Son tiempos extraños, diréis. Philip Glass comparte una partitura para una peli de superhéroes con Marco Beltrami, Desplat se dispone a musicar una cinta de Wim Wenders, Trevor Jones musica anuncios de bebidas isotónicas… Nada es lo que era, como tiene que ser.
Defender la vigencia de Birdman como banda sonora «revelación» del año es el propósito de esta reseña, así que empiezo por dejar meridianamente claro mi punto de vista. No es la primera banda sonora de jazz de la historia (recordemos, por ejemplo, el estereotipado Ascensor al cadalso de Miles Davis), ni tampoco la primera partitura firmada por un batería (Stewart Copeland, Billy Cobham o Manu Katché han estampado su ritmo en varias cintas).
Más: creer que la inclusión de música clásica en las películas perjudica al cine es una soberana tontería. La pieza de Richard Strauss más escuchada a lo largo de la historia no se debe al aplomo del compositor ni a la pluma de Nietzsche, sino al simple hecho de que Stanley Kubrick la incluyera en 2001, haciendo grande el cine y la música al mismo tiempo.
Más aún: el hecho de que Nino Rota plasmara en su partitura para El padrino un tema preexistente nunca lastimó la celebridad del tema musical en cuestión ni desmereció su eficacia… Hasta Charlie Chaplin lo sabía, cuando recogió abrumado el Oscar por Candilejas aquel mismo año.
Birdman es cine de pura cepa, y Antonio Sánchez no hace sino arropar la cinta con una banda sonora sobria y circunscrita. Los temas de Ravel, Mahler, Tchaikovsky, Rachmaninov o Adams tampoco están de más. Proporcionan un tono adecuado a la representación de una obra dramática de Raymond Carver cuyos entresijos no deslucen el guión planteado, sino que casan como una subtrama perfecta… Nadie restará mérito a los guionistas de Birdman por el hecho de que durante más de 30 minutos la película se desarrolle, escena a escena, sobre un texto teatral escrito con anterioridad.
Sobre gustos no hay disputa, y en el disco duro de cada uno de nosotros hay una determinada banda sonora que preside las demás… En el mío, todas siguen ahora mismo el compás que Antonio Sánchez cuaja en Birdman, con el chasquido en los dedos, volteando la cabeza y con los ojos cerrados… Como se escucha el mejor jazz.
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