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Breaking and Entering

Breaking and Entering


Compositor: Smith, Rick; Hyde, Karl y Yared, Gabriel
Año: 2006
Distribuidora: V2 Records
Duración: 57:12

Excelente
Tracklist:
  1. A Thing Happens (3:35)
  2. St Pancras (4:23)
  3. Sad Amira (3:38)
  4. Monkey One (2:17)
  5. Not Talking (1:53)
  6. Hungerford Bridge (1:52)
  7. We Love Bea (1:53)
  8. Happy Toast (3:43)
  9. Monkey Two (4:38)
  10. Will And Amira (2:53)
  11. Primrose Hill (2:22)
  12. So-Ree (3:08)
  13. Mending Things (2:35)
  14. Broken Entered (3:27)
  15. Piano Modal (1:27)
  16. Counterpoint Hang Pulse (13:28)

No resulta nada sencillo acometer una banda sonora como la que el ménage a trois integrado por Rick Smith, Karl Hyde (Underworld) y Gabriel Yared ha tenido a bien organizar para el último título del realizador británico Anthony Minghella, Breaking and Entering.

Minghella y Yared forman una entente creativa y cordial que recuerda en muchos aspectos a la de Leone y Morricone. El director dirige escenas pensadas inequívocamente para una determinada música, toda vez que el músico escibe una partitura milimétricamente ajustada a los travelling, planos-secuencia o juegos de miradas que el director saca de su chistera... ¿Qué habría ocurrido, sin embargo, si Leone hubiera acometido a principios de los setenta un thriller psicológico alejado del oeste, rodado en los suburbios de una gran ciudad, a la vez que Morricone se hubiera apoyado en las arrogantes estridencias de Fripp y Wetton (King Crimson) para la organización de su partitura? Tan imposible suposición hubiera tenido un resultado semejante al de la música que aquí nos ocupa.

Jude Law y Juliette BinocheMinghella, como el postrero Kubrick de Eyes Wide Shut, plantea en esta película una reflexión casi moral sobre la relación hombre-mujer en el cambio de siglo, y lo hace en un tono derrotista, casi demoledor. Esa ajustada mezcla de paisajismo, rigor histórico, intrigas, pasiones e intimidad que le valieron los laureles de la crítica internacional en 1996 con The English Patient, abandonan de golpe y porrazo la fotografía cálida y las actuaciones académicas para ensayar un psicodrama cargado de sutiles metáforas.

Para este realizador, música y fotografía pesan tanto en sus cintas como las interpretaciones, y sus instrucciones para Breaking and Entering no podían ser más claras; o, mejor dicho, oscuras, crepusculares. Benoit Delhomme (director de fotografía) saca partido a un gris azulado tirando a negro en una paleta pensada para ese pozo sin fondo que constituye la mente humana. Jude Law y Juliette Binoche deben hacer frente al duro reto de descomponer sus caracteres en mil pedazos, como un cristal roto, y recomponerlos a la tibia luz de las circunstancias.    

El libanés libidinoso

Breaking and EnteringGabriel YaredYared se ha impuesto últimamente musicar sólo películas que desafíen las convenciones y, asegura en sus declaraciones a propósito de este trabajo, que Breaking and Entering le sedujo sobre todo por la oportunidad de hacer algo totalmente nuevo, distinto. "Este trabajo de Minghella no se parece en nada a sus películas anteriores, lo que me permitía explorar sonoridades nuevas, dar un giro de tuerca a mi trabajo como compositor..."

El músico francés nació en Beirut en 1949, pero acabó afincándose en Francia y grabando sus partituras en Inglaterra. Algo parecido ocurrió con Minghella, hijo de unos heladeros italianos que hicieron fortuna en la inglesa isla de Wight y permitieron al vástago en cuestión que probara también suerte en la BBC como realizador de documentales... Yared siempre insiste que Minghella y él comparten un universo musical en el que Bach es Dios y los músicos de jazz sus profetas. "Somos como almas gemelas", suscribe el compositor.

Encumbrado a una edad relativamente temprana en el Olimpo de los músicos de cine por el óscar obtenido con The English Patient, el impaciente libanés saboreó el lado amargo de este negociado cuando su score para Troy fue inexplicablemente rechazado en el 2004. No era la primera vez que una productora cinematográfica le giraba la espalda (Yared compuso también una banda sonora para Les Miserables de August, quien finalmente se decantó por el malogrado Basil Poledouris), pero el rechazo "troyano" le caló hondo y acabó por reivindicarse como un músico a secas, abierto a muchos otros senderos de la composición y la interpretación musical y algo menos apegado a la música del cine.

Lo cierto es que el "batacazo" de Troy merecerá siempre un comentario por delictivo... Yared, que nunca se ha jactado de ser un erudito en música de cine, rindió todo su albedrío en esta impresionante partitura, que paradójicamente constituye su score más aclamado hasta la fecha, y en la que incluyó retos melocinematográficos tan desafiantes como la incursión de una fuga en el tema "The Sacking of Troy", a modo de tributo a Dimitri Tiomkin y a su labor en The Fall of the Roman Empire (1964).

La percusiva levedad del ser

El último proyecto de Yared es la constitución de una banda itinerante de ocho músicos de jazz, con un claro predominio de las percusiones, iniciando una gira por varios países con conciertos planteados muy al estilo de una jam session.

Parece como si, de golpe y porrazo (nunca mejor dicho), el compositor galo hubiera quedado prendado de las percusiones, lo que lleva también a reflexionar sobre el papel de este primitivo recurso instrumental en la música de cine.

Desde Leonard Bernstein con On the Waterfront (1954) a Stewart Copeland con Rumble Fish (1983), músicos de muy diversa procedencia han sabido crear emociones para el cine partiendo de simples instrumentos de percusión. Apoyadas en orquestas o en ráfagas de sintetizador, las percusiones ilustran escenas de batalla o acción, de intriga o de suspense. En La Classe Operaia Va in Paradiso (1971), Ennio Morricone va más lejos y desarrolla un poema sinfónico basado escuetamente en las percusiones que los obreros ejecutan a diario en la construccción de vías o viviendas, y es que las percusiones no están más lejos de una poesía en celuloide de lo que estarían un violín, un piano, un saxo o una guitarra. Para empezar, el mismo latido del corazón interpreta un concierto percusivo, impone un ritmo con el que muchos compositores de cine han sabido conjugar la música de sus escenas.

Yared se apoya para esa atmósfera percusiva en dos "arquitectos" del tecno-pop más rabiante del Reino Unido: Rick Smith y Karl Hyde, del grupo Underworld. El propósito no es otro que el de proporcionar textura musical a un paisaje estrictamente interior, íntimo: el de la conciencia. Los personajes de Breaking and Entering, tanto los principales como los secundarios (sobresale aquí la labor de Vera Farmiga como tecno-prostituta de bajos fondos), son arrojados a un universo sombío de realidades muy distantes, de intimidades violadas, de intenciones contrapuestas que desafían la capacidad del espectador para la interpretación psicológica. Yared impone una unidad a través del piano, con aires impresionistas que hubiera podido firmar Acchile-Claude Debussy, permitiendo que el grueso del paisaje sonoro quede sumido en un arrebato continuo de percusiones, vocalizaciones etéreas y recursos atmosféricos.

La guinda la pone el hang drum, un tambor metálico del folklore suizo con aspecto de platillo volante y que se interpreta con la mano (hang significa "mano" en bernés).

Hang Drum
Tambor metálico (hang drum) originario del folklore helvético

Smith, Hyde y Yared se reunieron en los estudios de Abbey Road a principios del año pasado para grabar los 16 cortes que constituyen el verdadero pulso de la película. Película y música, música y película, inauguran un nuevo concepto de banda sonora y afianzan la trayectoria de un músico oscarizado metido a explorador de ambientes musicales.

Lo mejor: La sobriedad de los tres músicos implicados para dar cocción a un potaje musical nada sencillo.

Lo peor: Las etiquetas de mera BSO de new-age o de chill-out con que muchos comentaristas se han despachado con esta partitura. Es imposible disfrutar de esta música sin entrar en el psicodrama que encierra.

El momento: “Will and Amira”. Sin mayores sutilezas, Binoche se presenta como una inmigrante serbia (Amira) de los bajos fondos londinenses ante todo un rico arquitecto de postín, Will, interpretado por Jude Law. “Hace mucho que ningún hombre me ha tocado”... El diálogo acaba aquí, pero la música desnuda un juego de miradas y gestos entre ambos personajes que son pura malvasía. Una y otro se entregan con propósitos bien distintos y bajo presiones diferentes a una fluidez de alquimista, para constituir un solo cuerpo que va a presidir todo el desarrollo de la película. Yared deja su sello.

Jordi Montaner

 
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