Nueve películas conforman la filmografía del realizador hindú (aunque criado en los Estados Unidos, y más en concreto en la ciudad de Filadelfia) M. Night Shyamalan. Desde 1992, con Praying with Anger, hasta la reciente Airbender, el último guerrero (2010), y a la espera de After Earth (2013), su cine está marcado por un estilo de intenso academicismo que no oculta unos fervientes deseos por encontrar vías menos tradicionales y más cercanas a lo innovador.
Admirador desde su juventud de Steven Spielberg, su influencia es evidente en toda su obra, en especial en su tratamiento visual, lo cual se observa muy especialmente a partir de El sexto sentido, el filme que le abrió todas las puertas del mundo de Hollywood y que le valió sus dos únicas nominaciones al Oscar.
Con anterioridad, Shyamalan dirigió dos largometrajes menores, el mencionado drama Praying with Anger (1992) y la comedia familiar Los primeros amigos (1998), ambos con música de Edmund Choi, autor que tan sólo ha escrito seis scores para la gran pantalla. Para su siguiente proyecto, El sexto sentido (The Sixth Sense, 1999), contó con la inestimable colaboración de dos de los más reputados productores de la Industria, Kathleen Kennedy y Frank Marshall, habituales en la filmografía de Spielberg. Asombrados por el guion de Shyamalan, que ofrecía una nueva percepción del cine de terror, de sorprendente realismo y con unas ingeniosas dosis de espiritualidad que evitaban a las tradicionales historias del género, decidieron poner en marcha una historia que acabaría convirtiéndose en uno de los mayores éxitos de la década de los 90.
En un principio Shyamalan no se mostró demasiado contento con la música original (durante algún tiempo se insinuó que fue obra de Marco Beltrami, aunque en diferentes entrevistas el músico neoyorquino siempre lo ha negado), por lo que Frank Marshall le sugirió a James Newton Howard, con el que había trabajado en ¡Viven! en 1993. Desde entonces, músico y director han colaborado en todas las películas que el primero ha realizado, formando una de las parejas cinematográficas más sólidas de las últimas décadas.
Con La joven del agua (Lady in the Water, 2006), el realizador hindú inició un declive notorio en su carrera, un punto de inflexión que ha hecho del resto de sus largometrajes una especie de diana dañina tanto para crítica como para público, inusitadamente unidos en su criterio contra Shyamalan. La mezcla irregular de drama, comedia, suspense y fantasía no fue del gusto general, lo que provocó que el filme resultara un importante fracaso comercial, debido, sobre todo, a su exagerado presupuesto: 75 millones de dólares.
Para narrar musicalmente la historia de una especie de ninfa que vive en la piscina de un complejo de apartamentos de los suburbios de Filadelfia, Howard se decantó por la temática lírica para potenciar el componente fantástico. La mayor parte del score es de carácter incidental, y se apoya en la cuerda y en las voces femeninas, para desembocar con posterioridad en la recurrente eclosión enfática típica de los argumentos basados en la sorpresa final. Así, el epílogo, especificado en el tema «The Great Eatlon», vuelve a reflejar la pasión de James Newton Howard por los motivos de gran fuerza orquestal cuyo indudable carisma no se traduce, al menos en esta ocasión, en la deseada perfecta simbiosis con las imágenes.
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