MGM, para asegurar el éxito, quiso dar una vuelta de tuerca a las anteriores superproducciones. Quería un gran espectáculo pero donde los personajes fuesen importantes en la historia y viviesen su drama personal. Para conseguir esto, el tándem Wyler-Rozsa parecía el perfecto. Wyler, que ya tenia dos Oscars, era famoso por su brillante dirección de actores y por la profundidad psicológica que imprimía a sus personajes. Por su parte, Rozsa, que también contaba con dos estatuillas, desde los años cuarenta era reconocido como el compositor de la "psique", de los estados emocionales, por obras como "Recuerda", "Días sin huella", "Forajidos", la introspectiva "Madame Bovary", etc.
Indudablemente una parte de la intensa emoción que tan complejo mosaico nos provoca se debe a la inteligente partitura de Rozsa y a la capacidad de este compositor para transmitir sentimientos y mostrar más de lo que se ve.
Con un tiempo excepcional de año y medio para la composición y más de cinco meses para la grabación, y con una orquesta de casi cien instrumentos y grandes coros, Rozsa edificó una obra inmensa en proporciones y riqueza temática e intensa en la variedad de emociones y matices expresados. La obra contiene brillantes fanfarrias, "marcias", música palaciega y ritmos africanos, melodías llenas de lirismo, temas cargados de espiritualidad y misticismo.
Nos propone también un recorrido por el mapa de sentimientos humanos: amor filial, amor al hogar, amistad, pasión, nostalgia, odio, despecho, frustración, idealismo, misticismo, etc.
Además de todo lo dicho anteriormente, si la partitura luce intensamente por los propios valores musicales y por la brillante y elaborada orquestación, independiente de la historia, se ve aumentar su grandeza por la perfecta conjunción con la imagen a la que se supedita en todo momento, por la fluidez que añade a un montaje ya fluido, su capacidad de trasladarnos a otra época, y siempre en el peculiar estilo de Rozsa, definitivamente influido por sus compatriotas Kodaly y Bartok, por la música tradicional húngara, tan rica en matices y texturas expresivas, por el impresionismo francés y el neorromanticismo.
Por todo esto estamos sin duda ante una obra maestra entre las BSOs y una composición de altura de la música sinfónica del s. XX.
El siguiente estudio está hecho tanto sobre el DVD como sobre el doble CD, en un intento de valorar la música y su conjunción con la imagen.
- Obertura
Los potentes y majestuosos acordes que desde ahora identificaremos con Roma y que reaparecerán continuamente para recordarnos la omnipresencia del Imperio, abren el bloque para transformarse por medio de un alegre pizzicato en su "opuesto" en la historia: "Judea, la patria judía, el hogar". Los oboes, junto con la cuerda, que se mueven en cálidos y apasionados arabescos llenos de fuerza expresiva, nos trasladan a un ambiente oriental, luminoso y amado.
En sutil transición se pasa a exponer el tema de "Esther", en el que los violines desarrollan su melodía llena de desgarrado y sinuoso lirismo.
El tema de "Myriam", de la madre, se desarrolla en tono elegante, femenino y lánguido, parece deslizarse hacia la ternura de una nana. Transmite el sentimiento de nostalgia hacia la madre de la infancia. La visión añorante del hijo sobre la madre.
Un tránsito de campanitas nos presenta el tema de "los amigos", de "Messala". El "tempo" sobrio y pausado de la cuerda en tonos medios, desarrolla el tema en tono viril y elegante, lleno de sinceridad.
El bloque se cierra como comenzó: bajos, madera y violines en notas sostenidas dibujan los majestuosos acordes del motivo de nueve notas de Roma que ahora sé alejan del "fortísimo" inicial.
- Títulos
Tras una brillante y breve fanfarria a cargo del metal con claras connotaciones imperiales, aparece el tema del "Príncipe de la Paz" al que la sección de viento le aporta el conveniente tono triunfante y el órgano el místico. Esta historia de vidas cruzadas entre Cristo y Ben Hur queda marcada al transformarse en el tema de "Judah". Viento y cuerda trazan el heroico y viril tema del protagonista, lleno de contenida sensualidad, para cerrar el bloque con los brillantes acordes de Roma.
En dos bloques musicales el compositor nos ha situado geográfica e históricamente, hemos tomado contacto con los temas asociados a los protagonistas de la historia. El compositor nos ha aproximado a un código. En la siguiente media hora de la película se repetirán los temas para que en unión a la imagen el espectador los una a los personajes. En este punto conocemos las claves del código en las que Rozsa nos trasmitirá su mensaje, oculto durante el resto de la película
- Estrella de Belén
El tema aparece en la escena en la que tres personajes de noble aspecto, en una noche estrellada, intentan seguir el curso de una estrella de brillo singular y que parece ser el anuncio de un hecho prodigioso.
Es una melodía sencilla de tono arcaizante pero sublime. Le desarrollan coros y masas orquestales que le otorgan el conveniente tono delicadamente grandioso. Tono que devenga a lo netamente íntimo en la escena del nacimiento donde sólo la mínima orquestación y cálidos coros acompañan al hecho tan humano e intimo de nacer, del que los tres personajes serán testigos.
A partir de este momento, con el aporte de humana nobleza, el tema, gracias a su cualidad polisémica, pasará a asociarse con Baltasar, uno de los tres testigos del nacimiento. Será el tema que sufrirá menos variaciones como corresponde a un personaje que de principio a fin e incluso en las situaciones más dramáticas no pierde su inocente pero elevado idealismo, su creencia en las bondades del hombre, ni su fe en la existencia de un ser superior.
- Esther / Tema de Amor
El tema de "Esther" que, a pesar de su extraordinaria belleza, formará parte de pocos bloques musicales, (después de todo como en la historia, la relación sentimental imprescindible es la de Judah-Messala), aparece en el momento en que Judah y Esther se conocen en presencia de la familia.
Si la cuerda lo desarrolla en matiz sereno y lírico en esta escena, despliega plenamente todo su potencial romántico cuando la pareja se encuentra a solas en el velador de la casa. La conversación parece intranscendente y comedida, nadie quiere expresar sus sentimientos a pesar de lo intimo del escenario.
Una bellísima melodía que dibuja cálidas ondulaciones es la base del bloque que como la escena fílmica tiene a dos protagonistas: dos violines con voz diferenciada en un trasfondo de arpa y cuerda que presta idéntica complicidad que la noche a los personajes.
El primero comienza desarrollando la melodía al completo para, a continuación, hacerle "eco" la voz del segundo violín al repetir los últimos compases del primero. Este proceso es bisado para convertirse en un dialogo de violines cada vez más cercanos y que se encuentran cuando el primero, después de hablada su frase mantiene en el aire la ultima nota en un larguísimo y apasionado "trémolo", sobre el que el segundo trasmite la propia expresión de sus sentimientos. Acompañados por una creciente instrumentación de la sección de cuerda, los dos violines se encuentran plenamente cuando al unísono desarrollan totalmente la melodía. Es el momento en que Ben Hur y Esther se reúnen en un beso.
La escena musical es de creciente y apasionado lirismo teñido de la tristeza de la separación inminente. La atmósfera se nubla cuando el tema de Messala se infiltra como una niebla que pesa en la mente de Ben Hur.
La música ha convertido la escena en un hermoso texto polifónico, al dotar de palabras sinceras a los sentimientos no expresados. Es la verdadera voz de los protagonistas.
El tema no reaparecerá hasta el regreso de Ben Hur de Roma. Llega a lo que antes fue su hogar, ahora edificio desolado, y, escondido en la noche, descubre que Esther vive todavía allí. Después de años se reencuentran en el mismo mirador donde se vieron por última vez.
Definitivamente el tema ha perdido el brillante y arrebatado lirismo anterior, sólo durante el breve momento que dura el abrazo de los protagonistas el tema parece elevarse. Nada puede ser igual que antes. La música como el edificio y el propio mirador en ruinas que les contemplan lo corroboran. Oboe, arpa y cuerda, en sus tonos más desolados y conmovedores, parecen arrastrar a duras penas las notas. Es el agotamiento emocional que las circunstancias adversas han provocado en los personajes y sus sentimientos. El bloque se cierra de forma inquietante con la presencia breve pero clara del tema de Messala, que es todavía sólo una punzada en el corazón de Judah, al no tener noticias de su familia.
A partir de aquí el tema aparecerá en contadas ocasiones, y cuando lo haga, siempre con el sabor apagado y nostálgico del amor que nunca pudo ser y que no será, y casi siempre diluido por la presencia del tema de Messala.
Lo hará en el corte "The Mother´s Love", la escena en que madre e hija liberadas de la prisión donde han contraído la lepra se reencuentran con Esther. El tema consigue sobresalir por unos instantes del tema principal, que es el de "la madre", y a pesar de la intensidad con que la cuerda lo interpreta, suena solitario y desgarrado. Es la toma de conciencia de una pasión que vivirá sin ser correspondida. La emoción intensa que transmite la música de paso, encubre la única actuación mediocre de toda la película, la de la actriz Haya Haaret, totalmente fuera de lugar en el papel de Esther.
- Myriam, la madre
El tratamiento musical que el compositor da al tema asociado al personaje de Myriam, la madre de Ben Hur, consigue dotarlo de conmovedora carga emocional. Si en la "obertura" se presenta pausado y elegante, adquiere sus matices más intensos y desgarrados en la escena en que madre e hija después de permanecer años en prisión, donde han contraído la lepra, regresan a su casa desolada con el único fin de tener noticias del hijo. Convertidas en "malditas", deberán abandonar la ciudad.
Oscuros y temblorosos acordes de cuerda nos presentan el ignominioso motivo que asociaremos más adelante con el olvidado submundo de "el valle de los leprosos". Un desolado clarinete, al que hace eco un segundo en escala más aguda, traza el tema de "Myriam" sobre el lánguido fondo de cuerdas. El tono es hiriente y lastimero. Parecen el drama y la voz de las dos mujeres. Violas repiten el tema en un "tempo" dolorosamente cansino que parece arrastrar las notas de forma agonizante. El cálido tema de Myriam se ha convertido en un reflejo de su degradación física y social. Y sin embargo, todavía consigue elevarse en límpidos acordes de cuerda para ennoblecer a la madre cuando desde lejos ve a su hijo y comprueba que vive y está bien.
Si en la "obertura" la música nos sitúa en el punto de vista del hijo hacia la madre y el tema sonaba lleno de nobleza y afecto, ahora es la visión de la madre sobre su hijo la que lo eleva y carga de emoción, a la vez que dignifica a la mujer. En realidad todo el tema, como el personaje, se eleva a través del amor tanto cuando lo da como cuando lo recibe.
Ya definitivamente hundidas, madre e hija, en el submundo de los leprosos, el tema emerge de entre las tétricas sonoridades que pintan ese mundo de desposeídos, y lo hace de forma luminosa en los brillantes acordes de la cuerda cuando el amor de madre le hace preocuparse por la suerte y la vida del hijo.
Cambia el origen del amor y cuando es el hijo el que sin temor al contagio busca y abraza a la madre, el tema vuelve a ser ennoblecido. El sincero amor filial y hacia su familia (el único que Ben Hur puede ya sentir) no puede evitar el tono lastimero y doliente de los violines y oboes, reflejo de profundo amor y dolor, pero otra vez nos trasmite la mirada piadosa y dignificadora del hijo sobre la madre ("The search").
- En casa de Arrio
Vale la pena comentar las dos piezas que componer la escena para valorar la impresionante variedad temática que desplegó Rozsa en esta obra.
La escena tiene lugar en la hermosa villa de Quinto Arrio en Roma. La amistad entre Arrio y Ben Hur ha tomado el matiz de un afecto paterno-filial.
Arrio convoca en su casa a familiares y amigos para anunciarles la adopción de Ben Hur.
El bloque se compone de dos "tracks"; el primero consiste en una pieza de ritmo frenético y tribal de unos artistas africanos que bailan acompañados de la instrumentación que aparentemente le es propia y que amenizan la velada, y digo aparentemente porque en realidad la instrumentación orquestal actual pone fondo a la "instrumentación realista".
La segunda es una exquisita y elegante música de aire cortesano, con reminiscencias renacentistas e interpretada por instrumentos antiguos. En principio, ambas, puede ser consideradas "realistas", al aparecer en escena los músicos que las interpretan. Sin embargo estas piezas traspasan su función "realista" hacia lo "incidental", puesto que añaden su particular comentario sobre el carácter cosmopolita, culto y noble del propietario de la casa, que no es un simple hombre de armas, así como matiza a los asistentes a la reunión.
- Nostalgia / Despedida de Roma
Son una buena demostración de la capacidad del compositor de reflejar procesos mentales y componer música de alto valor introspectivo.
Durante la fiesta de Arrio, Ben Hur se aparta a un lugar solitario de la casa. Cuando Arrio llega, le confiesa su continua inquietud por la suerte de su familia y su intención de abandonar Roma para regresar a Judea.
El bloque se sostiene en un violín solista que se convierte en la voz de los pensamientos de Ben Hur y que brevemente interpreta en tono sentidamente nostálgico el tema de "Judea", que también puede ser el del hogar y la familia para fundirse en una melodía neutra que, repitiéndose monótonamente una y otra vez, parece dibujar la línea espiral de los pensamientos obsesivos, mientras detrás las notas pausadas y liquidas de arpa parecen lamer la mente de Ben Hur con la insistencia de las olas en la playa, para derivar finalmente en el motivo musical de Roma que, al contrario que en otros bloques, suena aquí lleno de melancólico sentimiento hasta llegar a significar a Arrio, al amigo que se debe abandonar y a la vida de agradables recuerdos que el protagonista ha vivido en Roma.
Nuevamente, aquí el compositor utiliza esa pluralidad de "significados" con la que dota a sus temas.
- En Galeras
Oscuras y marciales sonoridades de trompas y cortantes glisandos sobre las que se superpone un motivo de cuatro notas. son el fondo musical a la aparición de la flota romana, que de esta forma orquestados se asociará a la misma pero que se convierte en ominoso "obstinato" cuando se levantan sobre el monótono ritmo del timbal del "hortator" (el hombre que marca el ritmo a los remeros) para convertirse en el tema de "los galeotes". Bajo este significado continúa el desarrollo del motivo para introducirnos en el sórdido interior de la galera donde Ben Hur cumple su condena. Un agudo toque de sordina anuncia y nos anuncia que el comandante de la flota sube al barco.
El bloque musical más espectacular de este bloque temático es sin duda el que corresponde a la escena en la que Arrio desciende bajo cubierta de su nave para comprobar el estado de ésta y el de los remeros. Para ello dará ordenes al "hortator" para que paulatinamente los remeros aceleren el ritmo de boga.
Aquí se consigue una perfecta sincronía entre música e imagen, a la vez que se integra dentro de la banda sonora el instrumento que aparece en la imagen, el timbal con el que "hortator" marca el ritmo de remado.
El corte se construye sobre la línea musical trazada por el "obstinado" de los "galeotes", iniciado por un oscuro contrabajo que, como los remeros, sigue el ritmo del "hortator". A cada nueva orden de Arrio se acelera la boga y el "tempo", a la vez que se superponen nuevas líneas musicales a la inicial y se suma progresivamente orquestación. Mientras unas líneas musicales intentan desacelerar el "tempo", otras parecen intentar incrementarlo, creando una sensación de insoportable tensión. Metales en escalas oscuras y agudas y cortantes, y cada vez más rápidos "glisandos" de cuerda, transmiten el cada vez más insoportable esfuerzo de los remeros y su creciente agotamiento que llegara al derrumbamiento total en un extenuante e impresionante "tutti orquestal", en el que todos los instrumentos arrastran sus propias líneas musicales para unirse decididamente al "obstinato". Es el propio Arrio quien ha dirigido la orquesta a trabes del "hortator".
El sonido omnipresente, alienante, monótono y realista del timbal en la banda de sonido y el del "obstinato" en el plano musical, más allá de ser una perfecta muestra de sincronía entre imagen y música o de música diegética, cumple una función claramente incidental, refleja el estado de degradación psicológica de unas máquinas humanas que sólo son un número. Se convierte para los condenados en una desoladora y mecánica aceptación del presente, en una negación de cualquier esperanza futura y en el reflejo de su embrutecimiento forzado.
Toques de metal avisan de la presencia enemiga. En el interior de la galera, el cansino y oscuro "obstinato" pesa sobre los galeotes mientras son encadenados a sus bancos para evitar la huida. Sóolo el tema de Ben Hur emerge esperanzado momentáneamente cuando ve que Arrio ha dado orden de no se le encadene y enlaza con el tema de "El Príncipe de la Paz", aquel desconocido que, como Arrio, le prestó ayuda. El tema que suena sublime, pero irreal y lejano, es desplazado, como en un duro despertar, por monótonos sonidos del timbal y el "obstinato" que se le superponen brutalmente.
Agudos toques de clarines llaman a la batalla ("The pirate fleet"). El oscuro motivo de "los galeotes" desaparece en un remolino caótico de golpes de la sección de metal, golpes de platillo y cuerdas en atonales y oscuras o chirriantes tonalidades que describen el caos posterior al impacto entre dos barcos, mientras que angustiosos y continuos "glisandos" de xilófono ponen el grito de desesperación a los galeotes en sus inútiles intentos por liberarse de las cadenas que les atan al barco que se hunde. Por encima de este caos se eleva momentáneamente en tono heroico el tema del protagonista acompañandole en su intento de liberar a los prisioneros.
La escena que sigue es brutal. Las dos flotas entran en contacto, la galera en la que están Ben Hur y Arrio es embestida por un barco enemigo y comienza a hundirse provocando el pánico de los galeotes encadenados a sus bancos. La batalla se desarrolla en las cubiertas entre hierro y fuego. Cuando Arrio cae al agua, Ben Hur se arroja para salvarle.
El caos aumenta con el abordaje de la galera romana por parte de los piratas. Cuerdas en atonales armonías, oscuras y agudas figuras en la sección de viento, frenéticos "glisandos" de percusión, ritmos sincopados, golpes de platillo y dislocadas figuras en la sección de metal, avanzan hasta un clímax caótico en el que emerge y se sumerge el motivo de la flota romana que indica lo incierto del resultado final para formar un confuso torbellino de música e imagen en el que se sobrepone con ritmo trepidante y tono heroico el tema de Ben Hur, cuando salva a Arrio de la lanza de un pirata. Las notas inquietantemente cadenciosas y oscuras de las trompas marcan el anticlímax coincidiendo con el momento en que el protagonista se lanza al agua para rescatar a Arrio.
Ya instalados sobre un madero flotante y lejos del fragor de la batalla, observan lo que parece una derrota romana. Cierra el bloque una "coda" de inquietante valor introspectivo ("Rescue"). Las líneas en espiral que trazan la madera y la cuerda reflejan los inciertos e inquietantes sentimientos y reflexiones de los dos personajes sobre sí mismos: el deseo de suicidio de Arrio y la incertidumbre del futuro de Ben Hur. Sentimiento que llega a la desolación que produce la aceptación de la fatalidad cuando sobre la línea musical introspectiva y reflexiva se impone con el sombrío sonido de las trompas el motivo de la flota romana, anunciando que el barco que aparece en el horizonte es una galera romana. Arrio deberá aceptar la deshonra de lo que él cree una derrota y Ben Hur cree en la vuelta a su banco de galeote.
- Marcias y fanfarrias
Con las "marcias romanas" nos encontramos con la gran creación de Rozsa. Antes que él, otros compositores habían puesto voz musical al imperio romano, pero este compositor fue el que mejor conectó con las ideas prefijadas que el espectador tenía de lo que debió ser la música romana. Hasta tal punto tuvo éxito, en lo que según el propio compositor sólo era un acercamiento utilizando el lenguaje musical contemporáneo, que desde "Ben Hur", injustamente, la marcias de Rozsa se han convertido en la música "real" del Imperio.
Interpretadas fundamentalmente por la sección de percusión y viento, instrumentación que culturalmente se asocia al poder, y construidas frecuentemente sobre un "obstinato", se convierten en voz e imagen del Imperio.
Al acompañar a escenas de desfiles militares y marchas en la que aparecen grupos de personajes tocando instrumentos de percusión y metal se puede caer en el error de considerarla música "realista". Obviamente, su función va mucho mas lejos. Al aportar su propio comentario más allá de las imágenes a las que sirve, entra plenamente en el plano de la música "incidental". Marcias y fanfarrias se convierten en un autentico mensaje de propaganda política al servicio de Roma. Poderosas, brillantes grandiosas, también pueden ser amenazantes. Son el espíritu (o la imagen que quiere dar) del poderoso poder político, social y militar de Roma y de su voluntad inquebrantable de mantenerlo.
El conjunto es amplio y variado tanto en la composición como en los mensajes intrínsecos. Si la "marcia" que acompaña a las nuevas legiones que se integran a la guarnición de Jerusalén es rítmica, casi festiva pero claramente marcial ("Marcia romana"), la que lo hace acompañando a esas mismas legiones cuando desfilan junto con el nuevo gobernador por las calles de Jerusalén, es claramente amenazante ("Gratus entry to Jerusalem"). Sobre un poderoso y oscuro "obstinato" de trompas y sórdida percusión, los metales que combinan tonos oscuros y agudas atonalidades lanzan al pueblo judío una advertencia y una amenaza: "Roma aplastará cualquier intento de rebelión".
Si en esta escena tenemos el punto de vista del pueblo judío con respecto al Imperio, música e imagen cambian de perspectiva en la escena en la que Arrio entra victorioso en Roma después de derrotar a la flota pirata: El pueblo romano se contempla a sí mismo en la seguridad del corazón del Imperio. El tono lúdico y triunfal de la música acrecienta la victoria de Arrio y añade grandiosidad y brillantez a escenarios ya grandiosos. Toda la escena se convierte en una autoexaltación del poderío romano, pura propaganda política para el pueblo.
Y sin embargo todo esto no es nada más que mera preparación para la explosión de grandiosidad y espectáculo del bloque musical que acompaña a la escena clave de la historia: la espectacular carrera de cuádrigas en la que compiten Messala y Ben Hur, y en la que pretenden dirimir años de despecho y odio acumulado.
En un despliegue de conjunción entre música e imagen, la música se convierte en un descarado mensaje político dirigido al mundo con la finalidad de propagar a los cuatro vientos la grandeza de Roma aprovechando el evento lúdico-deportivo que congrega a representantes de diferentes provincias.
La brillante fanfarria se dirige al espectador del circo y del film en un ritmo festivo y grandilocuente, mientras la cámara nos muestra la grandiosidad del escenario siguiendo a los participantes de la carrera ("Panem et circenses"). Manteniendo la formula de la película, gran espectáculo y drama personal y con el toque de atención de otra breve fanfarria interpretada por los músicos del circo, la música deviene a lo personal.
La esplendorosa marcha que acompaña a los contendientes en "la vuelta de reconocimiento" ("Parade of the charioteers") se construye sobre variaciones de los temas de Messala y Ben Hur, de forma alterna y claramente diferenciada: dos veces el de Messala y uno el de Ben Hur. La música nos recuerda que en principio el romano parte como favorito pero lo más importante, nos centra en el verdadero nudo dramático de la historia. Como dice Messala, "El gran día ha llegado. La carrera está entre nosotros dos". La música nos ha acercado a los rivales al mismo tiempo que la cámara que por primera vez en el desfile nos muestra sus "planos medios" de forma alternativa.
Acertadamente, la escena de la carrera se desarrolla en un sabio "silencio musical", lo contrario hubiese sido desviar la atención del espectador. La espectacularidad y emoción de las propias imágenes no necesita nada más.
- Amistad / Messala / Venganza de Ben Hur / Autodestrucción
El motivo que sirve de base a este complejo bloque temático, como otros, es presentado en la "Obertura" y, con continuas presencias tanto en solitario como conformando "bloques musícales", estará presente hasta el final, lo que demuestra el profundo significado que tiene en la historia.
El bloque temático es de intensa y elaborada complejidad en su desarrollo, tanto por las profundas variaciones que sufre con finalidades expresivas como por esa inquietante cualidad "polisémica" con que le ha dotado el compositor.
Alejándose totalmente del uso tradicional y "monosémico" del "leit motiv", significa en un primer momento "la amistad", la relación entre Messala y Ben Hur. Posteriormente asumirá el significado asociado a la retorcida personalidad de Messala, al deseo patológico de revancha que le produce el rechazo y que llega al odio irracional, para en un progresivo proceso de posesión o de traslación, llegar a identificarse con Ben Hur, en su irrevocable decisión de venganza primero y, cuando Messala ya ha muerto, en un autodestructivo odio que ya no tiene sujeto al que dirigirse.
En un proceso paralelo e inverso el noble tema de "Ben Hur" pierde su inicial tono heroico hasta llegar a sonar distorsionado y desparecer suplantado por el de su enemigo. El desarrollo del tema describe el deterioro de una relación, muestra la oscura personalidad de Messala y aún más, la degradación interior de Ben Hur en un descendente camino que desde la nobleza interior del inicio le llevará a convertirse en un ser incapaz de sentir otro sentimiento más que odio y sed de venganza.
Seguidamente intentaremos ver en más detalle el desarrollo del bloque temático y de los diferentes significados que adopta el motivo musical que le sustenta y que al principio tomó casi la forma de una hermosa y sobria melodía.
- "Amistad"
Messala regresa a Jerusalén como un alto cargo militar después de años de ausencia. En su aposento le comunican que un judío, el príncipe Judah Ben Hur, le espera fuera.
El hermoso y elegante tema se soporta en principio en violas y chelos en largos acordes y "tempo" meditativo y cauteloso que refleja las dudas de los sentimientos de los protagonistas, en este reencuentro después de una larga separación (corte "Friendship"). El "tempo" y el tono emocional de la música se aumenta mientras los dos hombres recorren el largo espacio que los separa, hasta convertirse en expresión de caluroso y sincero afecto cuando los dos amigos se abrazan. Aquí el tema se traslada a la madera y arpa con un delicado fondo de cuerda que dan el tono de intimidad retomada y complicidad al reencuentro y al primer intercambio de palabras y recuerdos de la promesa cumplida. "Te prometí que volvería", le dirá Messala a Ben Hur.
Pasa el tema ahora a la voz sobria y viril de violonchelos y metal, como corresponde al escenario de la sala de armas que les rodea y al acto de antigua camaradería de arrojar dos lanzas hacia unas vigas que se cruzan, Los alertantes acordes de la cuerda y el metal remarcan musicalmente este acto cargado de simbolismo en la imagen y, sin embargo, cuando la cámara retiene en primer plano las dos lanzas clavadas juntas y Messala comienza a exponer sus temores ante la situación política de Judea, el "tempo" musical se vuelve otra vez cauteloso y el tono pierde su brillantez anterior hasta parecer ensombrecerse con las primeras nubes que pueden empañar la relación. Los reticentes acordes de la cuerda se alargan en los primeros momento de la siguiente escena para trasladar esta primera duda hasta la habitación de Messala, escenario de la escena.
- "La revancha de Messala"
El siguiente paso en esta metamorfosis musical y de "significado" tiene lugar en la escena en la que Messala durante una visita a la familia de Ben Hur, pide directamente a éste su colaboración con la causa romana y los nombres de los cabecillas de la revuelta que se está gestando, a lo que Ben Hur se niega. Un inquietante y expresivo "silencio musical", semejante a la quietud antes de la tormenta, es el fondo a una conversación llena de desencuentros, intolerancia y amenazas. El momento de la drástica y opuesta toma de posiciones es potenciada por las sombrías tonalidades y cortantes acordes del contrabajo y avisos de agudo metal que desarrollan de forma distorsionada, incluso melódicamente, el antes sereno motivo de "la amistad" hasta convertirse en algo tan oscuro y deforme como el despecho de Messala y su retorcida personalidad que la música comienza a desvelar.
Si antes el "tempo" era pausado, ahora se torna cortante; la cálidas y emocionales sonoridades de la cuerda dejan paso a los tonos más sombríos de la instrumentación e incluso en el plano melódico, esa nota del motivo que sólo parecía descender ligeramente para permitir el remontar de la melodía, ahora se desploma rotundamente, como la relación y como la antes encantadora apariencia de Messala.
Si a alguien parece afectar sinceramente esta situación es a Ben Hur. Sólo su sincero pesar parece dar la última fuerza para que agudos violines interpreten enrarecidos el tema de la amistad.
Reaparecerá el tema, sin la significativa variación melódica (todavía asociado a la amistad), en la escena en la que mientras desfila por la ciudad el nuevo gobernador y su ejército, Ben Hur y su hermana lo contemplan desde la azotea de la casa. Una teja se desprende y hiere al gobernador. Parece algo providencial para el odio de Messala, que hace arrestar a Ben Hur y a toda la familia. Solo en la casa, pasea la mirada por los patios de su juventud y sube a la azotea donde descubre que el "atentado" ha sido en realidad un accidente.
El tema recae en un solitario fagot sobre cuerda que se mueven en "tempo" meditativo y que en su línea espiral sigue el curso de los sentimientos y pensamientos contradictorios en los que se entremezclan los recuerdos de su antigua amistad y su actual despecho sin llegar a una resolución. Los grises y pausados acordes de la cuerda e incursiones del metal parecen reflejar un conato de duda y remordimiento cuando descubre la inocencia de Ben Hur. Antes, cualquier acción contra él parecería justificada, ahora tendrá que enfrentarse sin excusas a su odio. Lo hará, sin escrúpulos, ni duda.
Ben Hur es conducido a los calabozos de cuartel. Antes de ser conducido a galeras, logra escapar de sus carceleros y en una trepidante huida llega a las habitaciones de Messala. Le jura que él nunca quiso atentar contra la vida del gobernador. Messala reconoce que lo sabe pero que su condena favorece sus futuras acciones políticas. La decisión está tomada y llama a los soldados para que lo conduzcan a cumplir su condena.
Bruscamente, el anterior y tenso "silencio musical" ("Messala´s revenge") se rompe para que el motivo irrumpa en oscuros y contundentes acordes de contrabajo que acompañan al momento en que Ben Hur jura volver para vengarse mientras es arrastrado fuera y Messala queda solo.
Un caudal de inquietantes y contradictorios pensamientos parecen invadirle. Las violas mantienen en el aire una nota flotante y trémula que nos acerca a la mente de Messala. Sobre ese fondo nebuloso el tema pasa a los "chelos" que, en su ascenso de agudas y ásperas sonoridades, trazan la línea espiral de los intrincados y contradictorios procesos mentales de un hombre que se sabe traidor a una amistad y que por un breve momento parece cuestionarse a sí mismo. El tema parece despejarse al volver a tonalidades más serenas aunque sombrías en el momento en que en la imagen vemos de espalda a un Messala que respira hondo y se relaja. Cualquier posible duda o remordimiento han quedado definitivamente desterrados. Los más oscuros y resolutorios acordes del contrabajo retoman el tema ya tan degradado como la antigua amistad y tan rotundo como el acto en que Messala muestra su verdadera personalidad.
La música ha puesto voz a los pensamientos de un hombre que se reconoce plenamente traidor, que acepta su parte más oscura sin titubeos, que está dispuesto a llevar su odio hasta el final, a hacerse plenamente responsable de sus actos y que no necesita ninguna autoexculpación.
A propósito de la importancia de la colaboración entre el director y el compositor, y con respecto a lo que la música puede aportar a la imagen, Rozsa, en su autobiografía "Doble vida", relató que el día que se rodaba la escena anterior, pasó por el estudio. Wyler, después de repetir muchas veces la toma, seguía sin estar satisfecho. Le comentó al compositor que el problema no estaba en los actores sino que hay sentimientos que ni el mejor actor puede trasmitir. Le preguntó si con música podría reflejar los pensamientos y sentimientos de un hombre que es capaz de traicionar a su mejor amigo por despecho y ambición. Rozsa le respondió, "Sí puedo". Con las sugerencias del músico, la escena se rehizo en su totalidad con un coste extra de 100.000 dólares. El productor prohibió a Rozsa que volviese a los estudios. Wyler le llamó en numerosas ocasiones y él siempre respondió.
El tema, que con sus impresionantes y acertadas variaciones es plenamente capaz de asumir nuevos "significados", continúa su cada vez más compleja y oscura evolución hasta llegar a "significar" en otra etapa de la historia la necesidad de venganza de Ben Hur sobre su antiguo amigo.
- "La venganza de Ben Hur"
Después de su condena en galeras y su estancia en Roma, Ben Hur regresa a Judea para buscar a su familia y recuperar su plácida vida anterior. Lo que encuentra es su casa en ruinas y su familia desaparecida aunque mantiene la esperanza de recuperarla.
El golpe a sus esperanzas lo recibe cuando Esther, que ha cedido a las súplicas de Myriam, le dice que madre e hija murieron hace tiempo en los calabozos. Sus esperanzas se hunden arrastrándole a él mismo. Un Ben Hur hundido en la desesperanza y soledad abandona la sala en la que ha recibido la noticia.
El tema de "Judea" convertido aquí en el tema de "el hogar", interpretado por la cuerda en desoladoras tonalidades y "tempo" agotado, son el triste fondo de un Ben Hur que oculta el rostro lloroso en su brazo y necesita el apoyo del arruinado dintel de la puerta de lo que antes fue un cálido hogar ("Sorrow and intermission"). Los largos y agotados acordes de la cuerda parecen trazar la música de una vida anterior irrecuperable y del dolor de un hombre hundido sobre sí mismo. Notas agudas de metal alertan de la transformación: La mirada cargada de odio y determinación ha transformado el rostro cubierto de lágrimas que antes se ocultaba en los ropajes a la vez que el triste tema del "hogar" es literalmente aplastado por los oscuros y contundentes acordes de un sombrío y premonitorio contrabajo que nos reencuentra con el tema de "la revancha de Messala", que ahora se identificará con la decidida búsqueda de "venganza de Ben Hur". El "tempo" se va acelerando de forma inquietante, a la vez que en rapidísimo progreso el motivo pasa a la sección de metal al completo en un impresionante efecto de determinación y amenaza que acompañan los pasos llenos de siniestra voluntad de Ben Hur y siguen el cortante movimiento de su capa que como la música parece flagelar el aire de la noche.
Resulta impresionante la integración de imagen, música, interpretación y puesta en escena.
- "Autodestrucción"
El siguiente paso en el desarrollo del tema que nos ocupa tiene lugar en la escena en la que un Messala agonizante, después de un accidente sufrido durante la carrera, recibe la visita de Ben Hur. Toda la escena visual y musicalmente es de oscura intensidad dramática.
El tratamiento musical que el compositor dota a esta escena marca los diferentes fines que los dos hombres buscan en esta despedida definitiva. Para Ben Hur supone la ceremonia de entierro necesario de una relación que murió hace tiempo y que implicaría, una vez consumada la venganza sobre su enemigo, enterrar el odio que le estaba deshumanizando, una reconciliación póstuma que le permitiría cerrar definitivamente una triste página de su vida.
En un significativo gesto de respeto que huye de la humillación al vencido, deja la corona de la victoria en la entrada de la habitación.
El desarrollo musical del motivo que acompaña los pasos respetuosos de Ben Hur hasta llegar al lecho de un agonizante Messala, se soporta en fúnebres trompas reforzadas por tristes sonoridades de cuerda en "tempo" lento y reverencial ("Bitter triumph"). La ambición y odio de Messala han convertido el inicialmente sincero tema de "la amistad" en un "réquiem".
La conversación entre los dos hombres sucede en medio de un sombrío "silencio musical". Si la intención de Ben Hur ya anunciada por la música es conciliadora y piadosa aunque distante, "no veo ningún enemigo", dirá dirigiéndose a Messala, el fin buscado por Messala en esta despedida se desvelará con toda su crueldad: "Todavía hay bastante hombre en este cuerpo destrozado para que le odies, y voy a ayudarte". Esta frase anuncia el inmediato desarrollo musical del tema y de la historia.
Messala parece conocer perfectamente los sentimientos de Ben Hur y, dispuesto a llevar su odio más allá de su muerte, le confiesa irónicamente que su familia no está muerta como él creía, su destino es más cruel puesto que han contraído la lepra y deberán vivir lo que les quede de vida como proscritas.
Si hasta aquí el tema aún podía soportar aunque fuese en tono fúnebre el significado de la amistad perdida, desde este momento cambiará definitivamente su sentido.
Siniestros e irónicos acordes de cuerda enfatizan el momento en que Ben Hur se arranca del pecho la mano de un Messala que ha querido morir reteniendo a antiguo amigo y que continúa mirando con muerta pero triunfante mirada ("Aftermath"). El motivo pasa en tétricas sombras a las trompas sobre las que flotan hirientes sonoridades y notas en contraste, que reflejan la toma de conciencia de Ben Hur de la magnitud de la venganza de Messala. Continúa haciéndose aún más lúgubre y desesperanzado para acompañar los pasos de un Ben Hur saliendo de la habitación que se siente herido de muerte y se presiente ya poseído por el "oscuro espíritu" de un Messala que pervivirá en él hasta destruirle. Mientras desde la puerta de la habitación contempla abatido la pista de arena testigo de su irónica victoria, por medio de una sutil transición el oscuro y desolado motivo se interrumpe con frenéticas reminiscencias de la fanfarria del desfile de cuadrigas en dislocado metal, sobre un creciente acelerado ritmo cardiaco marcado por la percusión. Todo refleja el infierno interior de un cerebro a punto de quebrarse; si la enfermedad contraída es la del odio irracional, muerto el enemigo ¿cuál será el necesario objeto receptor de ese odio?. Los oscuros y desesperanzados acordes del contrabajo retoman el motivo de "la autodestrucción", desplazando al caos anterior para, en una perfecta integración de música e imagen, dar respuesta a la pregunta: Ben Hur, en plano medio y en contraste, se recorta sobre la hiriente luminosidad de la arena de la pista. Un sobrio y significativo movimiento de cámara de abajo arriba nos muestra al fondo la imponente e imperial fachada del circo que, como el escueto y rotundo golpe de la percusión que se impone al fondo musical, parece aplastar el individualismo de Ben Hur, ahora más solitario que nunca. Se hace patente el engaño de su fugaz victoria y da todo su significado a las ultimas palabras de Messala, "¿Crees que todo ha terminado con la carrera? No, continúa, Judah. La carrera no ha terminado". La música aporta el verdadero significado a estas palabras.
Es el "oscuro espíritu de Messala", el espíritu del odio autodestructivo en el que, en sombrías pero contundentes sonoridades, emerge para desplazar al balsámico y reconciliador tema del "Príncipe de la paz", mientras en un gesto cargado de significado, Ben Hur desprecia el agua que está a punto de beber y que podría calmar su "sed", en un acto simbólico del que propicia su muerte interior. El idealista Baltasar le dirá, "Te empeñas en perderte". A la vez que el motivo de la "autodestrucción" se transforma en el omnipresente y poderoso motivo de "Roma".
El tratamiento musical dado a esta escena ("Road of sorrow"), en la que el "bloque musical" se compone del sutil encadenado y entrelazado de diferentes motivos, remarca ese "universo de opuestos", refleja el estado psicológico de Ben Hur plenamente poseído por el espíritu de su enemigo y recuerda cuál es el objetivo de su odio: Roma, el imperio, objetivo demasiado alto y difuso para un solo hombre. Otra vez el binomio imperialismo-individualismo.
El motivo, como el propio Ben Hur, ya totalmente identificado con aquél, toca fondo cuando el protagonista, después de una conversación mantenida con el nuevo gobernador, Pilatos, que le intenta hacer ver lo descabellado de su postura, regresa a su casa todavía más poseído por el irracional odio y sed de venganza. Esther le dirá, "El odio te ha trasformado, te has convertido en un nuevo Messala" ("Frustration"). Los oscuros y hundidos acordes de un solitario contrabajo soportan el tema de "la autodestrucción" sobre un Ben Hur más solitario y hundido en sí mismo y en sus rencores que nunca.
El hermoso tema de "la amistad" ha completado su sombría transformación, hasta llegar a identificarse con el personaje caído y en total soledad en medio de ruinas y de la noche que la imagen nos muestra.
- Judea / El Hogar / La Vida Añorada
El motivo principal que sustenta este "bloque temático" está preparado como otros para asumir nuevos significados distintos al enunciado en primer momento. Si al principio de la historia se relaciona con Judea, el pueblo judío, sus creencias y sus acalladas y colectivas aspiraciones de independencia, llega a individualizarse para representar, asociado a Ben Hur, el hogar, la familia, una forma de vida y en general ese lugar recurrente en el espacio y el tiempo al que todo hombre le gustaría regresar.
Significando la patria judía, ya dentro de la historia propiamente dicha, se expondrá por primera vez en el track "Anno domini". La imagen nos muestra una panorámica del patio del templo de Jerusalén, punto de encuentro del pueblo judío y de este con su Dios, y lugar recurrente donde se recuerda su situación de nación sometida. Una voz "en off" nos trasmite estas circunstancia y las esperanzas puestas en un futuro liberador.
Un "fortísimo" orquestal abre el "bloque musical" ("Anno Domini"), con los poderosos acordes del motivo de "Roma", que recuerda la situación de pueblo sometido, para dejar lugar al hermoso tema de "Judea". Aquí se desarrolla como una melodía polifónica a cargo de la sección de cuerda. La primera línea musical, la que interpreta la melodía propiamente dicha, se sostiene en los violines que trazan amplios y ondulantes acordes con reminiscencias orientalizantes. La segunda línea musical a cargo de los "chelos", un repetitivo motivo de ocho notas, tres veces por cada vez que se ejecuta la primera. El conjunto es de una sugestiva belleza cargada de reminiscencias. Cuando una línea parece "retroceder", es "alcanzada" por la siguiente provocando un efecto musical de "olas marinas".
Al principio de la escena la melodía suena bella pero, como el alma colectiva judía, íntimamente apesadumbrada. Cuando los acordes "efecto aguijón" de la cuerda provocan una llamada de atención al mensaje del "narrador", la esperanza del pueblo judío en un "libertador", toda la melodía toma ritmo y brillantez. Sin duda hemos asistido a una perfecta conjunción entre música y palabra.
El tema amplia su significado para interiorizarse en Ben Hur y trasmitir desde la subjetividad del protagonista las emociones individuales que le provocan el hecho de pertenecer a entidades colectivas (su nación, la familia, la vida pasada y futura en relación con los demás).
Ben Hur regresa a Judea desde Roma en barco y desde allí parece mirar la orilla de la patria, del hogar, de toda su apacible vida anterior. Es la música la que produce ese efecto ("Return to Judea").
La doble línea musical, con su efecto de "olas marinas", acompaña al personaje, que se recorta sobre el fondo del mar en la cubierta del barco, creando una lírica conjunción entre imagen y música y los sentimientos de Ben Hur.
Los amplios, brillantes y sosegados acordes de la "cuerda" suenan plenos de intensa emoción para reflejar los sentimientos del protagonista, que trasmiten dulce añoranza, serena pero intensa felicidad, y esperanza.
En el momento que llega a tierra, una brillante variación del motivo para la sección de "madera" se une a la "cuerda" para enfatizar el momento tan lleno de tantas y diversas emociones.
El tema, cargado de reminiscencias, acompañará al protagonista en las calles de Jerusalén, y nos trasmite las sensaciones y procesos emocionales de un hombre que se reencuentra con su vida, con su mundo y con lo que ha amado.
Como se comentó en el anterior "bloque temático", el tema sonará desesperanzado y agotado cuando Ben Hur reciba la noticia de la muerte de su familia y llore solitario en la puerta de su hundido hogar ("Sorrow and intermission").
Que el tema no vuelva a aparecer, ni tan siquiera cuando el resto de los temas asociados a los personajes lo hacen de forma serena e impregnados en paz interior, sólo quiere decir que Ben Hur, al final, ha olvidado ese "lugar recurrente" al que siempre ha querido regresar, que finalmente ha cumplido con la necesidad de cerrar esa "pagína de su vida" que lo ataba al pasado, para volver otra y poder avanzar. Lo que no consiguió con su afán de venganza, quizás lo consiga con la reconciliación.
- Judah Ben Hur
El tema asociado al personaje que da nombre a la historia, sin formar parte de demasiados "bloques musicales", es interesante por las intensas variaciones musicales que como otros sufre a lo largo de la historia. Desde el matiz heroico con el que es presentado en los "títulos de crédito", hasta la dramática y desgarrada variación desarrollada en la escena de "la travesía del desierto".
Aparece por primera vez después de su presentación, en la escena de ritmo vertiginoso en la que Ben Hur, ya encarcelado, intenta huir de sus vigilantes a través de los calabozos y lo hará en medio del adrenalínico ritmo sincopado del "metal", al que se le superpone en "tempo" trepidante que remarca la tensión y angustia del intento de huida.
El tema, sometido a intensas variaciones que afectan incluso a la melodía, será la base que conforme el bloque musical que corresponde a "la travesía del desierto".
La escena, visual y musicalmente, es de abrasadora crueldad y de creciente agonía. Ben Hur sufrirá su personal "camino del Calvario", el primero que veremos en la película.
El heroico tema, trasformado ahora hasta la degradación (como el propio personaje, degradado física y socialmente), se repite de forma obsesiva en cada vez más extenuantes variaciones, entre las que se intercala un motivo "genérico", que bien podríamos llamar del "sufrimiento", es un motivo de seis notas en las cuerdas acompañado de descendente y agudos "glisandos" en el "metal".
El degradado tema de "Ben Hur", en este bloque, en principio se sostiene por lentos acordes de "cuerda" en tonos medios, sobre un trasfondo de "cuerda" en lúgubres tonalidades en "tempo" agotado, marcado por un timbal que parece seguir los agotados pasos de Ben Hur y del resto de los condenados.
La música, con sus cada vez más agudas tonalidades, presencia del contrabajo y atonales armonías, hace más abrasadora la hiriente luminosidad de la imagen y trasmite el progresivo estado de agotamiento, desesperanza y desfallecimiento a causa de la sed ("Exhaustion"). Cuando, en este momento límite, Ben Hur recibe agua de un desconocido (con toda la carga simbólica del gesto y del elemento), el tema, de nuevo perfectamente identificable ("The prince of peace"), es retomado por violas y violines que lo interpretan en hermosas y reconfortantes sonoridades. Casi alegre y renovado, suena acompañado de un vivificante y rítmico motivo de cuatro notas, cuando Ben Hur después de recibir el agua, reanuda la marcha y ahora aparece lleno de nueva energía física y de esperanza moral.
Aparece brevemente y con el conveniente tono heroico durante la batalla naval, y nuevamente a su regreso a Judea desde Roma, ahora en tono íntimo y cargado de esperanza ("Baltasar"). El motivo de "Judah" asociado al personaje, a sus cualidades y estados emocionales, desaparecerá para ser desplazado durante una parte importante de la historia por el cada vez más oscuro tema de "Messala", que progresivamente va tomando posesión del alma de Ben Hur.
Como para trasmitirnos que un resto de sincero amor puede regenerar un corazón poseído por el odio, el tema reaparecerá cuando Ben Hur, no sólo desciende al "Valle de los leprosos" sino que, arrastrado por un sincero afecto fraternal, atraviesa las cuevas donde agonizan esos desplazados en busca de su hermana Thirza. Cuerda y arpa sostienen el tema en el momento en que toma en brazos a su hermana. El tema, que perdió su tono heroico, se humaniza ahora para trasmitirnos sensible e intensa emoción y profundo amor de hermano ("Thirza saved").
La regeneración de Ben Hur empieza ahora, que más tarde sea posible el milagro de la reconciliación consigo mismo y con los demás sólo es gracias a ese resquicio de amor.
Al final de la historia, cuando después de la muerte del personaje de Cristo, el tema de "El Príncipe de la paz", en sus diferentes y bellas variaciones, toma protagonismo en el "score" y parece infiltrarse en el alma de los personajes, el tema de Ben Hur, ahora cálido y sereno, reaparece de nuevo ("The miracle") para reflejar el interior regenerado de Judah, más humano que nunca, que parece así haber vencido a su enemigo. Posiblemente, "La carrera ha terminado".
- El Príncipe de la Paz
El tratamiento musical que Rozsa dio al personaje de Cristo se corresponde con el que desde un principio Wyler deseó: un total respeto al personaje, pero despojado de cualquier matiz sectario que pudiese ofender a cualquier espectador de cualquier creencia o incluso sin creencia alguna. Teniendo en cuenta que al personaje ni se le ve nunca la cara ni se le oye, su condición sobrehumana se trasmite tanto por las reacciones que su presencia causa en los demás como por la música.
Sin duda el calificativo de "Príncipe de la paz" que el score le da es él más adecuado, y así es tratado musicalmente un personaje que no deja de ser uno más en una historia de personajes.
Rozsa, además de una faceta elevada de misticidad que no rehuye la dramática y humana, lo envolvió en un halo reconfortante y reconciliador.
En este universo de opuestos que es la historia, si el personaje de Messala es el capaz de inocular odio y tormento interior, Cristo trasmite regeneración individual, conciliación y universal e íntima paz.
Para trasmitir esa sensación de sublime pero accesible misticidad, el compositor creo un etéreo motivo, doce notas en escala ascendente en registros muy altos para órgano, complementado por cuerda "pinzada".
Si el tema es presentado en tono glorioso en la "obertura", deviene a lo sublime en la historia.
Aparece por primera vez en la escena en que Ben Hur, ya como condenado, es conducido a galeras a través del desierto. Un Ben Hur desfallecido de sed se desploma en el suelo. Sobre un primer plano del protagonista deseando la muerte aparece una sombra y una mano que le tiende agua. Aún antes de que la sombra sobre el rostro, inunda mansamente la escena la sublime música del "Príncipe de la paz". Nada nos aporta la imagen sobre la naturaleza de esa mano piadosa y aún antes de aparecer ésta, la música nos ha trasmitido la sensación de una presencia benefactora y divina tan balsámica como la mano que acaricia el cabello de Ben Hur y tan vivificante como el agua, elemento por otra parte claramente simbólico en la historia.
Trascendente y etérea seguirá apareciendo unida a la evocación del recuerdo de Cristo en personajes como Baltasar y el propio Ben Hur. Elevada y reconciliadora como una llamada al sosiego y siempre sostenida por órgano y cuerda reaparecerá en la escena del sermón de la montaña.
El tema perderá su serena luminosidad para trasformarse en un "vía crucis" (el segundo que vemos en la historia) cuando acompaña a Cristo condenado a través del camino del Calvario. La música subrayará ese paralelismo entre el particular "camino del Calvario" de Ben Hur atravesando el desierto y el de Cristo por las calles de Jerusalén.
El "bloque musical" de la escena se compone sobre el motivo del "príncipe de la paz", ya difícilmente reconocible como el personaje de Cristo, motivo que se entrelaza con aquel "genérico" de siete notas que se une al "sufrimiento" y conformaba junto con el de un degradado "Ben Hur" el bloque musical de "la travesía del desierto". Esta estructura remarca los paralelismos entre los personajes de Cristo y Ben Hur.
Aquí el bloque se sustenta en cuerda en tonos medios, apoyada por metales y ominosa y agotada percusión que marcan los pasos agónicos del condenado. Hirientes sonoridades en la cuerda, descendientes "glisandos" en el metal y la cada vez más sombría y cansada cadencia del timbal, reflejan el dolor y progresivo desfallecimiento del condenado, los compases como sus pasos, se hacen cada vez más lentos y parecen añadir un peso insoportable a la cruz que porta y, sin embargo, cuando en una inversión de papeles ahora es Cristo el que desfallece y es Ben Hur el que le socorre con agua, por unos instantes en medio de las sombras el motivo se abre recuperando su mística luminosidad inicial ("Recognition"). La música nos dice que en un breve cruce de miradas los dos hombres se han reconocido, y que por un breve instante Ben Hur ha recordado aquel ya lejano momento de paz y vida que ese hombre hace años le proporcionó. Bruscamente, esta sonoridad se hunde aplastada por un golpe de timbales cuando un soldado arroja al suelo el agua que Ben Hur tiende.
Definitivamente, el motivo retoma su significado del "Príncipe de la paz" a partir de la escena del Gólgota donde el motivo vuelve al órgano y cuerda para sonar humilde y sereno, en un reflejo de la paz y cese del sufrimiento que la muerte ha proporcionado al moribundo.
A partir de la muerte, el motivo adquiere sus matices más sublimes y gloriosos. A cargo de majestuosos, largos y sobrenaturales acordes del órgano, la música que suena sobrenatural y esperanzadora nos trasmite el sentimiento de que la humana muerte no ha hecho nada más que confirmar la naturaleza divina del que acaba de morir.
Más fresco y hermoso que nunca suena el tema cuando pasa a las cuerdas apoyado por brillante y rítmica percusión de metal para macillo, en un "tempo" que es casi un "andante" y con el trasfondo del vivificante tema de cuatro notas que apareció unido al tema de Ben Hur revivido después de recibir agua en el desierto.
La música ha convertido el tema del "Príncipe de la paz" en una exaltación a la renovación interior, al perdón y a la vida, cuando sirve de fondo a la imagen de una naturaleza revivida y renovada por la lluvia que corre por la tierra convertida en charcos y pequeños torrentes que parecen dar nueva vida a la naturaleza y a los hombres ("The miracle").
A partir de este momento, el "agua de lluvia renovadora" se halla presente en todas las escenas siguientes, y una música sosegada que llama a la reconciliación dota de íntima serenidad a los motivos musicales asociados a los personajes.
Cierra el "bloque musical" el temático y la película el motivo del "príncipe de la paz", trasformado en un triunfante "Aleluya" a cargo de majestuosos coros y gran instrumentación orquestal que le confieren el adecuado tono glorioso.
Mucho se ha hablado del trasfondo religioso de la historia. Resulta históricamente anacrónico hablar de "cristianismo" en el año 33 DC. Ese fenómeno "sectario", no hay ánimo ofensivo en mis palabras, es posterior y después de analizar la música y la película, en la que el personaje de Jesucristo es un secundario más, estoy más de acuerdo con lo que al respecto ha declarado Gore Vidal, uno de los guionistas. El mensaje que trasmite el personaje de Cristo, y lo hace maravillosamente por medio de la música, es básicamente humanista: una llamada al perdón en su sentido más amplio, a la renovación interior y a la reconciliación universal.
Por las propias características de la historia, que abarca todo tipo de sentimientos, Rozsa pudo elaborar una partitura que supone un importante hito en la historia de la música de cine y un compendio de lo mejor de su obra anterior.
Cuando en muchos momentos los amantes del cine nos quejamos de que nuestros compositores favoritos se "repiten" o ya no nos "sorprenden", paradójicamente es de agradecer a Rozsa estos "defectos", pues en lo que siempre se "repite" el compositor es en la demostración de su genio y lo único en que no nos puede "sorprender" es en la fuerza de sus trabajos y en su entrega honesta.
Sirva esta página de sentido y modesto homenaje a quién con su música tanto ha aportado al séptimo arte en general y a quién desde algún lugar privilegiado, personalmente, ahora sé, no dejará de conmoverme.