y la música también se encarga de acompañar esos momentos de la historia, especialmente en la segunda mitad de la banda sonora, donde toma un cariz claramente más serio y dramático. Incluso melancólico en ocasiones. La primera vez que nos llama la atención es en la clásica y bonita “One in a Million”, pero de manera breve, interrumpida por la guitarra y una electrónica propulsiva que parece revitalizar la música finalmente. Sin embargo, “Movie Over” o “This Was Your Dream Too” claramente parecen dirigirnos hacia un final agridulce, con la música recuperando el matiz más clásico en su sonido, pero también cargando de seriedad y cierta tristeza su desarrollo. Un poco como si nos dijera: «Y ahora que hemos acabado de rodar, ¿que va a pasar?» La preocupación y el drama sobre la acogida que puede tener ese desastre de película puede ser terrible. Algo que, aunque sabemos y es evidente que es así, no lo es para sus protagonistas y que la conclusión musical se encarga de reforzar, centrándonos en las emociones y en el sueño, pero no en la realidad. Un precioso toque de clase.
A pesar de todo, la banda sonora hace un buen trabajo de mantenerse en un tono ciertamente brillante y positivo, sin dejar de lado las emociones contagiadas por ese sonido acústico y orquestal, con la guitarra como elemento principal, y su juego con las cuerdas y la electrónica, así como el aprovechamiento de su carácter cercano y humano es el más destacado, terminando por contagiárselo a toda la partitura, especialmente con las apariciones de su tema principal que refuerzan la emoción y nuestro interés en la misma. |
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